Capítulo 24

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Hoy es jueves, tengo cita con Helena, así que iré corriendo hasta allí para seguir entrenando. Pero Isabel se ha quedado en la cama para tomarse un descanso porque 'estás bien para ir sola' o eso es lo que me ha dicho, con la boca pegada a la almohada no la he entendido bien. Me da que este será el último día de entrenamiento de Isabel, la cara de ayer ya decía claro que el deporte no era lo suyo.

Me tomo el café y salgo por la puerta, pero antes me pongo música en el móvil, los auriculares y salgo a correr directa a la consulta. Voy al trote porque voy bien de tiempo y porque todavía me canso rápidamente.

Una vez que llego allí, me falta el aire, aunque menos que el primer día. La secretaria me ve toda sudada y colorada, que iba a preguntarme como estaba, pero Helena se adelantó:

—¿Estás bien Astrid? –Respiro una vez más antes de contestar.

—Sí, es que vengo de correr, ¿me podrías dar un vaso de agua? –Helena asiente, pero la que va es María, que me trae un vaso de agua fresquita de la máquina. Le doy las gracias y entro con Helena a su consulta.

—Bueno, ¿hacías ejercicio habitualmente? –Me pregunta Helena mientras nos sentamos.

—No, empecé el lunes con Isabel, pero hoy se ha quedado en casa.

—No le apetecía ir sola supongo. –Suelto una carcajada porque ese no es el problema.

—No, simplemente no le gusta el deporte y hoy es una buena excusa para quedarse en casa. –Se ríe Helena cuando se lo explico y asiente antes de preguntarme:

—Y bien, ¿cómo estás desde la última vez que nos vimos?

—La verdad es que bien, el último día que vine, me encontré a Noel abajo en la puerta de la cafetería de en frente. –Esa noticia le asombra ya que abre mucho los ojos.

—Bueno, ¿y qué tal? ¿cómo te sentiste?

—Bueno, lo saludé y luego le pedí si quería tomar un café conmigo. Estuvimos bien, hablando de tonterías en general porque me sentía nerviosa, no sabía si me había precipitado al pedírselo, pero bien, me sentí bien con él, cómoda. –Veo a Helena asentir.

—Bien, para mí no te has precipitado. Querías tomarte un café con él a pesar de todas las circunstancias. Y veo normal también quizás la charla tonta que tuvisteis, él no sabe cómo te sientes y no sabe cómo ir, y tú digamos que no se lo expresas, al menos no todavía, pero espero que en algún momento próximo se lo hagas saber. Así iréis por buen camino.

—Sí, lo sé. Ah, y también me lo encontré el lunes corriendo por el mismo parque donde nos paramos Isabel y yo.

—Anda, que casualidad. ¿Y esa vez?

—Me sentí bien también, aunque la que lo llamó y empezó a charlar con él fue Isabel. Yo me dediqué a mirarlo.

—¿A mirarlo? –Me pregunta con una ceja levantada. Yo comienzo a reír un poco tímida.

—Sí a ver, es que no sé, quizás me aproveché un poco y lo miré de más, pero me siento atraída por él, y con los pequeños cambios que ha hecho en su cuerpo, un poco más.

—Mírala ella. ¿Quién lo iba a decir? Cuando al principio tenía gacha la cabeza siempre.

—Sí bueno, Isabel, además, le dijo que cuando íbamos a quedar los cuatro y dije que podríamos quedar el viernes. Mañana vamos.

—Pero, ¿Isabel sabe que lo viste ese jueves?

—Eh no, los dos queríamos que fuese como un secreto. Bueno lo propuse yo, no es por nada, sólo me parecía divertido que Isabel no lo supiera porque se pone pesada.

—Bueno, ahora lo sé yo también.

—Si también. –Reímos las dos.

—Bueno, ahora vamos a ponernos un poco seria. ¿Cómo estás con tu padre? - Sabía que no iba a dejar de lado ese tema.

—Pues sigue igual, quizás menos cabreada por el paso de los días, pero sigo molesta. Mi madre me llamó para decirme la nueva citación para el juicio y de camino me dijo que me acercara para ir a hablar con él.

—No es fácil para tu madre. –Agacho la cabeza y niego.

—No, supongo que no. Yo voy a ir a poner de mi parte, pero quiero que sepa que Noel va a seguir en mi vida. Y espero que esta vez se lo tome mejor. –Noto que hay un punto mojado en las mallas y es por mis lágrimas.

—Seguro que sí, ya verás, esa discusión fue fruto de la tensión del juicio anterior.

—Espero que sí, él es muy importante para mí, y no me gusta estar enfadada con él. –Me limpio las lágrimas con la mano. –Pero también quiero que me apoye en esto, aunque me equivoque, pero ahora para mí, Noel es importante y no quiero ni que me dé a elegir ni estar enfadada con uno por el otro.

—Seguro que te apoyará, cuando te vea lo que has mejorado por volver a hablar con él, cambiará de opinión sobre él. –Me da un pañuelo y termino de limpiarme, me deja un momento para relajarme y me pregunta. —¿Qué esperas del segundo día del juicio?

—Que se termine y haga justicia. –Me río un poco irónica. –No sé, solo espero que no tenga que escuchar sus mentiras, o ver como se hace la víctima. En estos momentos no me encuentro nerviosa porque lo tenga que ver de nuevo, más bien cabreo. Cabreo porque el juez le da el beneficio de la duda después de ver como estamos los dos.

—Bueno, es su trabajo dar el beneficio de la duda por muy increíble que nos parezca esto.

—Sí, lo sé, pero no puedo evitarlo. Siento que él no va a terminar en la cárcel por ser el hijo de un empresario importante. Y no me gustaría dejar de vivir aquí en Jerez porque me lo pueda encontrar en un bar o en una calle. –Tengo miedo de la justicia.

—Confiemos en la justicia, lo pondrá en su lugar. –Asiento con la cabeza. –Bueno por hoy hemos terminado. Mucha suerte en tu cita de mañana. –Me da un abrazo.

—Gracias. Hasta luego.

—Adiós Astrid.

Me despido de María también y salgo del edificio. El sol ha subido algo más desde que entré y hace más calor. Justo cuando me voy a ir por mi camino, me fijo en lo que me encuentro cerca de la puerta de la cafetería. Es Noel y lo noto sonreír cuando me ve. ¿Me estaba esperando?

Reserva [Añejo #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora