3. Un té matcha.

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Esta vez el despertador sonó a las ocho ya que hoy la universidad empezaba a las diez porque un profesor iba a faltar. Así que decidí ir a mi cafetería favorita a desayunar y a trabajar un poco en un proyecto. Me vestí con un vestido negro muy cómodo y unas converse. Dejé mi pelo al natural pero me puse un coletero en la muñeca por si acaso me arrepentía de esta decisión más tarde. Cogí mi bolso y una chaqueta vaquera.
Llamé al ascensor que para mi sorpresa llegó bastante rápido. Pero no venía solo, en él se encontraba Antoine con su sonrisa habitual.

- Buenos días - dije cordialmente.

- Hola Elena, parece que siempre nos vemos aquí- dijo con ese acento francés que hizo que me derritiera por dentro.

- Eso parece.

Después de un silencio incómodo llegamos a la planta baja y nos despedimos, pero él vino por el mismo lado que yo.

- Esto, Elena, ¿conoces algún sitio bueno para desayunar?

- Si claro, yo voy a ir a una cafetería que está genial, si quieres puedes venir conmigo.

- No quiero molestar.

- No, tranquilo ven es por aquí- dije girando la esquina.

- Gracias, muy amable por tu parte- dijo. Me pregunté por qué era tan correcto y amable.

Después de andar durante unos cincos minutos llegamos al paraíso.

- Aquí es, es genial ya verás. Hacen el mejor té matcha que jamás he probado.

- Que bien, ultimamente estoy obsesionado con el matcha.

- Pues ahora te va a volver loco- dije mientras entraba al local.

Justo en ese momento el olor a bollería recién horneada y a café recién molido inundó mis fosas nasales. Esta cafetería estaba escondida en una callejuela y no solía haber mucha gente a estas horas. Yo la descubrí una vez cuando tuve un flechazo con el camarero, Abel, pero lo más gracioso es que el tiro me salió por la culata ya que es gay.

Abel al verme me dió un abrazo y me preguntó por mi acompañante.

- Antoine, el es Abel - el rubio le extendió la mano amigablemente pero el camarero le dió dos besos y Anto se quedó petrificado.

- Bueno Abel ponme lo de siempre y a él también- dije para romper el hielo.

Nos sentamos en la mesa en la que siempre me sentaba ya que era la más cercana al router.

- Y dime Antoine que te ha traído a Galicia, porque salta a la vista que no eres de aquí, ¿eres de Francia?- dije algo arrepentida ya que mi lado cotilla estaba saliendo a la luz

- ¿tanto se nota que soy francés?- dijo con una sonrisa en el rostro.

- tu acento te delata.

- estoy aquí por trabajo, ya sabes...

- ¿qué clase de trabajo?- dije curiosa.

- bueno, a ver no quiero sonar creído, pero me extraña que no me reconozcas.

- Tu cara me resulta familiar, pero no se de qué ¿eres modelo?- el soltó una sonora carcajada.

- Que va, ¿te suena la Real Sociedad?- creo que abrí la boca descaradamente. Y en ese momento Abel trajo el pedido sin quitarle ojo al francés.

- Tal vez mi apellido te suena más. Griez...

- Griezmann - le interrumpí.

- Ese soy yo.

Amor Por Despiste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora