Capítulo 18

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Llegaronal hostal sin aliento, subieron las escaleras y abrieron la puerta dela habitación de Sarah y la cerraron tras ellos.

—Nopodemos quedarnos aquí, nos van a encontrar- fue lo único que dijoSarah desde que estaban bajo las escaleras.

Adamle echó una mirada.

—¿Sepuede saber qué diablos llevaba la última carta que escribiste?- lepreguntó.

—N-Nome acuerdo. Debía haberte dicho que deseaba que estuvieses bien, tevolví a mandar la foto que me enviaste entonces. Y, y supongo quedebía decirte que si había noticias de tu padre- dijo Sarahnerviosa.

—Mierda,joder.

—Losiento, lo siento mucho de verdad. No quería meterte en problemas.

—Recogetus cosas, te acompaño al aeropuerto y te largas enseguida, si no nohabrá manera de que encuentre a mi padre.

Yasí lo hizo. Sarah recogió su mochila y los dos salieron del hostaldespués de haber dejado la llave de la habitación en recepción.Por el camino, desde Alepo hasta la capital, ninguno pronunciópalabra. Sarah se quedó dormida la mitad del camino en el autocar,estaba realmente cansada pero Adam no pegó ojo. Se le habían idotodas las oportunidades de hallar a su padre. Todo el tiempo quehabía tardado en construir una falsa vida en Siria, todo el tiempoque había ganado mintiendo, todo el tiempo ido. Y todo gracias a unadesconocida. Mientras dormía, Adam le miró de reojo. Y ella, que asaber cómo se lo hizo para llegar a encontrarle, el esfuerzo quehabrá hecho para no anunciarle una triste muerte, las intencionesque la habrán hecho llegar hasta él. Y ni siquiera sabía sunombre. Tampoco debía echarla de esa manera.

Bonjour—dijoAdam unas horas después.

Sarahse acababa de despertar. Miró por la ventana del autocar, losedificios eran menos grises que los anteriores, indicio de quellegaban a la capital.

—Buenosdías, Adam— dijo dando unbostezo- ¿Cuánto llevamos?

—Estamosa punto de llegar.

Llegarona Damas en un abrir y cerrar de ojos. Sarah llegó al hostal donde sehabía alojado unas noches antes. Pidieron dos habitaciones separadasy pasaron varios días sin encontrarse. El primer día por la mañana,cuando Sarah salió de la habitación y llamó en la puerta de Adam,éste no contestó. No había nadie dentro. Bajó a recepción ypreguntó por él, el recepcionista le comentó que se habíamarchado temprano por la mañana pero no llevaba nada con él.

—Meha abandonado— pensó Sarah.

Éltenía razón, no tenía motivos para quedarse con ella, pensó.Ahora debía volver a casa y debía ser rápido, había fallado lamisión. Pero antes quiso despedirse de la ciudad que había ansiadotanto ver, desde su viaje durante su infancia. Pasaron varios díaspero ella siguió allí, aferrada a su pasado, intrigada por saberqué habrá pasado con Adam. Ya se habrá marchado, pensaba, se haido a completar su misión sin mí, porque es verdad, a mí no menecesita. Al cabo de unos días, temprano en la mañana los dos seencontraron al salir de su habitación. Al parecer ninguno se habíamarchado, a pesar de que cada uno de ellos salía temprano a laciudad, los dos salían del hostal en horas diferentes. El día quese encontraron pasearon juntos por la ciudad, en silencio. Llegaron aun restaurante, comieron juntos pero en silencio. En algún momentoAdam decía:

—Debesprobar el plato tradicional que tienen, se te derrite en la boca soloal tomar el primer bocado.

PeroSarah ni siquiera había escuchado el nombre de tal plato. Cuando yasalían del restaurante Adam le preguntó por qué razón estaba tansilenciosa. Ella, mirándole a la cara le respondió que creía quela odiaba por haberle metido en problemas. Se quedaron en silencio denuevo.

—¿Estabasa punto de encontrarte con tu padre?- le preguntó.

—Lasemana que viene íbamos a empezar a llamar a los elegidos para elataque.

—¿Ataque?—preguntó Sarah.

Adamle miró pero no respondió. Al cabo de un rato, tras pasar la plazaque visitó Sarah en su primer día en Damas, llegaron a ShayAl-Arabi,la cafetería donde ya había ido Sarah una vez. Y entraron. Alsentarse Sarah vio a lo lejos, en la otra parte de la cafetería, unordenador con la misma pegatina que ella había puesto al suyo.Detrás de la pantalla estaba Karim, el periodista que conoció en elaeropuerto. Karim también la vio y al unísono se llamaron el uno alotro. Adam no sabía de qué iba todo aquello así que enmudeciómientras los miraba.

Karimlos invitó a sentarse con él pero a Adam no le inspiró suficienteconfianza para hacerlo, aunque finalmente cedió, siempre y cuando noanduviese solo.

—Nome puedo creer que nos encontremos de nuevo—dijo Karim con una sonrisa en la cara.

—Ibaa esperar hasta mañana para verte—rio Sarah.

—Yano hace falta— dijodesconectando un disco del ordenador. Después lo cerró y se loentregó en la mano, se giró hacia su mochila, sacó la cámara y sela dejó delante de ella también—ya he acabado mi trabajo. Hoy es mi último día aquí, mañana memarcho. Muchas gracias Sarah, muy amable.

—Nohay de qué.

Adamlos miró, aún en silencio.

—Y,¿quién es tu compañero?—preguntó Karim señalando con un gesto a Adam.

—EsAdam Mikaelson— miró a Adam—Él es Karim, nos conocimos en el aeropuerto.

—¿Quéproyecto era?— preguntóAdam.

—Soyperiodista.

Adamlo miró con temor en los ojos. Desconfió mucho más de él despuésde escuchar eso. Volvió la mirada hacia Sarah y al solo mirarla ellale comprendió.

—Tranquilo,si estás metido en algo él no va a decir nada—le susurró Sarah a la oreja.

Karimles interrumpió:

—Veoque tú también tienes acento argelino, ¿qué haces por aquí?—se dirigió a Adam.

Adamvolvió a mirar a Sarah, se acomodó en la silla y carraspeó antesde hablar.

—Estoyaquí porque he venido a buscar a mi padre.

—¿Tupadre? ¿Y qué hace tu padre tan lejos de casa?—preguntó Karim.

—Aúnno lo sé. Lo único que sé es que un día cogió el avión haciaSiria y nunca volvió—explicó Adam.

—Yel motivo era...— Karim leempujó a contestar.

Aucuneidée— respondió Adam.

—¿Aqué hora te marchas mañana?— les cortó Sarah.

—Alas doce del mediodía. Ya es hora de volver, ¿no crees?

—Si...—Sarah se miró las manos, Aún no quería marcharse.

—¿Tenéisalgún número de teléfono al cual pueda llamar para despedirme?—preguntó Karim.

—Yono— contestó Sarah.

—Tepuedo dar el mío, así podrás despedirte de Sarah.

—Claro,gracias.


Devuelta al hostal Sarah explicó a Adam cómo conoció a Karim y cómoacabó prestándole sus dispositivos. Por el camino se dio cuentacuánto lo bien que le caía Adam, él la estaba tratando como sifuese su hermana menor y pasaban el tiempo juntos porque no teníannada más con quien gastarlo. Adam, por otra parte, esperaba conansias la partida de Sarah para poder regresar a la búsqueda de supadre. Y sí, su padre era una gran búsqueda. Para él, esa misiónera más importante que encontrar el Santo Grial porque, al fin y alcabo, su padre era como su mejor amigo, solo que ausente.

Las cartas de Adam #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora