Capítulo 43

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Hoy es sábado. Hoy puede ser un gran día, confío en ello. He reservado en un buen restaurante, al que nunca he ido porque no tenía presupuesto, pero por ella merecerá la pena. Hemos quedado en que a las nueve de la noche la recogería en su casa.

Pero ahora son las siete de la tarde y estoy duchándome. Estoy nervioso y no sé por qué. Ya he ido a cenar con ella, aunque no acabó bien, pero si hemos tenido varias comidas en su casa. Debería estar acostumbrado, pero siendo Astrid, hace que cada comida o cena sea como la primera vez, con ilusión, miedo, incertidumbre.

Paso al cuarto para ver que elijo para la ocasión. Ya le dije que íbamos a un sitio elegante. Aunque al principio se mostró reacia, al final aceptó. Abro mi armario y veo que no tengo demasiadas opciones en ropa elegante. Elijo el traje chaqueta azul marino ya que la otra opción era el negro y me recordaba al funeral de mi abuela.

Echo de menos a mi abuela, en estos momentos seguro que me daría un gran consejo para afrontar esta cena.

En combinación con el traje chaqueta, escojo la camisa blanca, pero no me pongo corbata. Dejo los dos primeros botones de la camisa suelta. Y por último los zapatos negros, únicos negros que tengo. Debería comprar ropa nueva, creo que Astrid me ayudaría.

Me miro al espejo y noto que es cierto que mis músculos son un poco más anchos, me queda más ajustado el traje, pero no demasiado para que el próximo movimiento que haga, haga que mi traje se rompa. Me pongo perfume y salgo hacia el salón donde se encuentra mi hermana viendo la tele un rato.

En cuanto mi hermana me ve, se queda impresionada, creo, tiene los ojos muy abiertos y la boca muy abierta también.

—¿No estoy bien? —Le pregunto.

—Astrid se va a tirar encima en cuanto te vea. Estás guapísimo. Date la vuelta.

Me doy la vuelta siguiendo sus órdenes.

—Sí, ninguna duda. Se va a tirar. Parece que el ejercicio hace que te sienta mejor los trajes.

—Gracias. —Miro mi reloj y veo que son las ocho y media. Tendré que irme ya para no llegar tarde.

—Tendré que irme ya. Cuídate y si necesitas algo, llámame. No sé si regresaré esta noche o mañana.

—Sí sí, no te preocupes. Diviértete.

Iremos hacia el restaurante en el coche de Astrid, aunque conduciré yo. Espero no hacerle daño porque hace tiempo que no conduzco. Ya le dije mi preocupación, aunque ella me avisó de que era fácil conducirlo. Veremos.

Me voy acercando a su edificio, miro mi reloj y son menos cinco. Llamo al telefonillo. —¿Si?

—Soy Noel.

—Dame cinco minutos y bajo. Te abro.

Espero dentro de la casa puerta para luego bajar al garaje. Me encuentro más nervioso ahora, y creo que estoy empezando a sudar. Relájate Noel, se como tú eres y no habrá problemas. Escucho la puerta del ascensor y me doy la vuelta.

Creo que mi cerebro está dándome una mala jugada, pero no. Es Astrid, si antes era increíble, ahora no sé encontrar una palabra adecuada. Lleva un vestido negro que le llega hasta debajo de las rodillas con tirantes anchos y un buen escote. Los tacones que lleva hace que esté a mi altura lo cual me encanta. Bueno y todo el conjunto en sí.

—Estás increíble.

Astrid

¿Qué estoy increíble? ¿Se ha mirado él en un espejo? En cuanto se abrió las puertas del ascensor, el primer vistazo que tuve de él fue su espalda. Impresionante, pero en cuanto se dio la vuelta, madre mía. El pelo corto le queda increíble, está claro que me gusta más moreno que rubio. Luego su barba recortada. Bajo un poco donde veo esos dos botones desabrochados que te invita a ir a darle un beso, le queda el traje estupendo. Es un modelo de revista.

Reserva [Añejo #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora