Capítulo 1: "En toda familia hay problemas"

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—¡Voy a ganarte! —se oyó la exclamación del menor.

De cuclillas frente a su hermano, defendiendo el único aro que existía frente al garaje de la casa y que en esa ocasión le pertenecía a su "equipo" de uno, se enfrentaba a su deudo con una mirada determinada.

—¡JA! —se burló el castaño, seguro de su victoria mientras realizaba varios piques con la pelota sobre el suelo intercambiando sus manos en cada rebote—. Deberás esforzarte mucho para llegar a ser tan genial como el gran Francis Jordan.

—¿Y ese quién es? —inquirió el menor enderezándose un poco a la vez que articulaba un gesto de confusión.

—¡El que habla contigo, zopenco! —se rió Francis enderezándose y lanzando el balón hacia el arco.

Encestó y esbozó una sonrisa victoriosa mientras su hermano giró y recogió la pelota cuando ésta rebotó unas veces de regreso hacia ellos. Soltó un suspiro resignado y lo miró colocando el balón bajo su brazo.

—No se vale, me distraíste a propósito.

—Ya, enano —rió su hermano, despeinándolo luego de acercarse y rodearlo con su brazo, para la próxima me ganarás. Además, ya has ganado antes. Déjame saborear mi victoria.

—Pero no es lo mismo. Quiero ganar siempre —se rió finalmente el adolescente.

—Qué ególatra.

—Mira quién lo dice —se quejó su hermano entre risas.

—Vayamos a desayunar, ya demasiado hiciste al obligarme a jugar contigo teniendo el estómago vacío. Creo que ese es mi secreto, ¿sabes?: tengo que no comer para poder ganar. Es que... hasta en eso soy asombroso —bromeó alzando la mirada de manera altanera.

Y entre risas, ambos hermanos se dirigieron a la casa e ingresaron, dirigiéndose a la cocina acto seguido. El desayuno aún no estaba preparado, como siempre. Un suspiro resignado por parte de Francis ante la escena de la mesa vacía y pronto se dispuso a cocinar. Señalando el refrán: "La práctica hace al maestro", después de varios años, se volvió un casi experto en la cocina. Él se encargaba del desayuno por la mañana, del almuerzo por la tarde, y a la noche la cena estaba lista gracias a él. Si bien podría pedirle a su madre que se encargara de eso, optaba por hacerlo él mismo después de que su propia madre se desvinculara del labor maternal por "motivos de trabajo".

Sin perder tiempo y gracias a la práctica que adquirió tras muchos intentos, el desayuno estuvo listo al cabo de un cuarto de hora. Sirvió los panqueques sobre la mesa, acompañados de unos huevos revueltos con tocino y café.

—Llama a tu hermana, Bobby —pidió mientras cortaba unas frutas—. Deja el balón y lávate las manos.

—Vale, vale, no tienes que darme órdenes —bufó molesto el adolescente que, a pesar de su molestia, obedeció.

Francis soltó una tenue risa ante la rebeldía del muchacho y la culminó en un suspiro antes de girarse y seguir con su labor de servir los platos. En su momento también había tenido esa etapa, comportándose igual de rebelde y mañoso. Quizás más. Se preparó un café luego de desatar de su cintura las mangas del mameluco que llevaba puesto, colocándoselo de la manera correcta quedando listo para su jornada de trabajo en el taller.

Al cabo de unos minutos, su hermana bajó corriendo las escaleras llamando la atención del Todd que sonrió al verla aproximarse con esa amplia sonrisa blancuzca hacia la cocina luego de haberse acercado a la puerta de entrada.

—¡Huele fenomenal! —exclamó divertida mientras colocaba sobre la mesa el periódico que acaba de tomar del vestíbulo—. Cada día huele mejor.

Athos:REDonde viven las historias. Descúbrelo ahora