—Hesido secuestrada— pensóSarah.
Llevabalas manos atadas hacia atrás y estaba sentada en el suelo, junto aun hombre que no conocía. Ese hombre era el que la había llevadohasta allá y no era Adam. Era calvo, gordo y llevaba barba. Estabasentado también en el suelo a un par de metros y no le dirigiópalabra alguna.
Sarahinsistió que le dejase ir, que no tenía nada que ver con un tipocomo él. No sirvió de mucho. Pasaron varios minutos antes de que unpar de hombres más llegaron.
—Ktoona—dijo uno de ellos señalando a Sarah con un gesto de cabeza. Esehombre llevaba un chaleco de camuflaje y un rifle en la mano.
Sarahquedó atemorizada al ver el rifle.
—...V zdanii— escuchóSarah. El hombre gordo la miró.
Hablaronentre ellos en ruso, Sarah no entendió ni una pizca. Más tarde, elhombre del rifle le preguntó en inglés:
—¿Quiéneres y qué haces aquí?
Sarahse sorprendió al escucharlo hablar en inglés. ¿Por qué nohablaban en árabe puesto que se encontraban en Siria?
—Mellamo, Sarah. Estoy buscando a Adam—ella le respondió en árabe.
Elhombre gordo y el del rifle se miraron.
—Aquíno hay ningún Adam. ¿Quién te ha mandado?—preguntó con amenaza.
—Nadie,solo vengo a buscar a Adam.
—Repito,aquí no existe ningún Adam. Deberías marchar a casita con tuspapis, te estarán buscando.
—Nohasta encontrar a Adam.
—Túmisma, pero si quieres cenar un sándwichdecarne de rata como nuestro amigo, adelante—dijo señalando al hombre que estaba en el suelo.
Nadiemás habló. El hombre del rifle se acercó a la puerta por dondeentró y dejó su rifle antes de salir. Todos salieron excepto elhombre gordo. Estaban en una habitación gris, como el resto deledificio, pequeña, desamueblada y a oscuras. Lo único que daba luzera una bombilla que salía del techo.
—¿Puedesdesatarme?— le preguntóSarah.
Elhombre gordo hizo caso omiso de lo que le dijo. Diez segundos mástarde se puso de pie, se le acercó y la desató.
—Deberíasir a cenar con tu familia hoy, mis compañeros son hombrespeligrosos— le dijo mientrasle soltaba las manos.
Losdos oyeron pasos a lo lejos.
—¡Nejm-Eddine!Acabamos de llegar de...— elhombre que hablaba calló cuando lo vio desatando las manos de Sarah.
Erancinco hombres como él, mayores y grandes.
—¿Quiénes esa, Nejm-Eddine?— unhombre más apareció por detrás, apartó a los demás para poderpasar. No era como los demás. Parecía más joven, llevaba unacamiseta blanca, unos jeans verdes militar y unas botas de montañanegras.
—Adam...-Sarah se lo quedó mirando. Era exactamente como salía en lafotografía que una vez le mandó a su tía. Alto con el pelo negro ydelgado. En esa posición y con esa voz grave le recordó a su actorfavorito, salvo que no tenía los ojos azules.
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Las cartas de Adam #Wattys2018
RandomSarah, una chica de dieciséis años, se acaba de mudar con su familia a un barrio de Mostganem, en la Villa Verde. Un día cualquiera le llega por error una carta de Adam, un chico que va en búsqueda de su padre. Este, decidido a no volver a casa sin...