Lucha y respeto

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El amor está basado en algo más que la confianza.

Los tiempos apenas estaban cambiando, los omegas aún tenían que luchar por una oportunidad de trabajo y las alfas mujeres debían demostrar su valía como alfa.

Cuando Samira conoció a Mark, supo que las cosas serían difíciles, pero también supo que si esa sonrisa podía sorprenderla de tal manera, entonces nada sería imposible.

Su relación había sido poco más que complicada. Un omega acomplejado y rebelde, y una alfa marginada que peleaba en las calles. Ambos víctimas de sus propias cadenas, buscando la llave a ciegas.

Encontrar otra piel cálida y lastimada, no podía ser otra cosa que un consuelo, un ancla a la desastrosa realidad que luchaban por superar.

La primera vez que se vieron había sido causa de unos amigos, Samira había ido a base de engaños a una cita con una amiga de Mark, quien en medio de sus nervios había terminado pidiéndole que la acompañara.

De inmediato sintieron rechazo por parte de su lado humano. Samira había sido dejada de lado por los omegas desde siempre, la dificultad por poder sobresalir como alfa entre tantos hombres la dejaba en última instancia como un prospecto para relacionarse más allá de un encuentro casual. Y para Mark, la sola idea de convivir con un alfa ya era un infierno, acostumbrado a las ideas retrógradas e hirientes que solían tener sobre los omegas, en especial sobre él, que siendo un omega varón, se tenía la imagen de que no era bueno ni para criar a una familia.

Sin embargo, su amiga Nuvee, la beta con quien se supone Samira saldría, notó de inmediato una curiosa atracción entre ambos, así que a pesar  de que la alfa había llamado su atención, decidió hacerse a un lado.

De alguna forma logró dejarlos solos en aquella cafetería cerca de la plaza de las fuentes.

Se hicieron compañia por puro compromiso, Mark estaba harto de los alfas y Samira no quería tener que batallar con un omega, el acuerdo estaba implícito en sus propias posturas incómodas.

Pero todo cambio cuando en un descuido de Samira, quien había ido a tirar los vasos desechables de sus cafés, Mark había quedado solo sobre una banca en la plaza.

Todo había pasado demasiado rápido, un alfa con quien Mark solía tener peleas bastantes fuertes se le había acercado con un par de amigos.

Samira no logró reaccionar a tiempo, solo pudo abrir los ojos totalmente impactada cuando el pequeño puño del omega chocó con fuerza en la nariz de un alfa que parecía molestarlo.

La alfa corrió apenas comprendió la situación, pero fue demasiado tarde, el omega cayó al suelo cuando el otro chico le devolvió el golpe.

—¡¿Qué te pasa imbécil?! —había gritado furiosa.

De alguna forma había terminado en una pelea tres contra uno, en donde, de no ser por la sorprendente y aparentemente dolorosa mordida que Mark había soltado a uno de los chicos cuando lograron atraparla, habría perdido.

Habían terminado ambos en el departamento de la mayor, sentados en el sillón del recibidor con un botiquín sobre la mesita de centro y un montón de palabras maldiciendo a todo el mundo.

—Pero en serio, ¿qué pasaba por tu cabeza cuando le diste ese golpe?

Mark entrecerró los ojos, juzgandola rápidamente. —¿Acaso estás diciendo que por ser omega no puedo defenderme?

—No, estoy diciendo que solo un idiota se metería en un tres contra uno. —el castaño la miró mojar un algodón con alcohol en silencio, una pequeña sonrisa queriendo asomarse entre sus labios.

—Tú también te metiste en un tres contra uno cuando me... —mordió su lengua y frunció el ceño, negándose levemente a aceptar que un alfa lo había defendido. —No es como que haya ocupado tu ayuda realmente.

Samira lo miró alzando una ceja por el comentario, lo observó un momento y de alguna forma supo exactamente que decir.

—Bueno, yo sí ocupé la tuya. —Mark jadeó sorprendido cuando la chica lo tomó de la mandíbula y lo obligó a verla para poder limpiar la herida de su nariz y labio. —Si no hubiera sido por esa mordida, tal vez seríamos nosotros los que habrían quedado sin ropa en mitad de la plaza.

El omega hizo el amago de sonreír antes de que su rostro se deformara en una mueca por el ardor.

—¿Qué? ¿Puedes soportar un par de golpes pero no un poquito de alcohol?

Mark la fulminó con la mirada por la burla y le dió una palmada en el muslo, Samira rió, quejándose después por sus propios moretes. El menor se tomó la libertad de arrebatarle el algodón y usarlo para curarla a ella.

—¿Por qué te metiste en la pelea? —habló después de un momento en el que Samira se había dejado hacer intentando retener sus muecas, y Mark realmente esperaba que la respuesta fuera algo como “a los omegas no se les toca”, pero lo que recibió no estaba dentro de sus planes.

—Golpear entre tres a una persona que solo intenta defenderse es de cobardes.

El omega se quedó estático ante la palabra “persona”, pero pronto la sonrisa se estiró sobre sus labios, y Samira quedó atrapada en ella, en los pequeños hoyuelos que apenas y eran perceptibles, en las leves arruguitas que se formaban en las esquinas de sus ojos, en la posición que tomaba su nariz, en la manera en que sus mejillas se abultaban, y en el precioso y coqueto diente chuequito que parecía gritarle que lo amara.

—Gracias. —lo escuchó decir, pero Samira sintió que era ella quien debía dar las gracias. —No sabía que había alfas tan geniales como tú.

El primer paso que había definido la dirección de su relación había sido ese, el respeto mutuo, a sus intereses, sus ideales y sobre todo, a sus personas.

Habían encontrado con quien compartir la lucha constante de sus vidas, agregando esta vez una más.

La lucha por ganar el corazón del contrario. Esa tarde se sonrieron completamente comprometidos con su nueva meta personal, porque incluso si ahora no lo sabían, ninguno de los dos descansaría hasta haber entrado por completo en la cabeza del contrario.

Aunque para eso no faltaba mucho realmente.

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