Capítulo 17

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— Joder, quédate aquí — se alejó y yo asentí un poco intimidada por su tono de voz.

Simón.

Caminé abotonándome nuevamente la camisa, giré la perilla y me encontré con una Emilia muy preocupada, alcé mis cejas sorprendido. Me corrió de la puerta y entró desesperada.

— ¿Dónde está Ám? Simón, ¿Dónde está? — habló de una forma histérica.

— Está en el cuarto... — tosí. — durmiendo.

— ¿Durmiendo? — miró a todos lados —. ¿Entonces puedes ayudarme tú?

— ¿Qué sucede, Eh? — sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a llorar.

— Pues... Verás, S-Simón... Ramiro... Él me está mintiendo con otra persona — alzó sus ojos y con sus manos abanicó su rostro —. No quiero que me deje, ¿Entiendes?.

— ¿Estás así por eso?

— Dime como te sentirías si Ámbar te estuviera mintiendo con alguien más — entrecerró sus ojos.

— Correcto. ¿Pero que quieres que haga yo? — me crucé de brazos.

— Sólo déjalo. Por maldito — entró mi prometida en bata, con su cabello dorado revuelto, se veía hermosa.

— Sí, bueno... No es tan fácil.

— ¡Vamos Em! ¡Eres preciosa! — la señaló con sus manos —. Sé con exactitud qué enamorarías a cualquier chico.

— Ám, por más que quiera, Ramiro estuvo saliendo por varios años.

— Iré a la cama — murmuré cansado, dirigiéndome a la habitación.

— Oye, ¿Te acuerdas de Matteo? — escuché a lo lejos.

Ámbar.

— Sí, me acuerdo de él — rodé mis ojos — el muy patético está con Luna en la gira.

— Bueno, hace unos cuantos de meses que me pidió solicitud en Instagram, comenzamos a hablar. Creo que me tira onda.

— ¿Es posta? — dije sorprendida.

— Pues sí... Hablamos muy seguido.

— ¡Perfecto! ¡Una excusa para olvidarte de Ramiro y una excusa para arruinar a Luna! — aplaudí emocionada.

— No te alegres Smith, no quiero nada con él.

— ¿Siquiera una aventura de dos días? — mordí mi labio y le sonreí divertida.

— No.

— ¡Dale!

— No y no, fin.

— ¿no? — bufé —. Sabes, debería yo ser la enojada con vos. Me cortaste la mejor parte.

— ¿Parte de qué? — me miró de forma pervertida.

— Del sueño, que más va a ser.

— Bueno, me iré, pero mañana necesito de tu ayuda, rubia.

— Sí, por supuesto, Emilia.

 
La ví marcharse, suspiré pesadamente y volví a dirigirme al dormitorio. Simón estaba con su celular haciendo quien sabe qué cosa, me subí a la cama y gateé hacia él.

— Amor, ya se fue — avisé acostándome a su lado y reposando mi cabeza en su pecho.

— Bien — besó mi coronilla, para después sumergirse en la pantalla de su celular nuevamente.

— ¿Qué tanto haces, ah? — pregunté curiosa.

— Estoy arreglando los temas de la boda.

Odiaba cuando se portaba así, tan... Tan frío y tan distante. Era algo que me dolía, alcé mis ojos.

— ah... — murmuré —. Simón, ¿Puedo hacerte una pregunta? — lo miré a los ojos.

— Sí, por supuesto.

— ¿Estás conmigo por compromiso o porque si querés estarlo? — entrecerré mis ojos.

— ¿Por qué me preguntas eso? — dejó su celular en la mesita de luz, luego me tomó las mejillas.

— Porque... Simplemente me dió curiosidad.

— Pues, es mi deber que sepas que te amo. Me quiero casar contigo porque quiero ser tu marido, bueno, formalmente. Ámbar, quiero amanecer a tu lado, siempre — me besó.

Esas fueron las únicas palabras que necesitaba para quedarme tranquila. Simón me quería. Y yo era feliz con eso.

  Nuestro beso fue poco a poco subiendo de tono, alterando cada vez más nuestras hormonas y la necesidad de mi cuerpo de estar con el suyo era totalmente estresante.
Lo hicimos una vez más, restando toda esa ropa que cubría nuestros cuerpos. Nos entregamos nuevamente al deseo, la lujuria y al amor. Ambos habíamos expresado una gran cantidad de sentimientos que se contenían en nuestros corazones, físicamente, aunque no suficiente. Pero con eso nos bastaba para saber que, queríamos estar juntos por siempre, aunque eso tal vez no sea posible.

La fina capa de sudor recubría nuestros cuerpos, los pechos de ambos estaban agitados tratando de normalizar nuestra respiración. Estábamos tratando de sostener la mirada del otro, aunque el cansancio nos venciera por dentro, despositando un sonoro beso en los labios finalizó nuestro acto sexual.
Finalmente mis ojos se cerraron, al igual que él tenía mucho sueño, nos abrazamos y tapamos con la colcha de la cama. Para después envolvernos en un sueño largo y agradable, hasta que sea la hora de despertar.

Era agradable sentir una brisa un poco gélida en mi rostro, me sentía acalorada entre las sábanas. Abrí mis ojos lentamente, pesaban como dos costales de papa, pero le resté importancia. Miré a mi alrededor, estaba siendo acogida por el fuerte brazo de mi novio, sentía su respiración en mi cuello.
Traté de levantarme cuidadosamente procurando de no despertarlo, primero quería ir a bañarme y después prepararle el desayuno, ya que en menos de dos horas iría a ensayar con la banda.

— ¿A dónde vas? — dijo adormilado, con una voz ronca.

— Me quería bañar... — digo.

— Me bañaré contigo entonces — sentenció, haciendo que mis mejillas se pusieran de todos los colores.

— Simón...

Hasta el final© | SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora