Capítulo 15: "Su vieja enamorada"

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Habiendo encontrado una ruta de escape poco convencional, los otros dos sujetos aceleraron lo más que pudieron en un intento por alejarse todo lo posible del coche que les pisaba los talones. Por un instante creyeron haber ganado ventaja, pero sus ilusiones se esfumaron cuando el motor del carro se oyó aproximándose a una rauda velocidad.

Un par de velocidades más, pero todo fue en vano cuando el vehículo aceleró un poco más y se les cruzó provocando que la motocicleta de Iván chocara con la carrocería. Maestra y pupilo volaron por los aires como si se tratara de un par de muñecos de trapo, provocando un sonido seco cuando cayeron sobre el pavimento a unos metros de distancia. Rodaron un poco y permanecieron inmóviles hasta que Francis llegó donde ellos para auxiliarlos. Frenó en seco, bajó y comprobó que se encontraban ilesos cuando los examinó rápidamente con la mirada. Gracias a los equipos que llevaban puestos, el daño de cada uno no fue considerable; algunos raspones y el aturdimiento razonable a causa del golpe, pero lo superarían descansando un par de días.

—¡Rápido! ¡Debemos irnos ya! —dijo Francis mientras intentaba enderezar a Linda, la visiblemente más afectada por el golpe. Apoyó una de sus rodillas sobre la ruta y con la otra se impulsó mientras la trataba de enderezar. Ojeó a Iván y comprobó que, por su lado, se iba enderezando algo aturdido—. ¡Jodie! ¡Auxílialo! —pidió más como una orden.

A regañadientes, acató la petición. Consiguió enderezarlo cuando lo sujetó por su brazo con las mismas ganas que un sobreviviente levantaría al herido autor de una masacre, pero lo soltó cuando notó que estaba arrodillado.

Durante el esfuerzo de abandonar el sitio, oyeron el sonido del portazo. Un par de botas negruzcas bajaron y los pasos resonaron sobre el pavimento a medida que la piloto se acercaba a ellos. Curiosamente, la imagen la hizo resoplar; pasó una mano por su casi albino cabello y dejó escapar un flemático suspiro. Había cambiado en ese tiempo. Su cabello, más corto de lo que recordaba su "viejo amor", dejaba al descubierto su rostro cicatrizado, donde un rayón nítido rasgaba su piel y bajaba desde su frente hasta su mejilla. Esa simple marca le daba un aspecto tétrico a ese rostro que muchos recordaban como dulce.

—Kati... —musitó Francis, atónito al verla.

Sin mediar palabra, la mujer se acercó a pasos firmes y alzó el arma que llevaba en su mano. Le apuntó y se detuvo. Por un instante, sus azulados ojos se fijaron sobre los de Francis, sin acción aparente; sólo lo observaba con esa impasible mirada que podría disparar por su propia cuenta, carente de brillo y salpicada por un rencor que sin justificaciones hacía acto de presencia.

—Kati, por favor... esta no eres tú —aseguró alzando su mano hacia ella mientras que, con la otra, sostenía a Linda por la cintura—. ¿Qué sucedió contigo...? —inquirió más para sí mismo que para alguna otra persona.

Su mirada se confundió un instante pero la tristeza era notable, como si buscara camuflar ese deje de manipulación que pasó desapercibido. Si bien el miedo de estar siendo apuntado con un arma podría ser la única emoción que lo colmara, la decepción de corroborar que ella realmente estaba trabajando con Ed era peor. Era cierto: se lo habían dicho. Pero de ahí a verlo con sus propios ojos había un largo trecho cargado de incertidumbre y pena que fue cruzado de una zancada.

Pudo ver que dudaba, pero finalmente su rostro demudó a uno decepcionado al compás de una simple oración:

—Sigues siendo un amor, querido —escupió cada palabra con rencor. Le disparó y el impacto lo hizo caer al pavimento con rudeza.

Athos:REDonde viven las historias. Descúbrelo ahora