Sonrojos

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Mark era un omega dulce, tímido e inocente. Totalmente fácil de sonrojar.

Sus mejillas se coloreaban por cada pequeña insinuación que se le hiciera, por el cansancio, por el esfuerzo, por la vergüenza, por el enojo, por el llanto, por la excitación, por todo.

Pero sus sonrojos eran tan comunes como cortos, en menos de un minuto el rojo desaparecía de sus mejillas y su rostro volvía a su tono canela de siempre.

Sin embargo, Samira amaba hacerlo sonrojarse, de todas las formas posibles.

Le encantaba insinuarsele y ver sus cachetes volverse rojos por la vergüenza.

Le gustaba hacerle pequeños detalles como llevarle flores y chocolates y ver el rojo en su cara cachetona al sentirse consentido y amado.

Adoraba besar su cuello y ver la excitación convertida en color rojo, y el satisfacerlo en la cama porque sus mejillas no perdían el color del calor y el esfuerzo.

Le gustaba hacerle pequeñas bromas y ver sus adorables enojos, donde su rostro parecía estallar como un globo rojo.

Le gustaba dedicarle canciones al oído, recitarle poemas y decirle todo lo que le hacia sentir, porque su pequeño omega era tan sensible que lloraría de la alegría y sus mejillas se colorearían de un rojo suave.

Pero mas que todo eso, amaba decirle te amo, no solo por ver los tonos rosados que tomaría su rostro, sino porque sabía que con la voz mas dulce que podía haber él le diría yo también te amo.

Y eso, a Samira le encantaba.

Por otra parte, Samira no era fácil de sonrojarse.

Tomaba las insinuaciones sexuales como si de bromas para niños se trataran, al enojarse su rostro se mantenía indiferente y serio, eran pocas las cosas que podían hacerle sentir vergüenza y por nada del mundo lloraba.

No era fácil que se sonrojara, pero cuando lo hacía, el rojo perduraba minutos enteros en su rostro usualmente pálido.

Y por eso a Mark le encantaba hacerla sonrojarse, cuando levantaba antes que ella por las mañanas y le llevaba el desayuno a la cama.

Cuando entraba de improvisto mientras ella estaba en la bañera y le masajeaba los hombros o lavaba su espalda y cabello.

Cuando salía antes de clases y la esperaba con una de sus paletas favoritas fuera de su salón y al verla salir corría a sus brazos.

Cuando le decía cuanto la amaba con palabras dulces y sinceras.

A Mark le gustaba hacerla sonrojarse, porque eran pequeños detalles que él había descubierto los que hacían que sus mejillas se colorearan de rojo, porque eran detalles que solo el podía tener para con ella.

Porque solo él podía hacerlo, porque solo él la amaba de esa forma y ella solo le amaba a él.

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