CAPÍTULO XXXIV

6 0 0
                                    

Tú eras de un mundo perfecto, un mundo que hoy me lanzó lejos...



El sol se ocultaba a sus espaldas, burlándose de las desdichas de las muchachas, quienes se encontraban paradas en la cima del risco, abrazadas, llorando.

Lyra sostenía en brazos al bebé quién dormía como un ángel, mientras Alea sostenía en sus brazos a Calíope que lloraba a mares, en su diferencia Zenda y Lyra lloraban en silencio. Aguantando el grito o los sollozos, en lo que las lágrimas se divertían jugando a las escondidas en sus mejillas.

Una cruz de madera se alzaba en el risco, clavada en el montículo de arena donde se encontraba Neferet, sobre éste se encontraba la mascada violeta de la joven, enrollada en su "lapida".

La luz por fin dejo de interrumpirlas, dejando el desierto en un sereno e incómodo momento de decisiones.

-Tenemos que marcharnos antes que lleguen más intrusos-señaló Lyra mirándolas de reojo-Si llegaron ésos pueden venir muchos más y eso sólo significa que Kenneth nos está buscando.

-Tienes razón, ya hemos descansado mucho por hoy, seguiremos durante la noche-asintió Alea palmeando la espalda de Cali.

Zenda y Alea tomaron las bolsas pasándolas a sus compañeras. Lyra hizo un nudo en su capa y allí acurruco al niño dispuesta a seguir caminando.

La caminata de noche era pesada, quizás por el viento helado o porque no se veía nada en la lejanía y corrían peligro de que las encontrarán.

El silencio también las abrumaba, era tan cautivador que hasta parecía un espejismo, una burda señal de la muerte, que enviaba únicamente para seguir las órdenes y exterminar éste mundo repleto de perversidad y egoísmo.

En las lejanías podía verlas a la perfección, caminando una detrás de la otra con sus cabezas hacia el suelo y dispersas pero a la vez no dentro del inmenso desierto irlandés.

Era emocionante saber que ellas no sabían de su presencia, que después de todo lo que había sucedido no sabían que las había protegido constantemente.

Pero la noche era larga y el camino también.

La Tierra Extinta quedaban a un paso de la ciudad de Kaos y paso de tortuga por el puente Mil Noches.

Lyra lograba ver el amanecer en el horizonte, Máx no se había movido en toda la noche y simplemente se escuchaban sus ligeros murmullos entre sueños.

Zenda se sentó en el suelo, entrecerrando sus ojos al ver un objeto a lo lejos. Se aproximaron a la casa que estaba abandonada en el centro del desierto, escondida detrás de las sierras calavera, forcejeando las cerraduras entraron tranquilas a inspeccionar la nueva vivienda.

El bebé iba en brazos de Cali en el centro, rodeado de armas, dispuestas a protegerlo como si fuese un Príncipe.

El mismísimo Príncipe de la Tierra Extinta.

-No hay nadie en la casa, está abandonada-dijo Alea mirando el techo.

-¿Quién abandonaría éste lugar?-preguntó Zenda.

-Sobre todo está en el corazón del desierto -dijo Lyra subiendo las escaleras.

En la pared del lado izquierdo amarrado al barandas de la escalera había una antorcha encendida y a un par de metros otra un poco más pequeña, Lyra la sacó entregándosela a Alea para que se quedara con las niñas.

El arma estaba con cuatro balas, posada frente a la antorcha, esperando ansiosa por matar a alguien más.

El piso de arriba era desastroso, tierra y maderas por todas partes, las tormentas creaban desastres pero por el momento era más extraño que la casa siguiera de pie.

Una terraza estaba tapeada por maderas y algunas chapas oxidadas, dio media vuelta y siguió revisando el lugar, sin encontrar nada interesante.

-¿Hay alguien?-preguntó Zenda.

-Abandonada completamente-dijo Lyra bajando el arma.

-¿Nos podemos quedar?-preguntó Calíope.

-Sólo un par de días, pero no toquen nada que pueda delatar que estuvimos aquí-dijo Lyra tomando al bebé y entregando la antorcha a Cali.

Las chicas asintieron y caminaron juntas hasta la parte trasera de la casa que estaba cercada con chapas y maderas viejas, dejando en el centro una piscina que rodeaba aproximadamente toda la cerca.

-Quiero refrescarme -dijo Cali ladeando la boca.

-No toquen nada mientras estamos aquí Cali-repitió Alea- lo que menos queremos es que nos sigan el rastro los nómadas del desierto.

-¿Cómo haremos cuando el niño tenga hambre?-preguntó Zenda levantando la mano.

-Nos tornearemos para darle de mamar-suspiró Alea.

-Disculpen, pero el niño no puede tomar otra leche que no sea la de su madre biológica, más que nada porque nuestro cuerpo no ha creado las proteínas que necesita el niño-dijo Calíope sentándose en el suelo.

-El desierto ya causa estragos en su mente, pobrecita-dijo Lyra con el ceño fruncido ladeando la cabeza.

-Yo no le quiero dar la leche-chillo cruzándose de brazos.

-Mejor bebamos algo de agua y vayamos a dormir, mañana temprano Alea y yo saldremos a buscar alimentos cerca del risco-dijo Lyra buscando la cantimplora.

Todas se acomodaron en el suelo con mantas cubriéndolas, Máx dormía entre Calíope y Alea, enrollado por una manta.

No había necesitado nada más que agua durante todo el día y las chicas estaban agradecidas de que no haya llorado en ningún momento.

Matarás fuera del Cielo. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora