—¡Noticiasde última hora! Un grupo desconocido ha lanzado sobre la poblaciónde Damasco tres grandes bombas químicas. Apenas han pasado treintaminutos desde el último ataque y ya se han contabilizado quinientasmuertes y ciento veintitrés heridos. Actualmente se desconoce elorigen del lanzamiento de tales bombas y del posible grupo que lashaya lanzado. Horas más tarde, han habido derrumbes de edificiosprovocados por pequeñas bombas. No hay muertes comprobadas por talesbombas pero podrían haber heridos atrapados debajo de...
Inés,la madre de Sarah, ya harta de escuchar tanta palabrería, apagó latelevisión. Las noticias sobre Siria y sus muertes le habíanhinchado la cabeza, no soportaba ver los cuerpos de los niños, yaesqueléticos, por el suelo.
Sarahdejó caer la cuchara. Los cereales, empapados de lechesemidesnatada, cayeron en la mesa. Se le fue el apetito. Podríahaberle gritado a su madre para que volviese a encender la televisiónpero estaba demasiado petrificada. Los últimos ataques en Siria leafectaban mucho, estaba al tanto de ellos día tras día y esperabacon mil almas angustiadas una carta de Adam para poder continuarrespirando. ¿Habrán golpeado donde está Adam?
Llegóal examen con la mente en blanco, la lengua francesa le colapsó sucabeza hasta los últimos veinte minutos del examen, hasta entoncestenía el dossier de cinco hojas en blanco. Rellenó todo lo que suspensamientos le permitieron. Quinientas personas son rápidas decontar, ¿cómo se atreven a destruir la vida de cientos de sushabitantes? ¿Algún día acabará este homicidio, esta completamasacre?
Lasirena sonó: fin del examen de francés. El profesor de lenguafrancesa la examinó de arriba a abajo cuando le entregó el dossier.
—Respuestascortas pero claras— dijo elprofesor cuando hojeó las hojas, al verlas tan blancas y vacías depalabras la miró de reojo—¿está bien, señorita? No me sueles entregar nada sin ocupar todala hoja con bolígrafo.
—Escierto, no me he tomado mi café esta mañana...
—Yaveo— el profesor se tocó labarba.
Sí,ese profesor tenía su encanto pero a pesar de la probabilidad de serla última vez que lo viese, hizo caso omiso de lo que le dijodespués. Salió de la clase y se dirigió hacia el patio, llegó ala entrada del instituto y salió. Acababa de comenzar su semana deexámenes y no estaba muy entusiasmada. Estudiaba duro pero noconseguía centrarse lo más mínimo. Envió una carta a Adam,preguntándole si se encontraba a salvo y si al final encontró a supadre. No pasaron ni veinticuatro horas cuando la situación leempezó a sacar de quicio: ella había recibido una carta de alguienque ni siquiera conocía, le había contestado sin decir quién era,habían seguido en contacto durante unos cuantos meses, Sarah nosabía si él había encontrado a su padre y ahora Adam está porallí sin más, sin saber si estaba a salvo o no, sin saber por quépuñetas no había escogido contactar con su difunta tía porteléfono en vez de por cartas. Si Adam nunca hubiese enviado unacarta, Sarah no estaría a punto de decidir lo que ya teníaprevisto.
—Nose lo contaré a nadie, ¿quién lo sabrá? Ahmed no me dará ningúnproblema, no es que me vaya a seguir. Pero, ¿de dónde saco tantodinero?— Sarah pensaba parasí.
Sarahestaba estirada en su cama con el ordenador en las manos. Buscababilletes de ida en avión hasta Siria, ya era hora de que emprendieseuna aventura. Eran las dos y cuarenta y cinco minutos de lamadrugada, un viejo reloj sonó tres veces. Revisaba en cualquieraerolínea la posibilidad de llegar hasta ahí. Pero, ¿cómo iba aconseguirlo sin ayuda de nadie, y ni siquiera la de Ahmed?
Oyópasos, se habría levantado su padre, una luz se iluminó en elpasillo. La puerta de su habitación estaba abierta y, por lo tanto,si su padre pasase, la vería despierta. Y Sarah no quería eso, noquería levantar sospechas, mucho menos cuando tenía algo en mente.Cerró el ordenador portátil con un ¡pam! y se durmió.
Lunes,segundo día de exámenes. Sarah Slimani se levantó temprano, apesar de haber dormido tarde estaba llena de energía. Estaban todossentados a la mesa mientras desayunaban cuando su padre les anunció:
—Familia,esta semana podríamos aportar ideas de a dónde nos gustaría ireste verano. Prepararemos todas las reservas antes de tiempo para nodejar las cosas a última hora. Y bien, ¿alguna idea?
—¿Podemosir a Disneyland?— preguntóLina con los ojos como platos.
—Parísestaría bien, aunque... Nada compararía el primer viaje a Siria—dijo Inés nostálgica.
—Cariño...Sabes que actualmente no podemos...—no acabó la frase, movió su bigote con una mueca y volvió a mirara las niñas— Sarah, ¿deseasir a algún sitio este verano?
—Esto...Creo que no deberíamos movernos del país —contestóella.
—Tienesrazón, ¿y si sólo vamos a visitar a nuestra família en Blida,Orán y Medea? O simplemente visitar más a fondo el desierto—añadió Inés mientras se tomaba un croissant de chocolate.
—Pero,¿Y Disneyland?— lloriqueóLina.
—Loaclararemos la semana que viene, mi vida—el padre sonrió a su hija Lina.
Sarahse los quedó mirando y de repente se le ocurrió algo, algo quepodría ayudarla con lo que tenía pensado.
—Papá—sujetó fuerte su taza deté— ¿Aún estás encontacto con tu amigo Omar?
—Claro—contestó su padre—¿por qué lo necesitas saber?
—Enclase de historia debemos entregar una entrevista por escrito el díadel examen.
—¿Quése supone que estáis estudiando?, ¿el comercio ilegal?—el padre de esa familia echó una carcajada. Nadie rio con él puestoque sólo él sabía de qué estaba hablando. El padre se calló alver que nadie le seguí el chiste —deacuerdo, te pasaré su contacto.
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Las cartas de Adam #Wattys2018
AcakSarah, una chica de dieciséis años, se acaba de mudar con su familia a un barrio de Mostganem, en la Villa Verde. Un día cualquiera le llega por error una carta de Adam, un chico que va en búsqueda de su padre. Este, decidido a no volver a casa sin...