Capítulo 18: "El anhelo de escapar"

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Aún podía recordar la sensación desagradable que le generó el hecho de aparecer en una pocilga como esa, inconsciente y golpeada. Las paredes frías, el piso húmedo, las goteras continuas y ese silencio que de vez en cuando era interrumpido por los gritos desgarradores de las infortunadas vidas que debían perecer a manos de los científicos del italiano. Afortunadamente, no eran muchas las pérdidas humanas. Los que soportaban las primeras pruebas, seguirían siendo los pacientes predilectos para las próximas.

Hacía varios días no comía correctamente, sólo alguna que otra comida eventual que les daban cuando recordaban sus naturalezas humanas. Ahora contaba con un traje grisáceo que le otorgaban a los pacientes, la única ropa que pudo obtener luego de perder la suya. Tampoco había dormido bien, y las ojeras sobre su rostro lo confirmaban. Las únicas duchas que podía recibir eran aquellas que les daban con agua helada a cada dos días, estando en cubículos sin ningún tipo de comodidad. Por fortuna, los presos eran pocos. No pasaban de quince, a lo sumo, entre hombres y mujeres. De contar con una mayor cantidad de pacientes, probablemente Ed debería de reconsiderar la opción de convertir aquello en una cárcel.

Lo que más le aterraba era perder a ese pequeño bebé que, suponía, seguía creciendo dentro suyo. Estaba convencida de que podía sentirlo, aunque a lo mejor sólo eran especulaciones suyas; sólo quería regresar a casa, junto a Jason. Quizás no era la mejor de las vidas, sin muchos lujos y con varios problemas, pero estaba a su lado y él, estaba convencida, había sido lo mejor que pudo tener en su vida.

Desde pequeña no contó con muchas alegrías, eran reducidos en su memoria los momentos en los que rió o sólo sonrió. Las muchas vivencias la habían endurecido a tal punto que dudaba poder amar o sentir cariño por alguien más; sin embargo, gracias a Víctor, supo que eso no era cierto. Él le regaló un hogar lleno de amigos en el que se sintió aceptada y querida, además de dedicarle ese cariño paternal con el que había soñado tanto tiempo. Había aprendido a querer y con Jason supo lo que era el amor. ¿En serio lo perdería todo una vez más?

Jamás tuvo nada. Ahora que podía sentirse feliz y segura de que había conseguido algo, la vida parecía ensañarse en su contra dispuesta a hacerle perder todo cuanto obtuvo. Sabía que en la vida las cosas iban y venían y que nada era propio en su totalidad, pero eso no quitaba que quisiera pelear hasta la muerte por su hijo y su felicidad. Pero día tras día lo consideraba imposible.

No había diferencia con nadie. Tampoco lo habría con ella. En ese punto, era una más del montón. Bien pudo haber sido su amiga en otro tiempo, pero al final del día todo se trataba del recuerdo de una farsa. Una bella actuación digna de ser galardonada.

Con inestabilidad en su visión, trató de afirmarse sobre sus piernas tambaleantes antes de sentir la presencia de otros prisioneros dentro de la celda en la que ella se encontraba. Sólo quería salir de allí, pero sabía que sería imposible. De alguna u otra forma, no había manera de poder abandonar aquel sitio con vida. Las oportunidades de conseguir hacerlo se reducían a una en mil, y no era capaz de imaginarla.

Hacía algunos días la habían sacado de urgencia para trasladarla a otro sitio con su cabeza cubierta por una bolsa de tela negruzca con hedor y sensación a humedad. El oxígeno contaminado por ese fétido olor le generó náuseas que logró contener, quizás por el nerviosismo de desconocer el sitio al que era trasladada con cierta prisa. De cualquier modo, cualquier duda se disipó cuando fue llevada a un viejo depósito en otra ciudad. Pudo suponer que se trataba de otro sitio dadas las horas de viajes empleadas, aparentemente, en avión. Quizás una avioneta privada o algún aeroplano empleado para las actividades "nocturnas" del pérfido italiano.

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