Isabela y Leo

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No recordaba ni siquiera haber llegado a la madriguera, pero conocía el lugar perfectamente.

-Veo que has despertado.- escuche la dulce voz de una mujer y al voltearme pude ver que era Isabela.

-Isa...-

-Yuuri o mejor dicho Eros.-

Parecía estar dolida conmigo, no podía culparla.

-No lamento haber matado a tu padre, si es que era lo que querías escuchar.- la chica se sentó en la cama en la que estaba acostado.

-No era lo que quería escuchar... ¿estás bien?-

Me sorprendí al escuchar que preguntaba más por mi estado de salud, pero luego recordé que Isabela era una de las personas más dulces en el mundo.

-Acabo de volver a fallar, creo que podría estar mejor.-

-Minami dio su vida por ti, eso quiere decir que no eras cualquier persona para él.-

-Mucha gente ha dado su vida por mí, pero ¿yo? Yo no he dado la vida por nadie, no puedo salvar a la gente que realmente me importa.-

Isabela se me quedo viendo por unos instantes, sus ojos siempre reflejaban mucho de ella, reflejaban su miedo, su felicidad, su paz o su dolor.

Sin embargo, no puedo entender que reflejan sus ojos ahora.

-Siempre he pensado que los asesinos, no tienen sentimientos, que por eso pueden matar a la gente...- Vaya estupidez, ser asesino no implica ser humano, claro que tenemos sentimientos y que las emociones nos dominan la mayor parte del tiempo.

La diferencia radica en que tipo de emociones son las más tienen el control en ti.

-Nunca pensé que tú, siendo tan amable, fueras quien mató a mi padre... ¿no acaso tú fuiste la primera persona que me apoyo?-

-Es parte de mi trabajo ser hipócrita, Isabela, es parte de mí tener dos máscaras, también los asesinos tenemos que ir al súper por los mandados ¿sabías?-

-Lo haces bien.-

Nos quedamos en un largo silencio, no sabía exactamente que decir o que hacer, pero tenía 2 cosas claras.

Una era que Isabela jamás volvería a ser la misma conmigo y otra es que ahora que ella sabe el secreto, corro un gran riesgo.

-No le diré a nadie si eso piensas, de una u otra forma estoy en deuda contigo; mataste a mi padre que mató a mi madre... y jamás te he tenido miedo, sé que eres un maldito y que he vivido en una farsa todo este tiempo pero espero que algún día, puedas abandonar esta vida.-

Dicen que el asesinar es como drogarse, una vez que caes, jamás vuelves a ser el mismo, pues tu recuerdo de haber caído quedara manchado en tu memoria para siempre.

-Isabela, yo... siempre fuiste una gran amiga, para la parte más humana y racional de mí.-

Isabela solo me sonrío, me toco la mejilla y salió del lugar.

No estaba seguro de que es lo que diría o haría pero preferí no pensar en eso.

De hecho no quería pensar en nada.

Salí de la cama donde estaba, me dirigí al armario, tome la ropa más grande de Kenjiro y me la puse, sentí su extraño olor en esas prendas y una punzada de dolor vino a mi corazón como una filosa daga penetrando el cuerpo de un ser.

-Lo siento.- Susurre, de verdad que lo sentía.

-Yuuri.- Voltee a ver a Yurio que entró sin avisar al lugar solo le sonreí y salí de ahí con él.

Eros...¿quieres amar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora