31. Mâcon.

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Como Maúd prometió, en menos de veinte minutos estuve lista. Me vestí con el vestido negro que me compré la semana pasada en París. Por otro lado, mi cuñada se encargó del maquillaje la tuve que convencer para que no me recargara mucho, así que se limitó a un pequeño ahumado con sombras marrones y un labial nude en los labios. Con el pelo se demoró un poco más y me lo honduló con unas tenacillas que según ella eran una maravilla. Para terminar, me dejó una blazer por si refrescaba.

- Et voilá! Ya estas lista Elena, y no es por echarme flores, pero estoy segura de que mi hermanito va a enloquecer cuando te vea porque estas muy cañón.- cuando dijo esto me giré y ví mi reflejo en el espejo. La verdad es que no me veía nada mal, sin duda esos tonos de maquillaje me favorecían y combinaban a la maravilla con el outfit que había escogido.- Bueno, pues voy a llamar a tu hombre.- salió por la puerta pegando saltitos mientras yo me despeinaba un poco las ondas ya que habían quedado demasiado perfectas.

Pasaron unos minutos y todavía no habían llegado así que decidí ir yo a buscarlos. Cuando escuché que las voces provenían de la habitación de Anto me asomé por la puerta que estaba entreabierta, y allí estaban los dos hermanos, ella le estaba ajustando la corbata mientras él se quejaba. Fingí una tos para llamar la atención de los Griezmann, ambos se giraron y mi mirada y la de Antoine conectaron al instante como de costumbre. Me sonrojé al notar como me miraba de arriba a abajo y después mordía su labio superior.

- Petite estas preciosa.- dijo con su típica sonrisa ladina.- Buen trabajo hermanita.

- Tú tampoco estas nada mal.- dije yo.

- Anda iros ya antes de que me dé un ataque diabético.- se quejó la morena.

- Mon dieu! Estais guapísimos dejarme que os haga una foto.- dijo Isabelle desde el otro lado de la puerta.

- Mamá se nos va a hacer tarde.- se quejó Antoine. Pero su madre no tardó ni una décima de segundo en sacar su móvil para hecernos una foto, en la cual Anto me cogía por la cintura y yo sonreís mostrando los dientes. Al final conseguimmos escaparnos después de una sesión de fotos por parte de mi suegra.

- No nos esperéis despiertos.- dijo Anto cuando cerró la puerta.- Al fin tu y yo solos petite. Mi familia a veces resulta ser un poco absorvente, pero te aseguro que los has enamorado a todos.

- Desde luego, tu hermana y yo hemos hecho buenas migas. Por cierto, ahora se me hace raro hablar en español ¿a ti no?

- He de admitir que me pone más escucharte hablar en francés, pero me gusta hablar contigo en español, siento que es un lenguaje secreto que solo tu y yo entendemos.

- Tienes razón. Bueno, ¿y qué vamos a hacer? Tengo hambre.

- Tengo una reserva en mi restaurante favorito y después una sorpresita.- dijo pícaro.

- Ya estamos con las sorpresas.- dije rodando los ojos.

Fuimos andando de la mano hasta el centro de la ciudad, nos metimos por las callejuelas de Mâcon hasta llegar a un restaurante. El lugar tenía pinta de ser hogareño y familiar, el típico sitio de comida casera que a todo el mundo conoce.

- Bienvenida al mejor restaurante que vas a probar en tu vida.- dijo Antoine antes de abrir la puerta.

Cuando lo hizo el olor a comida recién hecha y a especias invadió mi olfato. Como había supesto, el lugar era rústico y desenfadado. Una curiosidad a resaltar era que ninguna de las sillas del local eran igual, ni siquiera del mismo color. Una mujer de avanzada edad que se encontraba al otro lado de la barra pegó un grito y vino corriendo hacia nosotros.

- Antoine querido, cuanto tiempo sin verte. Mon dieu! Que guapo estas.- djo besuqueando la cara del francés.- ¿Y quién esta joven que te acompaña?- dijo mirandome de arriba a abajo.

Amor Por Despiste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora