Capítulo 16

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— ¿Sabes algo, bonita? Se me había hecho una eternidad sin ti — me rodeó con su brazo la cintura —. Ahora que estás conmigo, todo se ve mucho más bonito.

— Pienso lo mismo, Simón — dibujé una pequeña sonrisa en mis labios.

Acunó su rostro entre sus manos, y repartió cálidos besos por todo mi rostro, cerré mis ojos con alivio ante su suave tacto. Mordí mi labio, y rodeé con mis brazos su cuello.

— Cuando haces eso me dan ganas de arrancarte los labios — soltó de repente, abrí mis ojos sorprendida —. Perdón — rió.

— Que lindo, de paso me follas la boca, como diría Cristhian Grey, ¿No? — soltamos una carcajada al unísono.

— ¿Y quién es ese? — acarició mi cabello dorado.

— Ah, no... Nada... Es un libro — reí nerviosa.

— ¡Oigan, Enamorados! — nos llamó la atención —. ¿Vamos a un bar o algo?.

— No, hoy no... Simón y yo tenemos planes diferentes — le guiñé un ojo a mi prometido mientras entrelazabamos nuestros dedos.

— Ah, ya veo... Que se diviertan, nosotros también tendremos un poco de diversión — realizó un pequeño baile con sus cejas, mi buen amigo Ramiro.

— ¡Maldito seas chileno! — los empujé para que se fueran, mientras ambos reían.

  Simón me tomó de la cintura, y comenzó a dejar un camino de besos húmedos en mi cuello. Arrugué su camisa y solté una risotada.

— Arruinas el momento.

— Lo sé, mexicano de pacotilla — bromeé y lo empujé.

— Chulita argentina — me siguió el juego, a lo que yo le respondí con una carcajada.

— ¿Chuleta? ¿Me haz dicho chuleta, Simón? — me crucé de brazos.

— Ya vas a empezar... — me tomó la mano.

— ¿No sabes cuando alguien está indignada? — me mordí el labio.

— Nunca estarías así conmigo, ven, vamos al hotel... — entrelazó sus dedos con los míos, le dediqué una cálida sonrisa.

* * *

— Fue muy lindo de tu parte haberme tirado a la orilla, posta — bufé enojada, sacándome los zapatos de taco apenas pisé la suite.

— ¡Tú hiciste lo mismo!.

— Sí, bueno, pero después de eso vos no te manchaste la cara de arena, mi amor — me agarró la muñeca y me jaló, hasta quedar a escasos centímetros.

— No te enojes conmigo bonita — murmuró y me besó.

Fue el beso más salado que había probado en mi vida, y como no si había caído de cara a la orilla mojada por las olas. Rodeé su cuello con mis brazos y comencé a pasar mis manos por su cabello mojado y despeinado. Mordió mi labio y sin pedir permiso adentró su lengua a mi boca, explorando cada rincón, hasta el más diminuto. Hace rato que no me besaba así, el tiempo que pasamos separados había borrado de mi memoria lo bien que se sentía hacer esto. Sus manos fueron escurridizas y se colocaron en mi trasero, apretándolo suavemente provocando que soltara un quejido. El sonrió entre el beso, rodeé su cadera con mis piernas y él nos llevó hacia la habitación.

—  Que linda te ves con ese vestido que te regale — lo recordó, que maravilla, sonreí al igual que él.

— Hoy prometo sorprenderte — susurré  y deposité un beso en la comisura de sus labios.

Me miró divertido y me acorraló contra la pared, no sin antes tomarme de las muñecas y hacerme levantar los brazos. Sus ojos estaban ennegrecidos y apenas podía visualizar por la oscuridad de la habitación que en sus labios se dibujaba una sonrisa perversa. Comenzó a lamer el lóbulo de mi oreja, y de allí comenzó un largo camino húmedo hasta mi clavícula. Solté un gemido al sentir como succionaba una parte de mi cuello, se sentía malditamente bien.
Mis manos bajaron hasta los botones de su camisa, los cuales empecé a desabrochar para poder despojarle ésta misma. Sus besos comenzaron a descender hasta la entrada de mis pechos, tomó los extremos de mi vestido y comenzó a bajarlo por mis brazos lentamente. El vestido cayó por debajo de mis pies, en tan poco tiempo quedé en sujetador y bragas, maldición.

Tocaron la puerta, mis mejillas inmediatamente tornaron de un color carmesí.

Hasta el final© | SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora