Capítulo 38: Far far away

1.3K 110 12
                                    

–Vamos Ross, este pavo no se va a marinar solo. ¡Ven, ayúdame!

Maia tomó de mi brazo y me llevó hasta la cocina. 

–No sé por qué esperas que yo te ayude a hacer lo que sea que quieres hacer con el pato–suspiré–la cocina no es uno de mis grandes talentos. Pero Rydel sí que tiene mano para cocinar...

–Oh, calla ya–espetó ella rodando los ojos–tenía que sacarte de ahí antes de que te llevaras la felicidad de todos. Estás como ido, inhalas y exhalas depresión–tomó mi mano y le dio un apretón en señal de apoyo.

Desvié la mirada. Es cierto: estos días no había estado pasándola muy bien.

Volví a casa porque francamente tenía miedo de cometer una tontería. Me reconcilié con mis hermanos y después de explicarles lo que había pasado no volvieron a tocar el tema. Cada uno intentaba animarme a su modo, pero en navidad me la pasé encerrado en mi cuarto, y en mi cumpleaños... bueno, mejor no pensar en ello. Había pasado unos días terribles, y Laura se había marchado en nochebuena. Ni siquiera envió un texto, nada. Y Vanessa no quería decirme a dónde se había mudado.

Era como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra.

–Estoy bien–contesté–estoy intentando hacer mi mejor esfuerzo. 

–Espero que sí, porque creeme que nadie la está pasando bien sabiendo que en dos días te vas a San Francisco. Es víspera de año nuevo, ¡anímate! Hazlo por tus hermanos, ¿sí?–Maia esbozó una sonrisa.

–Sí, supongo que está bien. Puedo intentarlo–esbocé una sonrisa también, aunque sabía que no se miraba sincera.

–Bien. Ahora no me importa si no eres bueno cocinando, vas a ayudarme a terminar con este pavo–espetó ella sonriendo.

El pavo no quedó tan mal después de varias horas en la cocina. La cena estuvo muy amena.

Todos lucían felices por otro año que terminaba; el peor año de mi vida.

Un poco antes de las doce nos dirigimos a Times Square a la celebración de año nuevo, pero por supuesto, la policía ya no nos dejaba pasar: estaba abarrotado. Nos dirigimos a una cafetería cercana y mientras mis hermanos charlaban animadamente, yo sólo podía pensar en lo solo que estaba, a pesar de toda la gente que me rodeaba.

–Oh, miren, ¡ya empezó el conteo!–gritó Rydel señalando a una pequeña televisión que había sobre el mostrador.

De pronto toda la gente empezó a corear "diez, nueve, ocho..."

Era un alivio saber que este año estaba a punto de morir, pero, por otro lado, no veía cómo el siguiente podía ir mejor.

"siete, seis, cinco..."

¡Pero claro que podía ir mejor! Me mudaría a San Francisco, me graduaría con un trabajo seguro y empezaría de cero.

"cuatro, tres, dos..."

Todo iba a estar bien. Si Laura se había ido sin importarle nada, era hora de continuar y seguir.

"uno, ¡FELIZ AÑO NUEVO!"

Todos comenzaron a irrumpir en aplausos, algunas parejas en besos, y la mayoría de la gente en abrazos; nos pusimos de pie y abracé a cada uno de mis hermanos y a Maia. 

Tal vez Laura me había dejado, pero me reconfortaba saber que siempre los tendría a ellos; siempre podría contar con mis hermanos, a pesar de las diferencias que pudiéramos tener. 

*

Finalmente había llegado el día de marcharme para siempre de Nueva York. Me levanté muy temprano para ir a correr –aunque hacia un frío del demonio– y recorrer la ciudad a mis anchas por última vez. Después volví a casa, tomé una ducha y terminé de empacar algunos pendientes.

Cuando la hora de ir al aeropuerto llegó, mis hermanos comenzaron a acosarme con preguntas.

–¿Llevas toda tu ropa empacada?–preguntó Riker.

–Sí–contesté.

–¿Tus libros y papeles de la escuela?–inquirió Rocky.

–Sí–dije.

–¿El boleto de avión y tu pasaporte?–preguntó Rydel.

–Sí–volví a contestar.

–¿El número de tu hermano el más pequeño para que se lo des a chicas guapas californianas?–bromeó Ryland, provocando que todos riéramos.

–Sí, ya tengo todo listo–dije finalmente.

–Bien, llegó el taxi–dijo Riker señalando la ventana.

Subimos las maletas a la cajuela del taxi, y me despedí de todos intentando no llorar, pero cuando finalmente abracé a Rydel y vi las lágrimas en sus ojos no pude evitar soltar algunas yo también.

–¿Vas a estar bien?–preguntó ella mirándome a los ojos.

–Sí, voy a estarlo. Te lo prometo–dije dándole un beso en la frente.

Subí al taxi y le di una última mirada a mi casa y a mis hermanos. 

–¿Al aeropuerto?–preguntó el taxista.

–Sí–contesté firme.– A LaGuardia, por favor.

El taxista asintió y arrancó, y yo miré toda la ciudad por última vez.

Una nueva ciudad era todo lo que necesitaba para un nuevo comienzo.

Espiral (fanfic Raura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora