Capítulo 10: "Eso ni siquiera fue una risa"

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Sólo ahí comprobó la importancia de la doctora entre el grupo, aunque no se lo reconocería. Lo útil no le quitaba lo odiosa. Pronto Linda se cercioró del buen estado de la joven y se lo hizo saber. Había sido mayor el susto, aunque las marcas sobre su cuello pudieron haberse puesto más severas de durar un poco más el agarre. Nadie se esperó que tomara esa reacción, mucho menos Jodie. Estaba consciente de que William era capaz de todo, pero nunca se esperó que llegase a tal punto. Sus palabras quedaron grabadas en su memoria: si antes no le interesaba mancharse las manos, quizás el odio lo había hecho cambiar de parecer.

—Las malditas esposas no lo limitaban tanto como creí... masculló algo afónica mientras se sentaba en una de las bancas del pasillo tras la revisión de Linda.

El frote en su cuello se debía más al nerviosismo que la colmaba. Juraría que aún podía sentir la sensación de las cadenas contra su piel, una escena que no se le borraría tan fácil de la cabeza.

—¿Puedo arrepentirme? —preguntó retóricamente al dirigir sus ojos hacia Víctor, quien se aproximaba hacia ella en compañía de George.

—Me temo que no. Pero no te hará daño —aseguró el Brown—. Lo detendremos antes de que lo piense siquiera.

—¿Segura te sientes bien? —preguntó Jason a un lado de Lou.

—Sí. He pasado por peores —comentó arrugando el ceño.

—Hubieras visto lo que pasó en la otra sala —se rió Lou—. ¡Todos salieron disparados!

—La situación nos dio un gran susto —corroboró el teñido.

Permanecieron observando su estado hasta que la salida de William de la sala de interrogatorios les llamó la atención. El Rosenzweig, con su aire imponente y esos ojos cargados de rencor, se aproximó a pasos calmosos hacia ellos. Ya no existía peligro debido a los dos guardias que lo escoltaban, pero no por eso Jodie bajaría la guardia. Entornó los ojos al verlos aproximarse, levantándose de un salto y retrocediendo un medio paso.

—¿Qué es lo que quieres ahora? inquirió de mala forma.

—Pedirte disculpas. Me dejé llevar, no debí hacerlo —se disculpó con su misma seriedad de siempre—. Te doy mi palabra que no volverá a ocurrir. Tengo muy en claro que no puedo propasarme si deseo conservar mi libertad, todo cuanto dure ésta.

Jodie arrugó el ceño.

—Ya quisieras que te creyera, pedazo de basura condecorada...

—Estoy muy ansioso por comenzar nuestro viaje —aseguró realizando una ligera reverencia con su cabeza y dejándose llevar luego por los guardias que guiaron sus pasos hacia su celda.

En silencio, los demás siguieron sus pasos con la mirada siendo Víctor el único capaz de romper el silencio en cuanto el grupo se encontró solo nuevamente. Regresó hacia los demás con esa sonrisa suya y suspiró.

—Bien, supongo que debemos ir de compras. ¿Qué dicen? ¿Tendrá mi mismo talle? —preguntó. Jodie puso sus ojos en blanco.





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