Capítulo 47

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Alguien está llamándome al móvil. Paro un momento para coger aire y respondo.

—Hola Astrid, soy Celia. Te llamo para decirte que ya hay fecha para el juicio donde nos dirán la sentencia. Es este viernes a las diez de la mañana donde siempre.

Me quedo en silencio, el viernes sabré el final de todo este dolor.

—¿Astrid?

—Sí, el viernes nos vemos allí.

—De acuerdo, adiós.

Me despido también. Vuelvo a ponerme en marcha hasta el parque donde ya estará Noel. Seguimos con la rutina del ejercicio, cada día me siento mejor con el ejercicio. Allí está, sentado en un banco mientras me espera. En cuanto me ve, se levanta y me saluda, pero no me da un beso como esperaba, sino que se queda parado.

—¿Estás bien? —Me pregunta.

—Sí, es que acaba de llamar mi abogada para decirme que el viernes dirán la sentencia.

En cuanto lo digo, me abraza. Yo le correspondo, necesitaba este abrazo.

—Seguro que recibirá la justicia que se merece.

—Quizás. —Contesto. Desde el primer momento no he estado segura si Pablo recibirá su justicia merecida.

—¿No confías?

—Tienen mucho poder Noel, eso es lo que sé. Quizás vaya a la cárcel, pero ¿le condenarán los años que debería? Lo dudo.

—Bueno, siempre puedo matarlo. —Yo río.

—No digas tonterías. —Le doy un beso pequeño. Él se separa.

—Lo haría por ti. —Está muy serio cuando lo dice, por un momento me lo creo.

—Hagamos un poco de ejercicio. —Le digo para cambiar de tema.

Él asiente y vamos a las máquinas para hacer ejercicio. A pesar de que nos echamos unas risas en mientras, cada uno tenemos la cabeza en otra parte.

—¿Quieres que vaya a tu casa? Mi herma come hoy en la facultad. —Me pregunta Noel.

—Claro, me encantaría.

Pero primero vamos a la cafetería a tomarnos un café. Entramos en la cafetería, esperamos la cola y cuando llegamos a la barra, ahí está Sara para atendernos. Yo le sonrío, aunque ella a mí, no tanto.

—Hola chicos, ¿qué os pongo?

—A mí me pones un café con leche y a él un café solo, ¿no cariño?

—Claro.

Se aleja Sara para prepararnos los cafés, noto la mirada de Noel y me giro para encararlo. Se acerca a mi oído y me pregunta:

—¿Cariño?

Yo me encojo de hombros en respuesta, Sara nos da nuestros cafés, pero esta vez pago yo. La cena la pagó él y a pesar de no haberme dejado ver la cuenta, sé que fue mucho dinero. Nos sentamos al fondo de la cafetería uno frente al otro. Soplo un poco para enfriar mi café.

—Ahora vemos como la fiera está mansa luego de haber marcado su territorio. —Suelta Noel.

Levanto mi mirada y lo veo riéndose una vez que acaba de decir eso. Yo levanto una ceja a modo de pregunta.

—Eso de allí fue como decirle "una palabra equivocada y te rajo, él es mío".

—¿Qué? Para nada.

—Ya claro, a otro con el cuento. —Le pego en el brazo.

Él comienza a reír, pero se pone serio y se acerca todo lo que puede a mí para decirme bajito:

—No te tienes que preocupar, lo sabes ¿no?

—Lo sé, solo pensé que sería divertido.

Asiente divertido. Cuando terminamos con nuestros cafés, vamos hacía mi casa andando cogidos de la mano. Se siente bien estar con él, sino fuera por él, quizás todavía le estaría dando vuelta a la sentencia. Ahora que lo pienso, tengo que llamar a mis padres, a mi hermano y a Isabel para decírselo.

—Mi madre me dio ayer un tupper de lentejas o, ¿quieres otra cosa? —Le pregunto cuando entramos en mi casa.

—Eso estará bien.

—Vale, tengo que llamar a todos para decirle lo del viernes, tú si quieres puedes ducharte en mientras.

—Eh, diría que sí, pero no me he acordado de que no tengo ropa aquí. —Comienzo a reír.

—Vale, hay que traer ropa aquí. Toma. —le entrego las llaves de mi coche— Así puedes hacerte un macuto y volver.

Las coge, me da un beso y se va. Me siento en el sofá, cojo el teléfono y comienzo con mis padres. Mi madre está contenta de que acabe ya toda esta historia, al igual que mi padre. Luego llamo a León que se encuentra en el trabajo. Él me pregunta si estoy bien y que no me preocupase, que seguro que todo va a salir bien. Con él hablo un poco más porque me pregunta también por Noel y si va a pasar más días en casa conmigo, yo respondo que sí, que no se preocupase. No le digo sobre la copia de las llaves, por ahora no necesita saberlo. Y por último llamo a Isabel que solo sabe insultar a Pablo y diciendo que, si pudiera, le cortaría la polla. Yo me río, ella tan protectora como siempre. Ella también me pregunta por Noel, y le digo que estamos bien, le cuento sobre la noche perfecta del sábado. Ella solo sabe decir oh, ah, o que bonito. Nos despedimos y me dispongo irme a la ducha.

Noel

Llego a casa de Astrid de nuevo. He cogido unas tres mudas de ropa, por si acaso. Dejo el macuto en el sofá, está la ducha encendida. Voy al baño y llamo a la puerta, ella me deja pasar. Entro, estando ella dentro de la ducha, con los brazos hacia arriba, terminando de aclararse el pelo. Yo me acerco, apoyándome en la puerta de la ducha mirándola. Ella se da cuenta, se da la vuelta y me sonríe.

—¿Has traído ropa?

—Sí, he traído varias mudas, espero que no te importe.

—Para nada.

Su espalda es para besarla cada centímetro, esos dos hoyuelos al final de la espalda son dignos de darle todo el amor que se merecen, por no hablar de su culo. Te llama para que lo toques continuamente, noto que me pongo duro, pero no me voy a meter.

—¿No te vas a meter? —Pregunta.

—Claro.

Me quito la ropa y la tiro al suelo rápidamente. Durante el proceso ella me mira y cuando me quito los calzoncillos sonríe, estoy todo empalmado. Me meto detrás de ella que se da la vuelta y me coge por el cuello. Comienza a besarme mientras pongo mis manos alrededor de su cintura. Que bien sienta su cuerpo contra el mío. Abre su boca para meter su lengua en mí, yo le correspondo. Noto sus pezones erectos lo que me hace sonreír. Mi mano se mueve hacia su coño, abro sus labios y empiezo a estimular su clítoris. Ella jadea cuando lo nota y la sujeto más firmemente.

Ella agarra mi polla y comienza a masturbarme. Gimo contra su boca y ella me muerde mientras sonríe. La beso con más dureza mientras meto un dedo dentro de ella, sí, así me gusta encontrarla. Ella me masturba más rápido.

—Shh, tranquila o me correré. —Le digo. A este ritmo acabaré antes que ella.

—¿Y si quiero que lo hagas? —Pregunta.

—¿De esta manera?

—Puedes follarme.

La levanto, apoyándola contra la pared de la ducha y me meto poco a poco dentro de ella. Gemimos los dos a la vez por este placer. No pierdo el tiempo y empiezo a moverme, mientras veo como ella lleva una de sus manos a su clítoris y empieza a masturbarse, que bella vista. Aumento el ritmo, ella gime más hasta que empieza a gritar de placer, y esto último hace que no aguante más y me corro apoyando mi cabeza en su hombro mientras doy un último empujón. 

Reserva [Añejo #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora