Capítulo 25

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Ámbar.

  Finalmente llegamos a mi querida ciudad, volvimos a casa con Simón muy alegres, ambos por fin disfrutaríamos de un largo período juntos, en nuestro nuevo hogar. Una casa que está cerca del Roller, del estudio de los chicos, de mi trabajo y cerca de una gran escuela; definitivamente teníamos todo planeado.
  Luego de una disputa de años y años en la que se enfocó vidia, el local quedó en manos de Luna, así que es eso a lo que se dedica ahora. Manejar el futuro y el presente del Roller. De vez en cuando suelo frecuentar ahí con Malena, ya que Emilia ahora vive en México junto a Ramiro. Benicio se fue con Ludmila a Italia, al parecer la están pasando de maravilla.

Mis amigos ya no están, es algo que me consta.

— Hogar... ¡Dulce hogar! — exclamó mi novio entrando conmigo, mientras dejaba las maletas en la sala.

— Simón, tengo que decirte algo — interrumpí su felicidad con la mía —. ¡Nos casaremos en unos días! — grité e inmediatamente sus labios se curvaron en una sonrisa, corrió a abrazarme, recibí su gesto gustosa.

Al fin todo sale como siempre quise.

— No sabes cuánto deseo que llegue el día — susurró.

— Igual yo — ambos nos separamos.

— ¿Quieres pedir delivery?, Podríamos hacer una tarde de películas, como antes... — mordí mi labio y asentí emocionada.

— ¿Querés pizza, empanadas, hamburguesas...? — pregunté mientras tomaba el teléfono.

— Lo que tú quieras.

— Tengo una mejor idea — dejé el aparato en su lugar y me acerqué divertida a él.

— ¿Cuál? — rodeé con mis brazos su cuello y apoyé mi cabeza en su pecho mientras aspiraba su embriagador aroma varonil.

— ¿Y si cocinas para mí? — dije en un tono bajito.

— ¿Cómo qué? — acarició mi cabello mientras una de sus manos estaba en mi cintura.

— algo mexicano — pensé —. Lo que vos quieras.

— Te cocinaría mi comida favorita, pero neta que me sale horrible.

— Entonces, haz lo de siempre, tacos — sonreí —. Esos te salen deliciosos.

— Hmmm, pues bueno...

Simón.

  Terminé de preparar los últimos tacos para la cena, cuando de repente siento un beso en la mejilla, sonreí embobado. La ví sentarse en la mesada y cruzar sus delgadas piernas.

— ¿Ya terminaste? — preguntó por enésima vez.

— Sí, ya —  tomé su mano y entrelacé sus dedos con los míos.

— ¿Me das una probadita? — hizo puchero.

— primero pon la mesa, bonita — dije.

— ¿Me estás tratando como tu empleada acaso? — rió —. Dame de comer primero — me tomó del cuello de mi camisa y estampó sus labios con los míos, entonces fue cuando entendí toda la situación, sonreí entre el beso.

— Y yo pensando que querías comer de verdad... — digo con voz ronca sobre sus labios, ella ladeó la cabeza.

— Yo nunca especifiqué qué quería — relamió sus labios de una manera muy tentadora.

— ¿Entonces para que me hiciste cocinar, eh? — hice un puchero con mis labios.

— Me encanta verte cuando cocinas — soltó una risita.

  La miré divertido y la tomé desprevenida por la cintura, a lo que ella respondió enrollando sus piernas en mía y acunando mi rostro entre sus manos. Ella sonrió ampliamente mostrando sus relucientes dientes.

— Me encantas — dije mirándola con deseo, para luego robarle un beso cargado de pasión, amor y lujuria.

  Ella me volvía loco, nunca había conocido a una persona que me hiciera actuar de tal manera, pero sin dudarlo, daría lo que fuera por mantener su hermosa sonrisa en su lindo rostro. Porque la amo, porque quiero verla feliz todo el resto de su vida, ella me complementa a la perfección.

Ámbar.

Continuamos besándonos hasta que nuestro cuerpo exigía por oxígeno, ambos no estábamos concientes de cuánto tiempo llevábamos así, acariciando y besando al otro con apuro.
Sentí como él metía su mano por dentro de la fina tela de mi pijama, haciéndome estremecer ante su suave tacto. Solté un jadeo sin poder evitarlo apenas aprecié la sensación de que él acariciaba mi muslo con una mano mientras que, con la otra, mi espalda. Sus labios iban dejando un recorrido húmedo y caliente desde mi clavícula hasta la zona más baja de mi cuello.

— Simón — entreabrí mis labios soltando un leve gemido, su boca había llegado besar por arriba de la tela uno de mis pechos.

  Tomó la prenda que llevaba puesta por mis hombros y la comenzó a bajar por mis brazos, poco a poco mi piel quedaba mucho más descubierta que antes, era algo que me incomodaba, pues él seguía vestido. Lo detuve y tomé las riendas de la situación.

— Déjame ayudarte — dije en un tono sensual.

Sentimos unas voces afuera de la casa, seguido de dos toques en la puerta, mordí mi labio y me sonrojé a más no poder.

Hasta el final© | SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora