Primera vez

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Por sorprendente que fuera, la primera vez que tuvieron sexo fue por iniciativa de Mark.

Llevaban cerca de ocho meses saliendo formalmente y ya estaban acostumbrados a pasarla en el departamento de la mayor en sus ratos libres entre la universidad y sus trabajos de medio tiempo.

Para ese punto ambos ya estaban seguros de que no encontrarían a nadie más con el cual se sintieran igual de cómodos en mucho tiempo.

Pero había algo que molestaba a Mark y aunque no lo admitiría nunca, estaba comenzando a generarle inseguridades; Samira no había hecho ni el más mínimo gesto de sentirse sexualmente atraída por él, ningún movimiento, ni siquiera un roce. Nada, no había nada.

Sus besos eran tranquilos, sus caricias no pasaban de pequeños roces a su espalda y su mirada siempre estaba en su rostro.

Mark jamás imaginó que algún día querría algo así, pero él realmente deseaba que la alfa no lo mirara a la cara por una maldita vez en su vida y se diera cuenta de lo que su cuerpo podía ofrecer.

Y ahí se encontraba, intentando pateticamente que Samira mostrara un mínimo indicio de tener libido.

—Oye, Sami. —llamó el omega, recargado en el antebrazo del sofá, subió sus piernas desnudas sobre el regazo de la mujer y aparento indiferencia cuando rozó una de ellas con el vientre bajo de la alfa. —Mira, me salió un lunar en el tobillo.

Samira lució un poco desconcertada antes de desviar su mirada hasta los pies sobre ella, topandose con un pequeño punto café sobre la piel morena, justo arriba del hueso que sobresalía en el lateral.

—Está muy bonito, bebé. —sonrió levemente antes de regresar la vista hacia la televisión y continuar con la película que se supone estaban viendo, pero a la cual Mark no había prestado nada de atención.

El omega mordió un poco su lengua y luego se recostó un poco más en el sillón, flexionando las rodillas en un intento de llamar la atención de la alfa, cuando esto no funcionó, pasó su pierna derecha por sobre la cabeza de la mayor y la dejó en el respaldo del mueble, dejando sus piernas descaradamente abiertas para Samira.

—También tengo uno en el muslo, ¿quieres verlo? —preguntó mientras su mano izquierda se movía lentamente hasta el interior de su pierna. Samira continuó con la mejilla recargada en su mano y la vista fija en la televisión.

—No hace falta, bebé, estoy segura de que está precioso también. —aseguró en un tono desinteresado. —¿No crees que la película está muy aburrida? ¿Quieres cambiarla? —preguntó después, volteandolo a ver, Mark forzó una sonrisa.

—Seguro, iré por más palomitas en lo que buscas una mejor. —pasó de vuelta su pierna por sobre la cabeza de la alfa y se enderezó, queriendo poner en marcha su última idea.

Ese día se quedaría a dormir en el departamento de Samira, por lo que había escogido la ropa más reveladora que había encontrado para dormir. Y aprovechando el demasiado corto short negro de algodón que llevaba puesto, simuló acomodarse la ropa interior, mostrando a la alfa parte de su trasero.

Mark determinó, que si eso no hacía que la mayor le diera aunque sea una pequeña mirada, entonces había algo mal en él.

Tomó el tazón con las semillas sobrantes y caminó moviendo las caderas hacía la cocina. Disimuladamente miró por sobre su hombro. Casi gritó frustrado cuando vio a Samira presionar los botones del control aburrida.

...

¿Quién dijo que tener un omega sexy era una bendición?

Samira estaba a nada de arrancarse los ojos para evitar que su cuerpo reaccionara a las maravillosas vistas que su despreocupado novio le daba sin querer.

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