Capítulo 28

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Es sábado, y León, Isabel y yo vamos rumbo a casa de mis padres. León está con nosotras porque se quedó a dormir con Isabel. Vamos en silencio escuchando la radio, concretamente a Dani Martín y su canción Cero.

Me siento ansiosa, quiero que termine esta situación tan incómoda para todos. Ya tenemos todos nuestros propios problemas como para añadir uno más que se puede solucionar.

Llegamos a casa de mis padres y nos recibe nuestro perro Syrah y mi madre. Saludo primero a Syrah con muchos cariños, como él. Lo echaba de menos, me hizo mucha compañía cuando estaba aquí. Luego me acerco a mi madre y la abrazo.

Cuando nos separamos, me doy cuenta que todavía no ha salido mi padre y me pongo a buscarlo con la mirada. Mi madre se da cuenta a quien busco y me señala con la cabeza la zona donde está el garaje. Así que me acerco y veo que, efectivamente, estaba allí cortando una tabla parece.

Entro, pero parece que no se ha dado cuenta de mi presencia. Me acerco un poco más y le hablo:

—¿Qué estás haciendo? – Esa pregunta le hace levantar su cabeza, pero no dura mucho tiempo porque vuelve a seguir cortando.

—Una nueva estantería para las especias. –Estamos hablando algo más fuerte por el sonido de la rotaflex.

—Ah, que bien.

Mi padre termina de cortar las dos tablas que le quedaban, mientras estábamos en silencio los dos. Cada uno con sus pensamientos.

—¿Cómo estás? –Me pregunta mi padre.

—Bien, ¿y tú?

—Bien también. –Parece una conversación de dos desconocidos. Nos quedamos en silencio sin saber que decir a continuación.

—¿Has hablado con Noel? –Vaya no me esperaba esa pregunta en realidad.

—Sí.

—¿Y qué tal?

—Bien, nos estamos entendiendo. –No le voy a contar todo, obviamente.

—Me alegro.

Volvemos a quedarnos en silencio, pero no tardo mucho en hablar porque ya lo ha sacado a la conversación, voy a seguir:

—Papá, sé que no te hace gracia que me junte con chicos y más con Noel, pero también lo necesito para avanzar y, además, él es muy bueno conmigo.

—Sí, me estoy dando cuenta. –Vaya, empezamos bien entonces. –Pero, ¿ qué quieres que piense? Escuché tus gritos en el hospital y no sabía lo que había pasado ahí, no quería que te hiciera daño.

—En el hospital me dejé influenciar por lo que pasó en el laboratorio, no lo decía enserio.

—Sí supongo, pero comprenderás que me sintiera así aquel día, no sabía vuestra historia, escucho que no lo quieres, que se vaya y ahora vuelvo y veo que volvisteis a hablar, no me sentí bien.

—Lo sé, te comprendo, pero espero que comprendas que seguirá en mi vida y también quiero que estés tú. No me gusta estar así contigo.

—A mí tampoco cielo. –Con esto voy hacia mi padre y nos abrazamos las dos muy fuerte.

Nos separamos y noto que estoy casi con las lágrimas fuera, pero aguanto.

—Pero has dicho que estará en tu vida y también yo, así que, si quieres que lo acepte, tendrá que venir aquí a casa a comer.

—Papá, no. –No lo está diciendo enserio.

—Papá sí. –Si lo está diciendo enserio.

—Pero papá, todavía necesitamos hablar más, seguir avanzando.

—Che che, no quiero pensar en lo de seguir avanzando.

—Papá, por favor. –No sabía que fuera tan mal pensado, aunque tampoco va mal encaminado.

—A ver, no digo que venga mañana. –Uf, menos mal. –Pero te doy dos semanas máximo para que lo traigas.

—Pero papá.

—No hay más que hablar. Vamos que tu madre estará ansiosa por saber todo.

Me abraza a la altura del pecho y nos vamos los dos juntos a la cocina donde están todos esperando para ver si lo hemos arreglado o no. Cuando nos ven, se les cambian la cara a felices, aunque yo no tanto.

Me voy a tener que traer a Noel, y no sé qué esperar de esa comida. Mi padre puede dar miedo si quiere. Y no quiero tener más peleas con él. Es muy importante para mí.

Con esta reconciliación, almorzamos felices, charlando de nuestras cosas y disfrutando del buen día que hace en el porche trasero.

Reserva [Añejo #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora