Sonrisas

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Mark lo odiaba, pero había algo que hacia su sonrisa única y perfecta a los ojos de Samira.

Y no hablaba de sus bonitos y rosados labios, ni de la pequeña y delicada lengua que se asomaba en ocasiones.

Tampoco se refería al pequeño y casi imperceptible lunar en la esquina de su labio inferior. Ni siquiera hablaba de como se encogian sus ojos y se formaban las lindas arruguitas en las esquinas.

Y por sorprendente que fuera, tampoco hablaba de la cantarina y pequeña risita que soltaba cuando lo llenaba de besos, o de los preciosos hoyuelos que se asomaban cuando sonreía avergonzado.

No, Samira amaba todo aquello, pero había algo que la superaba, algo que llamaba su atención cada que la sonrisa de su pequeño novio aparecía en todo su esplendor. Algo que la había enternecido desde el primer momento, desde el primer encuentro y la primera sonrisa.

Y eso es el pequeño dientito frontal de su amado, blanquito y levemente chuequito. Samira lo amaba, lo adoraba y se negaba a apartar su vista de él. Porque la enternecia, hacia ver a su novio como el chico más hermoso del mundo, porque tenía la sonrisa más hermosa del mundo, de su mundo, su pequeño Mark.

Y no entendía como Mark podía odiarlo, incluso ella se resistía a besarlo con tal de seguir viendo la belleza de su sonrisa antes de interrumpirla con sus propios labios.

Y Mark lo sabía, y por eso se negaba a arreglarlo, porque a pesar de que a él no le gustaba y le parecía una imperfección, recibir los besitos de su alfa repetidamente mientras le decía lo tierno que se veía con ese coqueto dientito, era lo mejor que podía pasarle en el día a día.

Porque su pequeña imperfección era la causa de una de las cosas que más amaba en el mundo, y eso era la sonrisa de su amada, con sus dientes blancos, sus mejillas abultadas y sus finos labios que se coloreaban de rojo después de besarlos por un largo tiempo.

Y si su propia sonrisa era capaz de hacer a su alfa sonreír, entonces mostraría su pequeña imperfección cada que le fuera posible.

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