Habían 3 cosas que tzuyu detestaba en específico:
* Adolescentes bipolares
* Drama innecesario
* Personas manipuladoras (vamos, ¡déjenle ese trabajo a ella!)
Nunca pensó que este conjunto vendría en forma de chica; una hermosa y malvada chica, cabe...
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Tal vez el 'servir para algo' no es lo mío.
No es como si fuese idiota o lenta, al contrario la verdad. Soy una jodida diosa. Más yo pienso, idealizo, imagino y formo un ramé; pero ahí queda, en mi mente. El ser práctica es tan abstracto para mí. Casi igual que el ser responsable.
Realmente soy un desastre andante, pero si no me importa a mí a más nadie debería de hacerlo, ¿no?
Ejemplo: aquí estoy. El reloj en la pared marca las 3:23 am, tres guías y un cuaderno yacen sobre mi escritorio, (desordenado, cómo cosa rara), y sólo falta la estúpida telaraña sobre ellos para exasperar lo muy poco que les he prestado atención desde que me digné siquiera a sacarlos de la mochila. En su lugar, aquí estoy: sentada como un seguro prospecto a futuros problemas en la cervical, mirando al vacío mientras pienso estupideces y el leve meliflúo de 'If I Believe You' resuena desde mi teléfono a un lado.
Debo de despertar en cuatro horas, y mi perezoso trasero necesita mínimo ocho para ser feliz, ¡ocho! La secundaria no podría ser más que una astilla en el culo aunque lo intentáse, y si de verdad lo intentáse, sólo lo odiaria más, porque... sí. Porque quiero. Sé que es mi culpa y de mi horrible disposición u organización, pero no me culparé a mí misma a éstas horas de la madrugada. Hell no.
Suspiré hondo y me dispuse a releer por última vez los textos. Con suerte, aprendo todo fácil y rápido, así que cuento con mi inteligencia para retener lo necesario, y en el exámen puedo formular todo con mi interpretación y redactarlo con palabras grandes y buen léxico, de manera de que piensen que sé. Aunque no lo hago, claro está. Cerré el cuaderno y me tiré en mi cama, estirando mi brazo para alcanzar el interruptor de luz a un lado de mi mesa de noche y posteriormente cubrirme de pies a cabeza con mi manta peludita. Dios, cómo amo ésta parte del día. Sonrío levemente a la vez que abrazo a Paolo, mi delfín de felpa. Ésto si es placer, éstas miseras cuatro horas de sueño que tendré a continuación- que se harán tres si sigo pensado. Así que imaginándome lejos, caminando por calles modernas y luminosas, con un café en mano y mis dedos sintiendo el contraste entre la calidez del vaso y el frío de la tarde, dormí. Entre la suavidad de mi cama y el inmarcesible deseo de huir algún día.
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