39. Luna de miel.

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Demasiado emocionada bajé del avión sin poder creerme en el paraíso en el que nos encontrábamos. Cuando mi pie pisó por primera vez las islas Maldivas pude percatarme de que el clima era completamente diferente al de Madrid a finales de octubre, un cálido y ensordecedor calor me abrazó y maldije por haber optado por un jersey grueso como vestimenta.

A mi espaldas bajó un también emocionado Antoine que pillándome desprevenida, colocó sus manos a ambos lados de mis caderas y levantándome por los aires.

- Ya estamos aquí amor, solo tu y yo.- murmuró cerca de mi cuello para luego depositar un beso.

- Eres el mejor Anto, no sé como agradecerte todo lo que has hecho por mi durante estos dos últimos años. Me siento muy afortunada de tenerte.- dije algo tímida ya que me cuesta bastante expresar mis sentimientos.

- Petite, tú no tienes nada que agradecerme, el que si ha de hacerlo soy yo, así que gracias por inundar mi vida de magia y amor. Ahora vamos a montarnos en ese coche y vamos a ir al que será nuestro hogar durante estas dos próximas semanas.

Montamos en un todo terreno que había alquilado Anto y con un mapa en mano fuimos hasta una casa que había alquilado el francés.

- Y esta es la casa en cuestión.- Dijo aparcando el vehículo en frente de una casa de aspecto rústico y tropical a la vez. Lo que más me atraía del lugar es que estábamos en medio de una playa inmensa, rodeados de mar y una fina arena blanquecina.

- Me encanta, tenemos la playa al lado. ¡Es lo más! Me siento tan afortunada - dije emocionada bajando del coche.

- Se me ha olvidado comentarte un pequeño detalle petite, la playa es privada, al igual que el recinto, así que tenemos completa y plena intimidad.- dijo guiñándome un ojo.

- Eso quiere decir, que aquí no hay nadie, solo estamos nosotros ¿no? - pregunté demasiado acalorada.

- Así es petite.- no le dejé ni terminar la frase ya que me quité el jersey de pelo quedando únicamente en sujetador deportivo.- Vaya, has empezado fuerte, nos esperan unas semanas muy...intensas.- musitó con una sonrisa pícara.

- El caso es que a mi también me ha entrado calor. y creo que me voy a copiar.- solté una risita inocente y lo observé por el rabillo del ojo.

Se quitó la camiseta en un intento de sexy, mientras contoneaba sus caderas y hacia movimientos extraños con los brazos. Consiguió sacarme una sonrisa y también hizo que de me cayera la baba cuando dejo a la vista sus abdominales bien marcados.

- Se acabó el espectáculo. Ahora toca ver la casa por dentro, vamos petite.- dijo antes de darme un beso en la punta de la nariz.

No pude evitar soltar una carcajada y muerta de ganas por ver el interior de la vivienda, saqué del maletero la enorme maleta que Anto me había preparado, que miedo me da por cierto, el caso, es que cargada con la maleta, fui hasta la puerta de la casa que ya estaba rodeada por arena. El francés me imitó y sacó del bolsillo de su pantalón una llave en forma de piña muy cómica. Y abrió la puerta con facilidad, se apartó hacia un lado para que yo fuera la primera en entrar, un gesto muy caballeroso por su parte.

Me adentré en la casa que tenía el estilo similar al de un bungalow. En el recibimiento podíamos encontrar un salón compuesto por un gran sofá y una televisión enorme. Conforme me iba adentrando en la casa, nos encontramos con una cocina perfectamente equipada, que tenía un estilo hogareño y familiar.

- Cariño deja la maleta ahí no hace falta que la cargues tú, pesa mucho.- me sugirió Antoine.

- Estos es perfecto Anto, podríamos quedarnos aquí a vivir, me encanta.-dije demasiado emocionada.

Amor Por Despiste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora