Capítulo 20: "Quizás algún día"

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Independientemente del hecho que marcó sus vidas, Jason y Víctor tuvieron que continuar. En eso consistía la vida, ¿verdad? Pérdidas tendrían siempre, quizás no tan dolorosas como la ausencia de María, pero debían superarlo si querían ser útiles para esos que aún no se habían ido y que aún conservaban una mínima esperanza de regresar.

Sería difícil, pero no imposible.

Sin embargo, ante el curso de los días, las cosas no habían mejorado completamente. Si bien, hablando en un contexto emocional, se encontraban mejor, los entrenamientos no habían dado los resultados que esperaban pese a que sí habían influido de manera positiva en la mejora anímica que ya se notaba en muchos de ellos. Día tras día, debían repetir una y otra vez las mismas órdenes para que los más jóvenes lograran efectuarlas al pie de la letra.

Era un sin fin de exhaustivas técnicas ejecutadas con el fin de mejorar y facilitar el aprendizaje de los neófitos que ingresaban al mundo bélico poco a poco, sin obtener mayores frutos de los que ya habían prometido brindar en base a sus resultados iniciales. Y aunque lo intentaran todo el día, todos los días, a todas horas, eso no cambiaría así de fácil. Los consejos de Evan y Cole eran demasiado impetuosos, no estaban acostumbrados a ese tipo de ejercicios; los de Jason, por su lado, no eran completos. Hacía falta un "mejor tacto" y mayor experiencia en cuanto a la tarea de aclarar con palabras claras cada concepto básico que ellos demostraban mediante los entrenamientos. Pero no lo lograrían tan fácilmente, y estaban conscientes de esa realidad.

Se encontraban en una carrera contra el tiempo y no estaban sacándole provecho a ese mes que Ed les había "obsequiado". Quizás no fuera muy lógico creer en sus palabras luego de lo vivido, pero ellos continuaban con la muestra y de cualquier forma debían de prepararse si querían rescatar a sus compañeros. Se encontraban en un círculo vicioso del que saldrían sólo obteniendo la ayuda adecuada, la de un experto que Víctor se encargó de conseguirles.

Una mañana, durante uno de los entrenamientos, el grupo de instructores y alumnos se encontraba ubicados en uno de los patios del centro. Habían conseguido aislar esa zona para que el resto de pacientes no ingresara y no interviniera en las preparaciones físicas. Por ende, disfrutaban de un merecido descanso en esa "privacidad al aire libre" con la que no contaban hacía algo de tiempo. En el patio estarían un poco más a gusto, sólo mientras no comenzaran las primeras nieves que amenazaban con llegar muy pronto.

Mientras descansaban Víctor se aproximó donde ellos; algunos de ellos aprovechaban para relajarse sobre el césped con sus ojos fijos en el azulado y nuboso cielo matinal, mientras que otros, sentados, reposaban esos breves instantes merecidamente obtenidos. Por su parte, algunos de los instructores aguardaban de pie la recuperación de los más esforzados del grupo. Había sido un entrenamiento agotador para los más jóvenes y para Danny, quien hacía mucho tiempo había olvidado lo que era entrenarse hasta caer.

A pasos firmes, Víctor caminó por debajo de un porche extenso que delimitaba la parte trasera de uno de los edificios y se acercó al grupo acompañado por su camarada, la última esperanza del grupo para conseguir alcanzar los objetivos colectivos.

Los dos se detuvieron en cuanto arribaron donde ellos. Víctor se detuvo y, con sus manos dentro de los bolsillos de su gabardina, los ojeó unos instantes antes de alzar la voz.

—Veo que están cansados —comentó. Ninguno se movió.

—Me duele hasta el nombre —se quejó Francis tumbado sobre el césped.

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