Capítulo 5

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Y así, vamos llegando al desgraciado presente; donde no sólo arruiné mi vida, sino la de los demás.

Lindsey y yo nos graduamos el mismo año que nos hicimos novios y comenzamos a expandirnos en el campo laboral. Ya con veinticinco años, ella estaba logrando vivir sus sueños mientras que yo aún los perseguía, haciendo trabajos pequeños pero que al fin y al cabo mantenían el enfoque de hacer fotos... Aunque no fueran la clase de fotos que yo quisiera hacer; como ya dije, me habría gustado hacer algo más artístico, algo que haría porque naciera de mi alma hacerlo, no deseaba tener que ir a donde se me pidiera a sacar fotos específicas de algún suceso que no siempre tenía que ser trascendental, o al menos, no para mí. Pero aun así, me esforzaba, trataba de hacer fotos atractivas sin caer en el maldito sensacionalismo.

Ya graduados y con más de tres años de relación, tanto mis padres como los suyos, estaban insistiendo con el tema de que deberíamos casarnos de una vez... Insistieron e insistieron, Lindsey se unió a aquellas insistencias porque, por motivos que sólo ella sabrá, quería atarse a mí para toda la vida.

No entendía cómo. Después de tres años de un noviazgo inconsistente donde evadí muchas de mis "responsabilidades" de novio, ella seguía enamorada de mí.

Pero al final, lo hice; me casé con ella el verano de 2007.

— ¿Estás seguro de esto, Gerard? — Me habría dicho un Mikey de veinte años el día de mi boda, a tan sólo unas pocas horas de atarme para siempre a una mujer maravillosa a quien, por desgracia, no amaba como ella esperaba. — Aún puedes arrepentirte... ¿Cómo pudiste pasar tantos años viviendo en esta farsa? ¿No estás agotado? ¿No te sientes miserable?

— Creo que debe ser así. — Habló mi pesimismo. — Esta es la vida que me tocó.

Incluso ese día, esa frase me estrujó el corazón: "Esta es la vida que nos tocó" era la frase que más solía repetirle a Frank cuando me preguntaba por qué teníamos que ser novios a escondidas.

Aún me seguía pesando su muerte, aún me encerraba a llorar cada 22 de marzo.

— Pero tú puedes cambiarla, Gee. Puedes hacer tu vida a tu manera, salir de ese maldito clóset, ¡Puedes ser feliz! Que no te importe lo que digan los demás. Ten en cuenta que ahora estamos en el siglo XXI, la homofobia aún existe pero las cosas están cambiando poco a poco y confío en que, dentro de unos años, habrá más aceptación que antes, incluso más que ahora... Pero lo importante es que vivas como quieres, coño ¡Odio verte así!

Solté un suspiro de derrota.

— ¿Es que no te das cuenta? — Traté de sonreír pero sólo me salió una mueca. — Mi oportunidad de ser feliz pasó hace nueve años.

La cantidad de años que pasaron desde la muerte de Frank.

Comenzó mi matrimonio de mentira y todo estaba saliendo mal; seguía tratando a Lindsey como amiga, a veces pasaba mucho tiempo fuera de casa para evadir mis responsabilidades. Antes de tener sexo con ella, tenía que someterme a una especie de preparación psicológica previa... No poder cambiar mi sexualidad me jodía. TODO me jodía; no poder amarla, no poder ser "normal".

Me encontraba en una situación tan triste... Y lo peor es saber que yo no sería el primero ni el último homosexual en el mundo pasando por lo mismo.

Me estaba deprimiendo, Lindsey se preocupaba por mí, trataba con todas sus fuerzas de animarme, de hacerme feliz, intentaba que le contara mis males, decía que así me sentiría mejor pero yo nunca supe qué decirle.

Luego, nuestra hija nació en el peor momento.

El tener a una hermosa mujer como compañera de vida me hacía sentir miserable porque ella se merecía algo mejor que yo. Comencé a ir de mal en peor; si bien ella se enamoró de un Gerard con pensamientos pesimistas, cuando nos casamos, le tocó lidiar con un Gerard que llevaba a cabo esas ideas autodestructivas.

1998; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora