Rutinas

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Seguramente, las personas no se enamoran la primera vez, es la convivencia, la cotidianidad que nos logra enamorar de alguien distinto a nosotros.













Hinata sonrió bajo las sabanas que se transparentaban con la luz de la ventana.

Sintió sobre sus pies los suyos, que estaban calientes por la colcha.

Los dedos de ella se habían enfriado en la noche; se dedicó a acariciar los de él haciéndoles cosquillas para entrar en calor.

Oía la respiración de Naruto fuera de la sabana y el movimiento suave de su pecho que le acariciaba el rostro.

Pasó sus dedos por la piel, delineando cada músculo mientras suspiraba.

No podía creer que la cotidianidad que antes le agobiaba ahora le sabía a gloria.

Cada minuto, cada segundo que él la miraba; que respiraba, se sentía tan bien.

Era como alcanzar una meta, como la vez que se gradúo de literata, o al conseguir su primer trabajo.

Pero esto era aún mejor.

El amor sabía como un chocolate: aunque daba indigestión y te sacaba granos, seguías comiéndolo.

Posó su cabeza en la almohada y sacó su rostro de la sabana cuando sintió que el aire estaba viciado.

Parpadeó ante el paño de escarcha que formaban los rayos de luz en la habitación, filtrándose por la persiana.

El cuarto de Naruto era bastante espacioso.

La gran cama de sabanas blancas y suaves estaba en el centro de la habitación, un largo closet de maderas claras decoraba la pared, el ancho cuadro de pinturas en acuarela decoraba la pared de al frente, y, al final la ventana panorámica que daba a la calle estaba sesgada por unas persianas de bamboo, dejaban que los rayos del sol pasaran despertando lentamente.

Escuchaba una canción interna: de esas que llevan el ritmo de tu vida; que le susurraba a su oído las ideas, todos sus secretos; los sentimientos.

La suavidad de la sabana se amarraba a sus pies que estaban ya cálidos.

Tocaba la piel de ese hombre que aprendió a conocer poco a poco; un olor suave le llegó como una brisa refrescante.

Posó su nariz muy cerca del hombro de él; aún conservaba el aroma del jabón y la suavidad de las caricias incansables que ella le regalaba.

Su mano apareció bajo la sabana y jugueteó con la garganta de él.

Por primera vez, se sintió como un artista: llenaba de caricias el lienzo con su pincel formando la manzana de Adam entre su cuello; y luego, de una onda depresión de suavidad le precedían las clavículas que se ocultaban al llegar a sus hombros.

Suspiró y cerró los ojos, haciendo que sus pestañas se arrastraran por su piel en una cosquilla.

Naruto despertó entre sueños confundidos, el paño de luces entraba formando un baile de motas de polvo y la trémula respiración de Hinata se sentía como un halito amigable.

La luz se filtraba tocando la cara de ella; en una película de cristales brillantes, sus largas pestañas negras  sus ojos color perla,sus mejillas rosadas y sus labios rojos combinaban con la piel de él.

A Naruto le provocaba pasar la mano libremente por su mejilla para comprobar la suavidad de anoche, sin embargo, a veces tenía miedo como la primera vez. ¿Había estabilidad en la relación? ¿Seguirían así por el resto de sus vidas, sin un compromiso?

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