Después de una semana de relativa tranquilidad en la que mediante la fiel compañía de Manuela había logrado mantenerse bajo control, siempre entablando una especie de límite para evitar sobrepasarse con uno de sus chicos.
Ya pasada la media noche Shiro aún estaba en su oficina, repleto hasta la cabeza con papeleo. Estaba realmente cansado y ansiaba más que nada ir a su cama al encuentro de sus ángeles, pero hace ya unas cuantas horas les había dado las buenas noches informándoles que probablemente no iría a la cama hasta acabar.
Paso su mano derecha sobre su rostro una vez más tratando evitar que el sueño le ganara, cerró sus ojos un momento dejándolos descansar. Cuando los abrió se encontró a su dulce Keith mirándolo desde el umbral de la puerta. Traía tan solo una enorme camiseta, que por supuesto le pertenece al mayor y sus bóxers de dinosaurios.
— Shiro, ya ven a la cama — pidió con un leve puchero, el mayor se alejó un poco de su escritorio y se palmeó suavemente las piernas a modo de invitación para que el chico se sentará en ellas. El pelinegro, quien no había tenido su atención al completo desde la llegada de Lance, se apresuró a subirse en las piernas del mayor colocando cada una de las suyas a los lados de la cadera del ojigris.
— Alguien está ansioso — señaló con un pequeño tono de burla mientras colocaba sus manos en la cintura del más bajo y empezaba a acariciarlas con delicadeza.
— Es porque ya no me consientes — se quejó refunfuñando, se cruzó de brazos indignado rozandose contra Shiro sin notarlo.
El ojigris apenas pudo contener el jadeo que quiso salir de sus labios por aquel roce tan sutil, tomó el rostro de su ángel con una de sus manos levantando su barbilla para darle un tierno beso en los labios. Por obvias razones el pelinegro se aferró al mayor colocando los brazos alrededor de su cuello volviendo al beso uno lleno de desesperación y excitación.
El autocontrol que tanto le había costado al ojigris se esfumó casi de inmediato, tomó con ambas manos la cadera del menor y empezó restregarse contra él. Elevando sus caderas contra las ajenas provocando que sus erecciones se frotasen, los gemidos del sumiso no tardaron en llegar. Dulces, delicados y excitantes, Shiro aún no lograba entender cómo aquellos pequeños y fugaces sonidos podían ponerle tanto.
Sin notarlo siquiera ya había liberado su erección, bajando apenas sus pantalones y ropa interior, de la misma forma se deshizo de aquellos adorables bóxers de dinosaurios. Y en un moviendo ágil recostó al pelinegro sobre su escritorio en el único sector libre de papeles.
A penas consciente empezó a arremeter contra el chico frotando sus erecciones cada vez con más fuerza, en ningún momento dejó de besarlo, dándole a penas tiempo para recuperar el oxígeno necesario para continuar.
Con el poco de cordura que aún mantenía, libero la boca del joven de ojos violeta para atacar su cuello con ferocidad mientras los gemidos volvían a resonar por toda la estancia.
Cuando se sintió cerca, se aseguró de dejarle una enorme marca de mordida al menor en un sector que sabía no podría ocultar.
— Shiro... ¡Espera!.. voy a... ¡No!— sin poder contenerse más, ambos se dejaron llevar por un liberador orgasmo, sus mejillas coloradas y respiraciones agitadas.
— Shiro... — llamó con voz débil y cansada una vez pudo respirar con normalidad y dejar de estremecerse de manera tan violenta.
— ¿Si? — trató de responder, estaba feliz y se sentía más relajado que nunca.
— Adoro que me consientas —
De pronto la respiración de Keith se relajó por completo y el ojigris quiso golpear su cabeza contra el escritorio.
Tenía una segunda erección y si no fuera porque Keith se había dormido, se habría dejado llevar.
Oh, estos niños sí que iban a matarle.
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Un Amor Poco Convencional
FanfictionLo ofrecido es deuda he aquí lo que les comenté que haría.