¿Quien tiene el control?
…
DiProk, tierra santa, paraíso certificado, lugar de dioses, inmortalidad para todo rey que la gobierne con mano dura para preservar la paz y su raza pura.
La Tierra Santa no era nada más que un oasis en medio del enorme desierto que ahora era Irlanda, dividido por murallas hechas de partes de objetos tirados y olvidados, reteniendo a las personas que se suponían eran el pueblo de DiProk, gente enferma y desquiciada que creía ser inmortal porque sus “dioses” los bendijeron.
Todo era gobernado por el rey, el supremo, el jefe de jefes, un hombre anciano, casi espectro, casi muerto, que les hacía creer que era inmortal como su cuerpo no demostraba ser. Kenneth, tenía alrededor de 97 años, estaba semi calvo y los pocos cabellos blancos que tenía eran largos intentando aparentar su falta de juventud, sus costillas se marcaban exageradamente en su pecho blanco, debajo de estas salía una barriga intimidante y gelatinosa, todo esto lo cubría con una pechera negra con detalles grises, hecho de cuero viejo y desgastado.
El poder del rey se adhería también en todos sus hijos, todos varones por supuesto; cuatro hijos de distintas mujeres, deformados y algunos hasta con discapacidades motoras, los cuales tenían una hembra asignada, mujer que era arrancada de su familia al cumplir doce años y llevada al harén del supremo para ser una de las múltiples incubadoras vivientes para él y sus hijos.
Por supuesto el rey tenía el poder de estar con la hembra que el deseara y nadie le impediría nada.
Entre los caballeros dorados de Kenneth, estaba Mael, el mejor de todos, el perfecto jinete sanguinario capaz de matar a mujeres y niños con tal de darle a su rey lo que pidió, no era por nada su apodo.
Hoy era el día, cuando los habitantes de DiProk tendrían sus mínimas dosis de medicinas, todos reunidos en la plaza de batallas debajo del palco especial del rey, éste finalmente apareció son su pechera habitual junto a sus hijos, alzando su cetro dorado apaciguando los gritos desesperados de la multitud.
-Súbditos de DiProk-exclamo bajando su cetro, que servía de bastón- ¿Están ansiosos por sus dosis de vida? Las lágrimas que los dioses me dieron para ustedes, para sanar sus heridas y demencias-sonrió oyendo sus aclamaciones.
-Estas personas son tan idiotas-rio su hijo mayor acercándose a su hombro.
-Adirán, si supieras lo ciegos que están-rio- creo que apenas nos escuchan.
-¿Cuándo terminará esta ceremonia padre?-pregunto el segundo.
-¿Qué tanta prisa tienes Denur?-lo miro sobre su hombro- Tus hembras seguirán en el harén cuando volvamos.
-Solo termínala rápido-dijo éste ansioso, mientras refregaba sus manos huesudas.
-¿Acabas de darle una orden al supremo hermanito?-dijo Adirán apretándole del cuello.
-Diles a los demás que vayan entregando el tarrito con agua-murmuro Kenneth a Mael a su lado.
El caballero dorado dio media vuelta, bajando por las plataformas de rejas conectadas por escaleras en caracol de piedras, finalmente llego hasta donde se encontraban los esclavos ánimas, que debían salir a dar las dosis y tarros con agua permitidos para el pueblo.
Las enormes puertas de hierro se abrieron, dando paso al imperio roto, con alambre de púas reteniendo al que se supone es su pueblo, todos hicieron filas ansiosos, frotando sus manos y abriendo sus ojos, desesperados por las medicinas.
Las ánimas fueron caminando con dos tarritos oxidados cada uno, entregándoles las medidas justas a cada habitante. Un trabajo tortuoso y casi interminable.
Mientras tanto Denur, Rai y Jan se encaminaban al harén, apresurados por ver a sus hembras. La guardiana de las incubadoras les abrió las puertas, dejándoles pasar; los tres se sentaron sobre los cojines a su derecha, esperando que pasaran las hembras para elegirlas.
Alrededor de doce chicas de entre unos 15 y 20 años se pararon en ronda frente a ellos, la última niña de 12 que había entrado en el harén había muerto por la peste y luego de ella no volvieron a llegar nuevas hembras, por la infertilidad debido a diversas enfermedades las bebes nacidas en DiProk morían prematuramente o tenían deficiencias mentales.
-Anaé-le llamó Jan, el más pequeño- tú vendrás conmigo-dijo parándose para marcharse junto a la castaña a las habitaciones.
-Calíope, es para mí-sonrió Rai parándose de su lugar.
-Cassandra-dijo fríamente Denur parándose tirando a la chica.
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Matarás fuera del Cielo. [COMPLETA]
Science Fiction¿Cuándo el mundo se fue al carajo? ¿Cuándo dejamos de ser humanos? ¿Cuando las mujeres nos convertimos en simples objetos de un "rey" pagano? ... El deber de devolver éste mundo egoísta a una estabilidad moral está en seis simples hembras del Suprem...