Capítulo 11

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— Juro que la próxima vez que tengamos visitas los encerraré en su habitación, en el armario — después de que Shiro básicamente espantara a Lotor a punte disparos cerca de sus pies, los chicos habían roto a llorar.

Preocupado por sus chicos se había acercado a ellos para hacerles mimos y quitarles aquella horrible sensación.

— Daddy, tengo miedo — ambos chiquillos sollozaban, fuertemente sujetos al mayor quien acariciaba sus espaldas con suaves pasadas y dejaba cariñosos besos por sus rostros. Estaban aún en el enorme sofá, cada uno sentado en una pierna del mayor lloriqueando.

— Díganme donde, los tocó. Borraré hasta el último rastro que quede en ustedes — cada uno tomó con sus manos, la mano del  mayor que correspondía a su posición y  la colocaron en los respectivos lugares, sintiendo aún aquella horrible sensación, pero no durante mucho ya que el mayor no dudó en empezar a reemplazar aquella sensación, con la de sus suaves pero varoniles manos.

Levantó la camisa de Lance para poder acariciar con su boca sus delicados pezones e introdujo su otra mano bajo las pequeñas bragas de Keith para amasar y acariciar su redondo trasero antes de empezar a acariciar su entrada. Del mismo modo, se acomodó para mantener sus rostro bajo la sudadera de Lance y de este modo seguir dándole atención a su pecho mientras jugaba con su pequeño orificio.

— Daddy, hazlo — el dulce gemido del muchacho de ojos violetas lo dejó descolocado antes de introducir por completo un primer dedo en su entrada, mientras que en la del tierno ojiazul introducía el segundo.

El pelinegro entre jadeos colocó sus manos al rededor del cuello de su Daddy para empezar a lamerlo, besarlo, y dejar pequeñas mordidas de tanto en tanto. La sala de estar que antes estaba fundida en pequeños sollozos ahora se ahogaba entre gemidos, jadeos y gruñidos.

El castaño movía sus caderas con destreza sobre el miembro del mayor, mientras los dedos de esto se hundían dentro del pelinegro buscando aquel punto de enloquecedor placer.

De un momento a otro cambiaron su posición, el mayor de dejó caer en sofá con el castaño aún sobre su miembro mientras colocaba a Keith sobre su abdomen bajo frente a Lance.

— Vamos, hagan un buen show para Daddy — los sumisos presos del placer ya habían olvidado al detestable canoso depravado, ahora solo podían pensar complacer a su Daddy y eso es justo lo que estaban por hacer. Se colocaron un tanto de lado para no hacer muy complicado el que el castaño cabalgara el miembro del mayor, pero que este pudiera osbervar.

Se besaron con intensidad jugando con sus lenguas, el ojiazul mecía sus caderas de adelante hacia atrás mientras el pelinegro profundizaba el beso, con sus manos en las mejillas del más alto, también meciéndose de adelante hacia atrás contra él, frotando sus miembros.

Que orgasmo tan excitante les había alcanzado.

Un Amor Poco ConvencionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora