¿Hay algo en tu vida de lo cual te arrepientas profundamente? ¿Algo tan pero tan malo que te haga querer retroceder en el tiempo para remediarlo?
A mis treinta y ocho años, con un trabajo de mierda, un matrimonio fallido y una hija que no siente el más mínimo afecto por mí, se supone que debería tener muchas cosas de las cuales arrepentirme.
Hay una infinidad de decisiones que he tomado en mi vida de las cuales me encantaría redimirme, sin embargo, si hablamos de un arrepentimiento rotundo, de algo que me gustaría cambiar más que nada, sólo existe una cosa: Una sola cosa lo suficientemente potente como para no dejarme dormir por las noches y deprimirme todo el día si se me ocurre recordarla.
Es autodestructivo recordarlo, pero a veces lo hago sin querer.
Ese único pero poderoso arrepentimiento tiene nombre y apellido: Frank Iero.
Mi mayor arrepentimiento fue haber sido tan idiota en el pasado. Haber sido tan cobarde, tan indeciso... No haber podido salvarlo...
Estoy convencido de que haber sido la persona que fui durante mi adolescencia fue lo que dio paso a la larga cadena de decepciones que he provocado en mi vida. Si lo que sucedió en la primavera de 1998 no hubiese pasado, si yo simplemente hubiese tenido el coraje para hacer mi vida como yo quería, no habría cometido los errores que cometí posteriormente; no me habría casado con una mujer a quien hice infeliz durante lo que duró nuestro matrimonio y no habría tenido una hija que no merece sufrir por la inestabilidad de sus padres, ya que no tiene la culpa de nada.
Si hace veinte años hubiese hecho las cosas bien, yo no sería infeliz ahora y no habría arrastrado a más personas a mi infelicidad.
La última vez que vi a Frank Iero yo no sabía que sería, precisamente, la última vez. Y es una pena que, tan sólo de haberlo sabido, me habría arrepentido de ser un idiota, aunque quizás hubiera sido demasiado tarde. Es un tema al cual le he dado muchas vueltas hasta que por fin decido olvidarlo por mi propia salud mental. Pero siempre termino culpándome y, además, el pasado siempre se empeña en regresar, golpeándome más fuerte que la última vez que me atacó.
Trabajo como fotógrafo en una revista de mierda que sólo se dedica a los chismes, la paga es buena pero eso no quita que el trabajo en sí sea un asco. Siempre quise dedicarme a la fotografía de forma artística, soñaba con capturar escenas que con el tiempo se volvieran icónicas; paisajes tanto naturales como urbanos y personas con una historia que contar. Además de la fotografía, siempre me ha apasionado escribir, cuando era joven y estaba lleno de sueños, fantaseaba con que algún día viajaría por el mundo con mi cámara en mano, sacando fotografías que resultaran atractivas e impactantes y podría escribir la historia detrás de dichas fotografías, porque todas las fotos tienen una historia. La historia más triste que he capturado, es la que cuentan todas esas fotos de Frank Iero que he guardado durante estos años.
Muchas veces he querido tomar la iniciativa de mandar todo al carajo, y con todo me refiero a mi trabajo de mierda con mi jefe de mierda y su revista de mierda, porque tristemente, aparte de eso, no tengo nada. Pero nunca lo intento. A pesar de repudiar al Gerard Way del pasado, me temo que sigo siendo el mismo tipo cobarde e inseguro, incapaz de dejar su "zona de confort" por ir a perseguir lo desconocido. La incertidumbre del "qué pasaría si hago esto" siempre me ha atemorizado, acabo pensando que todo saldrá mal, por eso es que toda mi vida he apostado por lo seguro, sabiendo que es un error.
Además, ahora existe un nuevo factor que me detiene para realizar los planes que puedan llegar a pasar por mi desesperanzada cabeza: El factor edad.
Ya estoy viejo para soñar, ya estoy viejo para tomar riesgos, mi momento ya pasó y lo desaproveché. A los treinta y ocho años ya no tienes nada que esperar de la vida sino vivir de recuerdos, de rememorar todo lo que hiciste o, como es mi caso, arrepentirte de lo que no hiciste.
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1998; Frerard
FanfictionGerard es un adulto de treinta y ocho años que siente que su vida es un completo despropósito y sólo le gustaría poder regresar en el tiempo para corregir su mayor error, su máximo arrepentimiento: No haber podido salvar a Frank Iero.