Exótico

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"Los placeres más extraños son aquellos que no han sido tocados en el alma, aquellos que su esencia es completamente pura, aunque el medio haya sido  ultrajado su faz seguirá limpia, por que el alma es transparente"





Hinata se miró de nuevo al espejo y se arregló el cabello, suspiró vencida.

Ino tenia una absoluta razón, como cosa rara parecía ser más madura de lo que aparentaba, y finalmente terminó por convencerse a si misma, de que no perdería su trabajo por culpa de un beso, aunque Hinata lo veía más serio, que un simple "rose de labios" como su amiga decía, hacía tantos años que no seguía sus impulsos, siglos que no se sentía usada, usada en la manera de que seguía sus acciones acordadas después de sus emociones.

Por eso mismo, recordó a Sasuke.

Esas promesas que dejaba en sus labios, el desenfrenó en su mirada, sus manos viajando por sitios impropios.

Pero algo le asusto, algo que nunca había sentido, la necesidad de aferrarse por que si no caería, sentía que Naruto era demasiado grande, como una montaña y no podía tomarlo por que sería inútil, y el la miraba con lastima, con esos ojos y besos llenos de tristeza, tratando de probar amor.

Amor, que al parecer, nunca había sentido por nadie que no fuera su circulo familiar, aunque hasta esto ultimo lo dudaba.

El pensar ver a Naruto después de ese beso la ponía nerviosa, más torpe que de costumbre, y además muchas cosas habían estado en su mente, la clínica psiquiátrica había llamado a casa unas seis veces, como si fuera  poco su madre sufría de la memoria, ahora la locura la había dejado sin sus recuerdos, como si estuviera reconstruyendo a alguien.

Mamá... cuanto quisiera pasar tiempo contigo, pero verte me dan ganas de llorar, me hace pensar en lo que eras antes, y tus preguntas e idas del mundo, me dicen que ya no eres la misma, pobre de ti madre, pobre de mi...

Y de nuevo azotaban sus recuerdos como látigos, quería salirse de ese hueco, ese lugar infestado de personas enfermas la hacía sentirse aun más enferma, y aunque sabia que su madre valía la pena, no podía verla, odiaba esa cara huesuda, repugnaba sus sonrisas drogadas y sus ojos vidriosos, ella había partido, solo quedaba la sombra de su madre.







Naruto no se sentía más cómodo, no podía ni dormir en toda la noche por pensar en ella, y hablaba de ella cuando se refería no solo a Suiki, si no a Hinata.

Principalmente la boda, Suiki y la inapelable decisión de sus padres, aun no entendía por que todo lo tomaban tan precipitadamente.

Pero luego, todo se embargaba en la memoria de Hinata, en su aroma a geisha, sus ojos de luna, sus curvas de venus y esa forma de ser, pausada y gentil, sobre todas las cosas gentil.

No sabia que últimamente le estaba pasando, o era esa mujer la que lo abordaba de una manera sin darse cuenta, o el mundo daba tantas vueltas que después de tantos años, necesitaba amar.

¿Amar?

Sus pensamientos, cada vez se sentían más ajenos, se asustaba con ellos, por que de nuevo corría tras la corriente, él no era eso.

Nunca lo había sido, nació para ser el heredero, en esa terrible mansión, de forma invernal, con sus pisos de estácate y sus columnas de mármol, como un frío glacial, extremadamente frívolo, horriblemente calculado.

Solitario los únicos que lo acompañaron fueron los profesores de idioma, la estirada mujer que enseñaba historia y el gordinflón de Asuka, que se encargaba de matemáticas, vació todos viajaban, y lo dejaban solitario, para que creciera en el único mundo que podría conocer, la opulencia de su propio apellido.

Éxtasis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora