CAPÍTULO V

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Algunas personas sienten que no merecen el amor, ellos se alejan silenciosamente a espacios vacíos, para cerrar el vacío del pasado.



El mesón donde anteriormente había comida, había desaparecido, dejando en su lugar un enorme espacio lleno de tierra, los invitados se habían desplazado a un rincón de la izquierda, sentados en almohadas gigantes, rodeando a una enorme pipa de opio, la cual compartía tres mangueras.

Mael entró seguido de las hembras, todas erguidas caminando a paso lento, como Madame les ordenaba se presentaran, cada una se veía aún más bella que la anterior, dejando estupefactos a los invitados del rey y con una sonrisa maliciosa en el rostro de su guardiana.

-Ellas son mis hembras-sonrió orgulloso el supremo señalándolas.

-He de decirle que son bellísimas Kenneth-asintió Frey, el rey del Oeste.

-No todo el trabajo es mío, Madame DeNoir se encarga de cuidarlas y adornarlas.

-Toda una labor- sonrió ésta entre dientes, dejando salir el humo por sus fosas nasales.

-¿Dónde está la niña?-pregunto Kenneth cayendo en la cuenta.

-Holly se sentía mal-dijo Lyra sin mirarlo a los ojos, frotando sus manos- Tenía náuseas y fiebre.

-Diablos, ella sería mi presente-gruñó- Esa chiquilla recibirá un castigo.

-No importa-dijo Daven- Elegiré a una de estas bellas señoritas.

-Perfecto, Neferet, ven conmigo-ordenó Kenneth.

-Lyra-dijo Adirán.

-Calíope y Anaé-sonrió Denur.

-Calíope es mía-amenazó Rai- Elegiré a Cassandra-suspiró limpiando su saliva.

-¿Cómo te llamas tú?-señalo Daven.

-Zenda.

-Ven conmigo-sonrió coquetamente.

-Tú, te elijo-dijo Frey señalando a Alea.

-Las demás vengan a fumar opio conmigo-carcajeó Madame DeNoir golpeando los almohadones a su lado.

-Ya puedes volver a tus deberes-ordenó Kenneth estirando la mano.

Mael dio media vuelta, intentando ignorar las miradas de súplica de las chicas, volvió por el pasillo, recorriendo los enormes laberintos del castillo del supremo, llegando a la cueva que tenían las tropas, todos dormían unos encima de otros, debajo de un goteante techo de roca, pequeños tragaluces dejaban entrar una minúscula cantidad de luz del sol en las esquinas derechas, pero él no dormía allí, Mael al volverse el caballero dorado el supremo le regaló una alcoba similar al harén donde vivían las hembras.

Abrió la puerta de su habitación y entró en silencio, el caballero dorado era un hombre de pocas palabras, a sus treinta y cinco años ya había perdido a su familia, por lo que no sentía merecer felicidad alguna, un guerrero despiadado, sangriento, había asesinado a millones y lo seguiría haciendo.

Recostado sobre aquel trozo de tela que era su cama pensó en Holly y su parecido con su hija, sentía un enorme respeto por Lyra y su necesidad de proteger a la niña de los invitados que siempre llevaba el rey, cualidades que le llamaban la atención de esa joven.

"Vive rápido y muere joven cariño, no pierdas tiempo buscando el amor"

Dahlia había dicho sus últimas palabras de una forma bastante perturbadoras, llamaba su atención recordarlas nuevamente. Usualmente cuando las personas que amamos mueren en situaciones graves, dicen de seguir buscando la felicidad, el amor, nuevas aventuras, seguir viviendo. Dahlia se caracterizaba por sus frases fuera de lo común y era un desafío para Mael descubrir su verdadero significado.

Matarás fuera del Cielo. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora