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SEGUNDA PARTE

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SEGUNDA PARTE

Justin gimió con fuerza y apretó duro su manos alrededor del muslo de Emilie mientras su otra mano descansaba en la pequeña espalda de la morena, sobando con delicadeza y tratando de controlarse de sacar su pequeño vestido sexy fuera. Joder, la tela llegaba hasta arriba de sus rodillas y la hacía ver inocente, ocultando la mujer caliente debajo que lo volvía loco. La mujer que lo besaba con tanto entusiasmo que lo hacía temblar y agonizar cuando debía dejarla ir o no se veían el tiempo necesario. La mujer que con solo hablarle podía tenerlo dispuesto a luchar contra cielo y tierra por ella, y Justin ni siquiera la había tenido por completo y ya la proclamaba como suya, porque ella lo era, que lo asparan si no lo era ya. 

Era hermosa como el infierno, su piel era suave, y tenía los jodidos labios más increíbles que había besado. Y la tenía, era suya, su jodida chica, y a pesar de que no había etiqueta de por medio, Justin era igual de suyo como ella lo era para él. Era impresionante como lo había hecho querer más, como disfrutaba tocarla, sentirla, olerla, tenerla. Emilie se había convertido en su debilidad, y un ejemplo claro era el golpe que le había dado a su compañero de equipo cuando le faltó el respeto a ella. 

Justin había sentido amargura recorrer por sus venas, el enfado alcanzándolo cuando lo abordó y no se detuvo de dar un buen golpe en el rostro de Chadd. La satisfacción tocando su pecho y la excitación llegando cuando al momento de mirarla, pudo ver como sus preciosos ojos se oscurecieron al verlo. Diablos, Justin deseó tenerla, tomarla, hacerla suya en cuerpo y alma. Pero el instituto no era adecuado y ella no se merecía eso. Su jodida chica merecía más, y aún cuando él no estaba acostumbrado a dar más, Justin se había esforzado. 

Recordó la vieja cabaña que su padre había comprado fuera del pequeño pueblo, un poco aislada pero perfecta por el tranquilo y silencioso ambiente. Él debía admitir que había organizado el espacio y cocinado la vieja receta de su abuela. Justin había sonreído mientras mezclaba los ingredientes al recordar las palabras que su vieja le había dicho años atrás: "Enamoré a tu abuelo con ésta receta, Justin. Así que si en unos años la chica indicada llega para ti, espero que la enamores con esto". Él había sonreído mientras terminaba de ponerle crema al pequeño postre y la carne terminaba de cocinarse junto a las pequeñas papas. 

Su abuela había sido su mundo entero, la mujer que lo había criado por años debido a que su madre había muerto años atrás debido a la leucemia que la atacó. Justin recordaba a su madre como un triste recuerdo de sus primeros cuatro, viendo a una pobre mujer decayendo en la muerte, y aunque él la había amado durante esos cuatro años, él nunca más se había sentido como aquel día cuando tuvo que saber que no volvería a verla, él ni siquiera podía ser capaz de preguntar por ella, ni mucho menos decir: "¿Donde ésta, mamá?". Y él no tenía la culpa después de todo, era incapaz de hacer algo por ella, incapaz los demás de ayudar y Justin siendo apenas un niño, de primera mano tuvo que presenciar como el cáncer podía acabar con tu familia y como la muerte podía destruir lazos. 

Hey, BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora