Capítulo 19

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— No, espera... — me detuvo —. No estás pensando abortar, ¿Verdad?

— ni siquiera sé si quiero abortar, Emilia, de una u otra forma arruinaré mi vida, su vida — de un momento a otro sentí un dolor punzante y que me dejó ardiendo la mejilla varios minutos.

— Cállate, no digas más eso — me regañó con furia —. Simón es un chico increíble, te va a entender. Deja de preocuparte por la carrera de él, Ámbar, estará bien. Además, un bebé no es el fin del mundo, tienen la madurez necesaria, están listos.

— ¡Yo no estoy lista! — grité sollozando.

No creo poder soportar el peso de un embarazo, aún no estoy bien psicológicamente. ¡Eso es!, Malena sabrá que hacer, ella se embarazó hace unos años, seguro que ella me ayudará a aclararme las cosas.

— Oye Ámbar, Delfina nos está invitando para ir a tomar un helado, ¿Qué dices? — la miré extrañada —. ¿Qué? Delfina admitió sus errores, además ahora se está portando chévere con nosotras, nos conviene tenerla de nuestro lado.

— ¿Quiere que vayamos ahora?

— Espera — ví que tecleó unas palabras y rió —, Delfi dice que los chicos están terminando el ensayo antes del último concierto, así que quiere pasar todo el resto del día con Pedro. O sea, mañana sería.

— Perfecto. Decíle que iremos.

— Bien — su celular comenzó a sonar, atendió sonriente, la examiné y supe que algo me estaba ocultando —. Hola, sí... ¡Eres un tonto, Matt!. Correcto, te veo en el lobby, yo también — cortó y volvió a mirarme.

— Así que Matt, eh — solté una carcajada —. ¿Te andas metiendo con propiedad ajena, Mansfield? — le dediqué una mirada llena de diversión.

— luego te cuento, ¿Va? — me dijo tomando su bolso, asentí —. No hagas locuras, por favor.

— Vos tranquila, amiga.

— Te veo mañana — nos despedimos con un beso en la mejilla y la escuché decir algo más —. Oh, hola Simón — inmediatamente me alarmé y comencé a guardar todo lo que compramos con Emilia en la farmacia en una bolsa.

— Hola Em, ¿Y Ámbar? — dijo.

— Está en el baño — seguido de eso, se escuchó el sonido de la puerta cerrarse.

Traté de buscar un lugar donde poner la bolsa, corrí a la habitación y la escondí en una de mis maletas. Escuché sus pasos acercarse, cerré rápidamente la maleta y me paré chocando con él.

— ¿Andas haciendo las maletas? — se apoyó en el marco de la puerta.

— No, digo sí... — arqueó una de sus cejas — es decir, busqué algo en mi maleta.

— Ah, bien... — se acercó a mí y tomó mi mentón —. ¿Qué opinas de que tú y yo vayamos a comer algo rico por ahí?

La palabra comer me revolvió el estómago, unas leves nauceas se hicieron presente. Suspiré pesadamente y me resigné a rechazar su propuesta, no solo porque no tenía apetito, sino que tenía que ir a hablar con Malena sobre mi embarazo.

— ¿Te sientes bien, bonita?

— Sí, sólo que... Hoy estoy cansada, además necesito hablar con mi hermana de un tema importante.

Simón.

— Está bien, vé... — le sonreí forzosamente mientras pasaba mi mano por mi cabello.

— Ya vuelvo — me dió un beso en la mejilla —. Espérame si quieres — buscó su celular y cartera, para después marcharse.

Bufé, hoy se había comportado muy extraña conmigo, me evitaba todo el tiempo y es algo que me consta. Me tomé mi guitarra antes de sentarme en el sillón. Comencé a tomar unos acordes, poco a poco una melodía se fue formando.

» La soledad se hace carne en mí 
Y la noche parece un desierto 
Pero llegas tú con tu inmensa luz 
Y te declaras dueña de mis sueños

El tiempo viste un color azul 
Parecido a un suspiro del cielo 
De solo saber que te voy a ver 
Y a regalarte todos mis momentos

Vas a verme llegar 
Y vas a oír mi canción 
Vas a entrar sin pedirme la llave... «

Me quedé en silencio, hasta que mi celular comenzó a sonar. Ví el nombre del contacto y rodé mis ojos. Era Micaela.

— Hola — dije tajante.

— Hola Simón — saludó —. ¿Tienes planes esta noche, bebé? Me gustaría que vayas conmigo a una fiesta, la...

— No. Además, ya te dije mil veces que me dejes de llamar bebé, Micaela — contesté frustrado.

— Ay, pero que malhumor el tuyo, eh. ¿Y si te quito esas vibras con una noche de sexo? — abrí mis ojos sorprendido y asqueado al mismo tiempo. ¿Era necesario tanto drama?

— No, Micaela — zanjé la situación.

— Por favor... Solo está noche, acompáñame. Prometo comportarme bien — suplicó, masajeé mis sienes.

Ámbar no estaba, y yo me encontraba aburrido. ¿Debería ir?, no, no...

— Déjame pensarlo.

A los minutos tecleo unas palabras y le doy enviar, sonreí forzosamente.

Hasta el final© | SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora