Facilidad

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Para algunos está hecha la facilidad, para otros las cosas se les dan fáciles y otros no tanto no han conseguido nada fácilmente. Todo es un estado humano.













Hinata tomó el periódico de la rendija, ni lo leyó. Pidió a Yamato dos capuchinos.

El día estaba nublado y los vidrios del edificio se empañaban.

Llevaba un mes con esa rutina y parecía ya una vida. Se sentía anciana de una manera encantadora, como el día a día de una pareja de abuelos que siempre hacen lo mismo, rió.

Nunca pensó que todo acabara así; o en cierta manera que comenzara.

Yamato ya estaba acostumbrado a sus visitas los fines de semana, sobre todo los domingos; cuando escaseaba el café en la casa y Hinata se tomaba la molestia de caminar dos cuadras para conseguirle dos buenas tazas de capuchino a Naruto.

Todo era tan extraño, por una parte, siempre esperó que todo fuera igual que su relación con Sasuke. Esperaba  que Naruto la traicionara en cualquier momento, pero no, eso no había pasado.

Parecían una pareja muy normal, con sus excepciones. Eran felices de una manera extraña a ojos de cualquiera.

Se trataban de jefe a empleado en la editorial, salían a comer, se hacían bromas. Tenían la vida normal de una pareja, pero a la vez cada quien tenía su propia vida.

Naruto odiaba que ella se entremetiera en sus asuntos. Siempre se mantenía callada ante cualquier acontecimiento, nunca le pedía ni un poco de afecto, que no fueran besos esporádicos y la libre relación sexual que mantenían.

Namikaze nunca le había hecho ninguna declaración de amor, ni una palabra cálida. Sin embargo, ella esperaba a que todo el amor que siempre guardó desde niña le alcanzara a los dos; pero a veces le faltaba, le quedaba tan corto su amor que tenía que dárselo todo a él y quedarse sufriendo sola.

Hinata suspiró. No iba a decir que todo había salido mal o que todo había salido bien. Ninguno de las dos había ganado, ella era victoriosa en su parte y Naruto en la suya.

Ella lo amaba, como se lo había pedido. Le iluminaba los días, vivía como una esposa anónima, como su amor de primaria; y de amante por las noches. ¿Y qué? Ella mendigaba amor, lo hacía, pero era la única manera que conocía de amar. Ella sabía que en el fondo, él le correspondía, tal vez fuera por consuelo, pero lo hacía.






A veces hasta Naruto sentía lastima por ella. Cuando salía a reuniones la encontraba en el sofá durmiendo. Lo esperaba como todos los días, con la comida cubierta por la tapa de una olla, fría y algunas velas consumidas.

Ella siempre se preocupaba por él.

¿Y él? La hería cada vez más.

Cada vez la veía llorando más o lánguida como de costumbre. Todas las culpas le carcomían poco a poco, le llevaban a comportarse como un novio que no ama a su chica pero que sigue con ella. Muy en el en fondo le asfixiaba la vergüenza de sí mismo, de no poder decirle a ella que corriera, que escapara, que dejara de hacer todo eso. Él sentía miedo por ella, pero también por él.

Naruto lo sabía: la amaba. ¿Acaso era un misterio?...Y esperaba que secretamente Hinata lo supiera.

Pensaba que eso era lo único que la podría mantener viva en ese lugar, en donde todo el mundo hablaba a sus espaldas. Ella permanecía fuerte siempre con una sonrisa, siempre preocupada, atenta. Ella era tan feliz con tan poco.

Aunque la mayoría del tiempo permanecía feliz por ella, no se daba un espacio para pensar, sabía que si lo hacía se arrepentiría de todas las flores por disculpas, de las citas, de los restaurantes, de las miradas que no dicen nada, de las palabras que nunca salen de su boca; de su tontería.

Éxtasis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora