Capítulo 3

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Queridatía,

Hacemucho tiempo que no te veo, te echo de menos. Nunca imaginé quetardaría tanto aquí, sigo sin encontrarle. He estado vagando portodas partes, preguntando a cada persona que encuentro, viva... Aquíla gente no sobrevive, tía. Debe ser poco probable que mi padre sigaentre nosotros. La gente muere sin más, corre peligro. Aún no mecreo que yo siga vivo, he visto mi vida pasar por delante de mí unpar de veces, es un milagro estar aquí escribiéndote esta carta. Meguardé tinta y papel para esta ocasión: estoy investigando algogordo. Papá estuvo metido en algo muy confidencial y comprometidopara haber desaparecido, la gente habla de un nuevo grupo, les tienenmiedo, algunos garabatean en la pared sus iniciales con spray.

Escuchoa los mayores cuchichear sus nombres y me he unido a alguien parainvestigar el caso con más profundidad. Aunque no hay nadie deconfianza, tengo mucha precaución de no entrometerme mucho con losrebeldes ni contarles todo lo que sé, no podría ni explicarte a tidónde estoy. Actualmente las cartas no se envían al extranjerohasta que verifican que no llevan información de cualquier tipo.También es por esa misma razón que te escribo en dialecto. Hastaque no tenga noticias de que se anule eso último, no te diré pordónde deambulo. Cuando no tengo otra cosa que hacer me dedico aayudar a la gente que se ha quedado sin hogar por las destruccionesde sus tierras. He aprendido algunas habilidades de primeros auxiliosen las tiendas de médicos sin fronteras. Papá estaría orgulloso...

Quieroque sepas que estoy bien tía, no te preocupes, te iré informando siencuentro pistas.

Quieroque sepas que pase lo que pase lo encontraré, esté donde esté,aunque me cueste pasarme otros seis meses en un infierno como este.Tampoco puedo asegurarte hasta cuándo permaneceré aquí, no megustaría volver con las manos vacías.

Quieroque sepas que te quiero, tía.



AdamM.

25de octubre del 2015,

Siria



Sarahdobló las hojas después de contemplar la caligrafía de lo escrito.Las guardó de nuevo en el sobre y las dejó entre los libros depoesía de su estantería. Su cabeza estaba a punto de estallar, nosabía por dónde empezar a estudiar los detalles de la persona queenvió tales palabras. Ese tal Adam había escrito la mayoría de lasfrases con un árabe argelino, ése con el que se habla en las callesy con los familiares, y también con algunas palabras francesas. Conello, Sarah advirtió que se trataba de un hombre argelino nativopuesto que en ningún país, salvo en Argelia, se hablaba taldialecto con vocabulario en francés incluido.

Pasóun invierno entero antes de que Sarah hubiese recibido otra carta.

Despuésde haber llegado a la Villa Verde la primera de todas, le quedó unnudo en la garganta por el enigma del correo. Le dio indefinidasvueltas preguntando a sus familiares si conocían a algún Adam.Nadie. Buscó en el más remoto lugar algo de información, y pocoencontró. Algún que otro día pensó en devolverla a la oficina decorreos, y así lo hizo. La chica se libró de la angustia que latenía prisionera entre las letras de esa carta. ¿Qué tipo depersona sería la que la había escrito?, ¿Por qué había llegado ala Villa Verde? Y, ¿cómo había llegado esa carta de Siria sindirección ni nombre? La única solución no era averiguar más sobreello, sino olvidarse. Pero poco duró esa opción. Un jueves del mesde marzo Sarah se acababa de levantar cuando su madre la llamó desdeel piso de abajo:

—¡Adesayunar!

Esedía era perfecto para quedarse acostado en el sofá con unaspalomitas recién hechas al lado y una taza de chocolate calienteespeso entre las manos. Pero Sarah tenía clase, así que tenía quelevantarse. Se aseó y vistió más rápida que una liebre y bajó.Empezaba a desayunar cuando apareció por las escaleras Lina con elpelo enfurecido y los ojos medio dormidos. Llevaba un peluche entrelos brazos, caminó hasta la mesa y se sentó junto a ella. Apareciótambién su madre desde la puerta de la cocina con un plato detostadas untadas con mantequilla en la mano. Se acomodó junto aellas también. Inés solo tenía dos hijas y las dos provenían dediferentes familias, fueron adoptadas cuando tenían pocos meses deedad. Inés no podía tener hijos y las acogieron a ellas porquequerían formar una pequeña familia. Procedía de una familiaacomodada en Orán, una de las ciudades más agraciadas que se puedenencontrar en la costa argelina. Creció entre gente moderna y lujosaantes de mudarse a Mostganem al casarse. Inés pasó sus primerosaños en esa ciudad traumatizada por haber sido testigo de una bombaen una comisaría en el año 1995. Estaba presente cuando dospersonas volaron por los aires y llegaron al suelo ya sin oxígeno enlos pulmones. Esos segundos inesperados le cambiaron la vida, ya nopasaba por el pueblo por donde ocurrió la explosión y tampoco leconvenía recordar el vuelo de esas inocentes personas, simplementese quedaba mirando el vacío hasta que alguien le pellizcaba y lehacía ver de nuevo la realidad. La madre de Sarah y Lina era unamujer ocupada por sus propios sentimientos, éstos se adueñaron deella y nunca más la dejaron ir. Era una bella mujer con un cuerpoesbelto, unos labios finos, un cabello dorado y unos ojos verdosos.Esa mañana de marzo observó con sus ojos de felino a sus hijasmientras desayunaban ante ella. Sarah cogió una de las tostadas conmantequilla y le untó mermelada de melocotón encima.

Las cartas de Adam #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora