Queridatía,
Teecho muchísimo de menos. No hay día que no llueva este otoño, sivieses por solo un momento en qué situación están todos aquí, teencerrarías en casa durante mil años. Necesito a alguien, alguienque me ayude a arreglar todo este alboroto, y cuando digo 'alguien'me refiero al mundo entero, ¿cómo pueden estar tranquilos enEstados Unidos mientras sus habitantes comen hamburguesas y lospolíticos lanzan tsunamis mortales de rechazo e ignorancia? Quisieraque se pusiesen en la piel de la gente siria, basta de las fronterasde religiones y razas, deberían oprimir esto. Sé perfectamente queno formo parte del problema pero me lo he estado tomando como unasunto personal y voy a estallar pronto, tía. Estallaré si no searregla pronto.
Puedesseguir contactándome en la misma dirección,
Milesde recuerdos,
AdamM.
3de octubre del 2016
Siria
***
QueridoAdam,
Sipudiese iría ahora mismo a ayudarte, sé que no solo la situaciónde tu padre te angustia sino también la de la propia población. Megustaría informarme más sobre el estado de tu padre, hace bastanteque no oigo nada.
Llevovarios meses escuchando las últimas matanzas de Damasco y de losrebeldes, espero que, a pesar de todo, encuentres a Dany.
Esperomás noticias.
Viernes,28 de octubre del 2016
Argelia
***
Queridatía,
Nohay mucho que contar, estaré en alguna misión estos días, esprobable que reciba tus cartas más tarde de lo que podría ser,estoy investigando en varias zonas. Es como si estuviese buscando elpeligro, allá donde ha habido algún ataque es donde podríalocalizar a mi padre, por lo tanto, no hay día que no corra peligro.
Teiré informando.
Milesde recuerdos,
AdamM.
11de enero del 2017,
Siria
Aesa carta Sarah no respondió. Habían pasado varios meses, conocíamuy poco sobre la familia Mikaelson pero a Adam ya le había cogidocariño. Las palabras que contaba ese chico eran las que necesitabaoír de tanto en tanto con un tono agraciado, aunque nunca lo hayaoído hablar, y con esa chispa que la animaba a seguir con suaburrida vida cotidiana. Regularmente, carta tras carta, de lasdocenas que había recibido, enseñó solo un par de ellas a su amigoAhmed. A él no le provocaba tanta magia como a ella, pero sentíacierto interés por cómo acabaría esa historia. Quedaban los finesde semana en el jardín de Villa Verde sentados en los sillonesmientras contemplaban la villa, admirando cómo habrían vivido losMikaelson antes de que los Slimani llegasen.
—Nuncales veías salir de casa, eran gente reservada—le contó Ahmed un día.
—¿Habíasvisto alguna vez a Adam?—Sarah no se guardó la pregunta para sí y con Ahmed se sentía librede preguntar cualquier cosa.
—Tengovagos recuerdos, para ser sincero.
***
Lastardes después de clase pasaban volando. Era el último año en elinstituto y los alumnos se preparaban para los exámenes finales,antes de una posible entrada en la universidad. Ahmed y Sarahrepasaban las lecciones de economía en la cafetería Asriyaenfrentedel paseo marítimo de Mostaganem mientras se bebían a prisa su cafésolo. Había un hombre con la barba blanca leyendo un periódiconacional a un par de mesas lejos. Les echaba una mirada con la pipaen la boca cuando alzaban la voz, para recordarles que él también,de alguna forma u otra, estaba estudiando. De vez en cuando, cuandoya daban la hora de estudio por terminada, echaban la mirada hacia elhorizonte, donde no se veía nada más que mar:
—¿Túcrees que estarán bien ahora mismo?—preguntaba Sarah con nostalgia en los ojos.
—¿Quién?,¿Ellos dos o todos?
—¿Sabes?,si ahora buscas una imagen en internet, no encuentras nada más quefotos tristes, de bombas, destrucciones, imágenes que te derriban lavista y que echan la ética a un lado: ruinas, niños, familiasenteras. Ya no es lo que fue hace un par de años. Recuerdo quecuando era pequeña y fui con mis padres a Siria, aún antes de queadoptásemos a Lina, hacía una calor mortal. Apenas salíamos delhostal donde nos quedábamos y nos volvíamos morenos. Todo eraprecioso, todo románico y dulce. A la hora de rezar, durante laprimera salat del día, a las cuatro de la mañana, pasaba unhombre por el barrio tocando un pandero de tamaño medio, como en losantiguos tiempos. La primera noche que pasamos allí fue mágica, lorecuerdo como si fuese reciente. En el hostal la gente que te servíavestía de manera tradicional, todas las mujeres llevaban el veloalrededor de su cabello y los hombres llevaban túnicas blancas ysandalias oscuras. Los hombres mayores se dejaban crecer una barbacon respeto a la religión, todos dignos de ella. La primeraimpresión que tuve de ellos fue muy amigable, no hay rechazo,aceptaban a la gente que venía como si fuesen parte de su familia,no solo en el hostal, sino también en la ciudad; de hecho el paísentero parecía de un solo linaje.
Ahmedno la interrumpió en ningún momento, la dejó hablar para quedesahogase esa nostalgia que sentía. La miró de reojo y la vio conlos ojos llorosos.
—¿Algunavez has vivido una noche como en el cuento de Las mil y una noches?Creo que lo que vi allá se parecía. Debían de ser las cuatro de lamañana cuando un hombre pasó por la calle tocando el pandero y medesperté de un susto. Miré por la ventana y ahí estaba: un hombrecon una túnica marrón de algodón, a pesar de estar en plenoverano, que le llegaba hasta los tobillos y llevaba la cabezacubierta con una capucha. Las luces de la calle se iban encendiendo yal cabo de unos minutos varias personas salían en dirección a lamezquita. Yo, al ser la primera vez que era despertada a esas horas,no pude volver a dormir así que me quedé contemplando las estrellasdesde la ventana. Ya llegada la mañana, salimos a dar un paseo porla ciudad, entramos en varios mercados y ¿qué decirte sobre ellos?Extraordinarios, miles de diferentes especias ordenadas a lo largodel corredor central y olores que te refrescaban la mente. De allícompré un monedero hecho a mano...
—Pero,¿qué quieres hacer al respeto? ¿Por qué te sientes culpable detodo lo que está pasando? Todo ha cambiado, no vas a encontrar denuevo tu noche de Las mil y una noches favorita. Quiero decir, no temeterías en los asuntos nacionales sirios para encontrar a un hombreque tal vez esté muerto, ¿no? Además, estás en contacto con unapersona con la que no deberías, ¿acaso le has confesado que eres túla que contesta, que no es su tía Farah la que sigue viva? Sabesperfectamente que es muy egoísta de tu parte. ¿A qué esperas?, ¿adecírselo en persona?
Nadiemás habló, volvieron a casa en silencio y se despidieron, cada unopor su calle.
ESTÁS LEYENDO
Las cartas de Adam #Wattys2018
RandomSarah, una chica de dieciséis años, se acaba de mudar con su familia a un barrio de Mostganem, en la Villa Verde. Un día cualquiera le llega por error una carta de Adam, un chico que va en búsqueda de su padre. Este, decidido a no volver a casa sin...