Habían 3 cosas que tzuyu detestaba en específico:
* Adolescentes bipolares
* Drama innecesario
* Personas manipuladoras (vamos, ¡déjenle ese trabajo a ella!)
Nunca pensó que este conjunto vendría en forma de chica; una hermosa y malvada chica, cabe...
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Sana me llevó a una heladería en el centro de la ciudad, mi heladería favorita, casualmente. Fuimos en su coche, (Deportivo. Negro. Extremadamente hermoso) y durante todo el trayecto no pronunció ni una palabra. Querría decir que era un silencio incómodo, pero eso ocurrió a penas los primeros minutos del trayecto. La japonesa tenía un muy buen gusto musical, y mientras veía el metrópolis extenderse frente a mis ojos la música era una excelente melodía que acompañaba mis pensamientos. Además, no entiendo porqué, pero estar junto a Sana era cómodo, eso cuándo no estaba intentando joderme de alguna forma posible.
Cuándo llegamos nos situamos en una mesa cerca de las ventanas con vista a las calles transcurridas. Sana insistió en que me quedase sentada mientras ella pedía los helados, y cuando se fué hacia el mostrador observé mis alrededores. El café es bastante popular en la ciudad, por lo que siempre estaba poblado de clientes. Hoy, sin embargo, estaba un poco menos concurrido en comparación a cómo usualmente estaba. El clima el día de hoy era bastante frío, y observando cómo afuera nubes grises comenzaban a aglomerarse en el cielo, el ambiente se presentaba acogedor y sosegado. Mi mirada inconscientemente se desvió a la japonesa quién pedía en éste momentos los helados, sonriente y amigable. Sana aún vestía el uniforme de porristas con una chaqueta cubriendo sus hombros y una coleta alta recogiendo su cabello. Era hermosa, no había duda de ello, y al hablar con ella te observaba de una manera en que sentías como si las únicas personas en el mundo eran ella y tú; tenía ese aura atractiva que sinceramente, era irresistible. La parte que no comprendo es el porqué se comportaba conmigo de ésta manera, y llegar hasta el punto de chantajearme es increíble. No logro captar sus pensamientos ni sus intenciones, eso si es que las tiene o simplemente le gusta ver a los demás bajo su poder. Pero supongo por ahora no lo sabré tampoco.
- Aquí.
Me sobresalté al ver un cono de helado doble a centímetros de mi rostro, tomandolo entre mis dedos sorprendida mientras la japonesa se ubicaba en la silla frente a mí.
- ¿Por qué lo pediste doble? - dije confundida al observar el producto.
- Vi que estabas indecisa entre pedir Stracciatella o Chocolate, así que pedí ambos. - dijo la mayor encogiéndose de hombros.
Probé un poco del helado de chocolate y una pequeña sonrisa automáticamente se instaló en mis labios - Gracias. - murmuré complacida.
- De nada. - dijo la mayor lamiendo de su helado. La acción me desconcentró un poco.
- Quería hablar acerca de las reglas. - continuó la japonesa. Supongo hice una cara de desconcierto porque rodó sus ojos y aclaró: - Las reglas sobre nuestro trato, Tzuyu-ah. ¿Recuerdas?
- Ah. - recordé finalmente antes de suspirar - Sí, está bien.
- Perfecto. Primero, como si no fuése obvio, tienes que hacer lo que yo quiera. - esa afirmación me hizo estremeser - Tampoco te obligaré hacer algo que pueda herirte o te ponga en riesgo, Tzuyu. Son simples órdenes. Simplemente una mano derecha, o algo parecido.