Añoranza

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¿Por qué cuando perdemos las cosas, es que nos damos cuenta de que es lo que más necesitamos? Será que el humano es muy ciego, o tal vez egoísta. Yo diría inconforme.










Sintió sus manos recorrer sus hombros desnudos, ¡Oh dios, ese hombre era un experto en lo que hacía!

Trató de cerrar los ojos para no verlo, no quería faltarse el respeto a si misma, no de nuevo.

Pero era algo imposible, teniendo tanto placer acumulado en un solo extremo del cuerpo.

Y allí él, retozando con ella cuan niño fue una vez.

Riéndose juntos, como pequeños pillos.

¡Oh dios, Hinata! ¿Qué estas haciendo?

No importaba lo que estaba haciendo, solo sabía que se sentía muy bien.

Los labios de él rodearon el primer pezón y el hilo de pensamientos se le fue, se dejo llevar por las oleadas de éxtasis, era demasiado.

Y no tenía valor para detenerlo.

Sabía que cuando se había entregado a él, había abierto la cripta prohibida, y ahora era imposible de cerrarla.

La deposito con cuidado en la cama, viendo como sus cabellos formaban un manto negro en la almohada, sus mejillas bañadas en sudor le daban un aspecto placenteramente erótico.

Naruto sonrió, mientras como una pantera se deslizaba por el cuerpo de Hinata.

Esta aguantaba el aire, no sabía lo que le había hecho a ella.

¿Un hechizo? ¡Pero que bobería!

Él era un Dios condenado a su propio infierno, y ella le abriría los brazos para que se quedara por siempre con ella.

Se sumergió en sus ojos, cuan azules eran.

Podía nadar en ellos por toda una eternidad, y no se sentiría desamparada, un azul claro como el cielo.

Alto y creciente, la confianza que le regalaba, suspiró.

Pero sobre todas las cosas, lo más agradable era sentir el peso de su cuerpo sobre el de ella, como sus perfectos músculos la aprisionaban entre una cueva que no quería salir, mientras el le sonreía, con esa curvatura sensual y aprobatoria, atrayéndola y atrapándola al fin bajo sus propias garras.

¡¿Qué iba a hacer?! ¡Estaba en manos de un demonio y no quería escapar!

- Sabes que te deseo, Hinata –susurro él a oídos de ella mientras su boca besaba su mejilla con suavidad.

- Lo sé –murmuró ella, débilmente.

- Sabes que te necesito –dijo el rubio mirándola a los ojos, mientras un dedo de él se paseaba por su clavícula acariciándola con ternura.

Hubo un momento de silencio, Hinata lo miró por un largo rato en donde una sonrisa se asomo por sus pómulos.

- Yo también te necesito –declaró finalmente casi riendo.

- Entonces, ¿Por qué te torturas? ¿Por qué no lo aceptamos? –le encaró él mientras le daba un beso en la comisura de los labios.

Hinata se derritió.

- Si tu lo dices primero... –musitó cansada del placer.

- No, dímelo tu a mi –sonó como si implorara a sus brazos.

- ¡Oh, Naruto! –pero cuando sus labios iban a curvar una palabra...

Despertó.

Con una mano en el pecho y la otra en los labios, se levantó sudorosa.

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