Capítulo 16

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Dejamos la carta en la cocina para que Mike se la llevase al trabajo y pudiera entregársela a Billie. Frank y yo pasamos la mañana viendo películas acurrucados en el sofá. No es que pudiéramos hacer mucho.

La noche de ese día Billie también nos visitó; nos dijo cómo pasó horas vigilando la casa de Frank asegurándose de hallar un momento en que Linda y Jonathan salieran, tuvo mucha suerte porque ese momento llegó cuando casi anochecía, así que corrió lo más rápido posible, deslizó el sobre debajo de la puerta y huyó, asegurándose de que nadie lo hubiera visto. Luego esperamos lo que teníamos que esperar.

Básicamente, terminamos creando una rutina, y al tercer día, estábamos un poco aburridos de pasar todo el día encerrados en el departamento, a pesar de que llegamos a aprovechar muy bien esa soledad en varias ocasiones, si entienden a lo que me refiero.

— Gee... — Frank me trajo de vuelta a la realidad cuando estuve a punto de quedarme dormido después de la tercera película. — ¿De verdad no podemos salir?

— No lo creo, ya sabes lo que dijo Billie...

— Pero creo que está siendo paranoico. No hay nadie buscándonos en Nueva York ¿O sí? Además... Se supone que hoy saldremos de aquí ¿Recuerdas? Llamaremos a Jonathan desde un teléfono público, y tú dijiste que esa sería una buena oportunidad para salir. Incluso dijiste que querías tomar algunas fotos.

— Sé lo que dije, y eso es lo que haremos, mi amor. Sólo tenemos que esperar unas horas hasta que Billie y Mike regresen.

— Pero yo estoy muriendo del aburrimiento ¡Quiero salir! — Insistió, trepándose sobre mí.

— Fraaaank ¿Qué te cuesta esperar?

— Mucho. — Se cruzó de brazos.

— Hey. — Se me ocurrió una idea. — ¿Te gustaría bajar al estacionamiento para ver a los perritos? No estaríamos saliendo del edificio, así que supongo que estará bien.

— ¡Sí! — Su mirada se iluminó por completo y esbozó una gran sonrisa. — ¡Sí, vamos! ¡Ya tengo los nombres para ellos!

Musité un "está bien" cuando él ya se había quitado de encima y corrió rápidamente hasta nuestro cuarto para cambiarse la pijama. Yo sólo suspiré y negué con la cabeza, manteniendo mis labios curvados en una sonrisa... A veces él suele ser como un niño.

Durante los días que estuvimos viviendo en el departamento de Mike, llegué a notar una gran mejoría en Frank. Siento que, pese a todo lo que ha pasado, no han quebrado su espíritu, y esa es una razón que me ha mantenido llorando en los pocos momentos al día en que he podido estar a solas. Admiro a Frank, siento que es una persona muy fuerte, porque a pesar de todo lo que le han hecho... Él sigue teniendo ganas de vivir. Lo sé; aunque él tenga esta creencia de que no está destinado a ser feliz, sé que, en el fondo, él quiere serlo.

Y yo me pregunto si en la línea temporal que conozco él también tenía esas ganas de vivir, si también era capaz de reír al menos por breves instantes... Me pregunto si, cuando se suicidó, lo hizo porque sucedió algo lo suficientemente fuerte como para que él decidiera que ya no había ninguna salida y ninguna esperanza para él.

Bajamos hasta el estacionamiento y allí estaban los ocho perritos, quienes inmediatamente se acercaron a Frank en busca de caricias.

Me acerqué lentamente, algunos de ellos empezaron a olfatearme, y yo sólo sonreí y los acaricié.

— ¿En serio tienes nombres para todos ellos? — Le pregunté a Frank.

— Bueno... Para la mayoría. — Rió. — ¿Quieres ayudarme con algunos?

1998; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora