CAPÍTULO XXXVI

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Todo hombre debe tener consigo un secreto que se lleve consigo hasta la tumba.



La noche ya comenzaba a hacerse pesada para Cali, rodando sobre si misma intentando conciliar el sueño, intentando cerrar los ojos y no pensar en Neferet ni Holly.

Ninguna de las chicas pudo dormir, nadie más exceptuando a Máx pudo dormir dentro de la casa.

Cada una lloraba en su lugar, conteniendo el llanto desgarrador que golpeaba en sus gargantas, girando y girando en búsqueda de una salida.

Se habían formado nudos en sus gargantas.

Por fuera de oían los relámpagos gritar furiosos, a lo lejos y muy de cerca, con lo que podrían ser ligeras lloviznas, pero lloviznas en el desierto Irlandés sólo se producían en advertencia a una futura tormenta.

Lyra apretó con fuerza sus ojos intentando dar final a sus sollozos, sacó su navaja de la bota y se calló consigo la mitad de un cigarrillo y uno enteró.

Sonriendo de lado se paró tomando la antorcha más pequeña y caminando hasta la terraza.

Maldecia a Mael por ser tan ingenioso, lo maldecia por no haber estado allí y por que si se hubiese quedado Neferet podría ver a su hijo crecer y que le llame madre.

Podrían haber sucedido tantas cosas. Infinidades.

Encendió el cigarrillo con la antorcha dejándola del lado de adentro de la casa para no levantar sospechas, se sentó en el suelo lo más alejada de la orilla.

-¿Qué haré yo con un niño?-preguntó elevando su cabeza-¿Por qué nadie le dio la oportunidad de verlo crecer? ¿De que de sus primeros pasos? ¿De que la llame mamá y a nosotras tías? ¿Por qué mierdas nadie le dio la oportunidad a mi hermana de ver nuestro nuevo hogar? ¿Por qué no me dieron la oportunidad de verla antes de que muera? Que me dijera a mí sus últimas palabras, no me importaba en absoluto el mar de lágrimas que sería. Porque no me importaba, no me importa una mierda los malditos caprichos que tuvieron o tendrán los dioses con los humanos-exclamó mirando el cielo- Ni siquiera sé a quien le hablo... Ni siquiera sé si existen dioses o Dios. Ya no espero salvación divina de parte de nadie.

Secó una de sus lágrimas junto a un par de gotas de lluvia que se caían por sus mejillas y miró con rabia el cielo nuevamente, simplemente en lo que se paraba y tomaba la otra antorcha.

-Maldigo el día que nací en éste mundo preocupado por lo absurdo-murmuro- hoy en día lo inmaterial es...irrelevante.

Con su cabeza puesta en sus botas entró juntando las chapas para que no pasará agua, dejó la antorcha apoyada junto a una madera, el cigarrillo se había apagado y mojado al igual que toda su ropa, pero no importaba nada con el sueño que traía encima.

La mañana ya había renacido, Zenda y Cali caminaban por los alrededores de la casa con el niño en brazos, sentándose finalmente en las orillas de la piscina mirando el agua.

-Zenda cariño, ¿Dónde dijiste que habían las chicas?-preguntó la pelirroja destapando levemente al niño.

-Necesitamos comida, fueron cerca del Valle a buscar algo que comer, porque agua hay aquí-dijo ella sentándose como indio.

-Tengo calor-suspiró Calíope pasandole al bebé.

-Lyra dijo que no tomaramos nada-negó.

-No sucederá nada si entro a refrescarme, nadie lo notara-sonrió de lado.

-Si no lo veo no es ilegal-mucito la chica mirando la puerta-Voy a buscar algo con lo que pueda hacerle un pañal a Máx, así le sacamos éste horrible trapo-se paró y se fue caminando con el bebé riendo en sus brazos.

La pelirroja se sacó las botas y su chalina, dejándolas a una orilla mientras ella se sentaba en el borde del cemento introduciendo sus pies en el agua.

Tomó aire y se largó al agua, pasando toda su tarde nadando, mientras Zenda caminaba por los pasillos de la casa con Máx.

Matarás fuera del Cielo. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora