Capítulo 03

1.4K 95 19
                                    

Reían muy animadas, mientras que sus novios se preparaban para ensayar. Habían perdido la noción del tiempo apenas llegaron, solo faltaba Pedro y así podrían comenzar.

— Malena, ¿No hablaste con Delfi? — preguntó Nico.

— Sí, dijo que ya estaban por llegar — tomó un poco de su bebida —. Oh, casi lo olvido, viene Sol junto a ella — rodó sus ojos.

— ¿Qué? — frunció el ceño —. ¿Cómo le permitieron ustedes que la trajera?, suficiente es soportar la presencia de Delfina — se cruzó de brazos la rubia.

— Amor, Matteo se encargará de ser el telonero de nosotros — se encogió de hombros —. Por eso, es que Luna viene.

— Sol, recuerda eso — interrumpió una voz.

— ¿Vos?, por favor Lunita, andate.

  Estaba cambiada, parecía más sofisticada y elegante. Tenía el cabello con bucles, y el largo era hasta un poco más de los hombros. Como no, si con esa fortuna que poseía podía comprar medio continente.

— Oye, escuchaste a Simón, estoy permitida estar aquí — se cruzó de brazos y sonrió —. ¿Me sigues odiando?, Vamos Ámbar, eso es pasado.

— Oh, no te odio por todo lo que me hiciste — soltó una irónica risa —. Te detesto porque tuviste la gran idea de humillarme con mis ex-amigas — rodó sus ojos.

— No, disculpa, yo no quise eso — se defendió —. Ellas decidieron hacerlo, además, una cambia con el tiempo. Ya olvidé ese capricho de estar con Simón, ahora soy muy feliz con Matteo, nada puede cambiarlo.

— Eso no me importa.

— Chicas, será mejor irnos — anunció Nico —. Las vemos luego del ensayo.

  Los dos chicos se retiraron, y solo quedaron las tres mujeres. El ambiente se notaba tenso.

— ¿Por qué te empeñas en interrumpir mi vida? — soltó la mayor.

— No es cosa mía, es del destino — contestó.

— Hey, Sol, vamos al camerino de... — las miró de reojo —. ¿Qué haces acá?, no les des bola, vámonos.

— Sí, vamos — le dijo la semirubia a la pelinegra.

— No digas nada, solo... quiero ir a escuchar a Simón cantar — tiró su pelo hacia atrás.

— Yo me quedaré acá, voy a hablar con mamá y Mari — dijo tomando su teléfono.

— Está bien, nos vemos luego — salió de la habitación, para caminar por el largo pasillo que llevaba al escenario.

  Estaban tocando una de sus viejas canciones, Linda. Le traía tantos recuerdos, ese día se veía irresistible, y ahora deseaba tanto que esa canción fuera dedicada a ella.

Eres todo lo que siempre soñé, eres linda, nadie es como tú — cantó el castaño —. Nadie es como tú.

Si me gustas, si supieras cuánto, cuanto... — cantó la rubia por lo bajo.

  Se sentó en una caja que había junto a los parlantes, que se encontraban escondidos en los costados del escenario. Sonrió con ternura, oírlo cantar a él era como su relajante, era perfecto para cuando estaba tensa. Bajó una mano a su vientre y se imaginó un sin fin de cosas, una de ellas, como sería ser mamá. Era descabellada esa idea, pero no era un sueño tan lejano de conseguir, algún día quería formar su propia familia.
Él sería el padre perfecto, eso sin dudas.

  Imaginaba una niña con el pelo claro (entre castaño y rubio) y con unas ondas, ojos azules y un vestido color rosado. También a un niño, igual al papá, con un traje elegante.

— ¿Ámbar? — sonrió —. ¿No ibas a estar con Malena?.

— Quería verte, de nuevo — se levantó y caminó hacia él —. Cantaron muy bien, eh — rodeó con sus brazos su cuello.

— Gracias — besó sus labios rápidamente —. ¿Te sientes bien?, parecías un poco loca sonriendo y tocando tu panza — rió, eso le había causado gracia a la rubia, tanto como a él.

— Sí, mi amor — dijo entre risas —. Estaba pensando en algo — contestó.

— ¿Cómo estás de anoche? — dejó a un lado su guitarra y colocó sus manos en la cintura de ella.

— Uy, muy bien — mordió su labio.

~⭐~

¡Sos re divertido, Matteo! — soltó otra carcajada —. Yo no sé porque Ámbar no se arregló con vos, y decime, ¿Qué piensas hacer después de la gira? — apoyó su mentón en la palma de su mano.

— Pues, quiero lanzar mi primer disco.

— Muy bien eso, eh — sonrió —. Oh, mira quien llegó, digo, quienes llegaron.

— ¿Matteo? — preguntó —. ¿Qué querés? — dijo con cierto asco —. Estoy harta de que vos y Luna quieran estar con nosotros, no sé qué quieren lograr, en serio se los digo — lo tomó del brazo y clavó sus uñas en él —. No me van a ver llorar nunca más, ¿Entendés?, especialmente a vos.

— Hey, Ámbar — advirtió su hermana.

Una imágen vino a su cabeza.

El italiano reaccionó de mala manera, se zafó del agarre de su novia y tomó a la rubia de las muñecas bruscamente.

— ¡Me duele! — lloriqueó.

— ¡Matteo! — advirtió Simón.

— Escúchame bien, Ámbar. Porque no te lo repetiré nuevamente, ¿Entendido? — Ya a él no le importaba si hacía él ridículo frente a sus amigos, desconocidos, e incluso su novia, tenía odio en la sangre —. No me importa cuánto te duelan mis palabras y/o acciones, porque no se compara en nada con lo que le haz hecho a Luna en este último tiempo, ¿Comprendes?. Te gusta regocijarte con el dolor de otros, te encanta reírte del resto, te deleitas con el llanto de tus víctimas. Pero hoy no, mi dulce Ámbar, hoy yo me divertiré viéndote sufrir — la empujó y cayó brutalmente al piso, se largó a llorar.

  Sonrió con malicia, y apretó lo más que pudo su agarre. Él frunció el ceño y la corrió.

— ¿Qué?, ¿A qué te referís?.

— A todo el daño que nos hicieron ustedes dos, mintiendo sobre mil cosas y haciéndome daño especialmente a mí. ¿Vos te pensas que soy estúpida?, No Matteo, si no te la cobré en todos estos años fue por una simple razón — comenzó a subir su tono de voz —. El día que se volvieran a cruzar en mi camino, no me iba a detener — sonrió y tomó su bolso.

— Bonita...

— Yo no sé que tenés en la cabeza Simón, perdóname — se escucharon los tacos dando con el piso, acción que daba a saber que la rubia se estaba marchando.

Hasta el final© | SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora