Año 2118
La constante contaminación y aumento de la población trajo graves problemas al ambiente, y por ende, al mundo.
Los polos se derritieron por completo a causa de los gases del efecto invernadero, lo que ocasionó que el nivel del mar aumenta...
La era de las máquinas al fin había llegado, lo que muchos anhelaban desde hace un tiempo, se había vuelto realidad.
Ahora, las máquinas convivían con los humanos. Ellos habían sustituido a las personas para realizar ciertas actividades. Había mucha variedad. Como por ejemplo; cocineros/as, carpinteros/as, constructores/as, niñeros/as, secretarios/as, sirvientes/as, doctores/as, abogados/as, maestros/as, albañiles, amantes, policías, etcétera.
Pero así como habían personas que las apoyaban, habían personas que las detestaban. Pensaban que era incorrecto, que era un pecado al enfrentar el poder de la creación de Dios, incluso pensaban que las máquinas llegarían a revelarse contra las personas mismas y tomarían control sobre los humanos, ya que incluso algunos robots, eran tan idénticos a las personas que no se lograban distinguirlos a primera vista. Solo había una manera de lograrlo, y era poner a prueba los sentimientos que claramente no tenían. Pero bueno, no se había presentado una situación de revelación desde que se lograron fabricar estas maravillas.
El jefe de policía, John Stilinski, un hombre castaño, de piel clara algo rojiza y ojos verdes, era reconocido por liderar el Departamento de Policía de Beacon Hills, hacían un excelente trabajo, y gracias a ellos, la ciudad se mantenía en paz y tranquilidad.
Como todas las noches, su turno había terminado. Se puso a recoger sus cosas y empezó a mandar por vía Bluetooth sus archivos para que su secretario Meca, llamado Ben, empezara a archivarlos.
Una vez terminó. Se colocó su chaqueta con el logo que demostraba que era el sheriff y tomó su maletín. Salió de su oficina, no sin antes colocar llave a la puerta. Empezó a recorrer los largos pasillos de la comisaría apreciando varias cosas, robots al igual que personas, ir de un lado a otro. Se despidió de sus compañeros con un asentimiento de cabeza y estos gustosos, se lo devolvieron.
Cruzo la puerta de entrada y se dirigió a su vehículo que era de un color negro y las puertas de color blanco. Con letras grandes y negras decía "sherriff". Un auténtico auto de policía.
Entró y oprimió el botón de encendido. El vehículo prendió al instante y sin más, lo llevó al asfalto para empezar su recorrido a casa.
En el camino, oprimió un botón de tantos que se encontraban en el tablero. Al instante, el auto cambio a su color original gracias a la nanotecnología que poseía el vehículo.
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Una vez llegó a su casa, se estacionó en el garage, al lado del Jeep de su hijo.
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