¿Perdonar?

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Perdonar es la forma más sencilla de dejar que las cosas fluyan por su propio curso.







No sabía que decir ni cómo actuar.

Estaba llena de pánico.

No quería de nuevo cometer otra estupidez, no con la misma persona.

No cuando ahora le interesaba alguien que valía la pena.

Empujó a Sasuke que también estaba sorprendido, pero gratamente y miró a Naruto a los ojos, que sólo atisbaba a observarlos a ellos consecutivamente.

— No es lo que piensas —empezó por decir.

— Definitivamente no — pero sólo consiguió respuesta de Minato Namikase que ni siquiera la miraba, si no que con puños cerrados se dedicaba a destrozar con los ojos a Sasuke.

— No pienso casarme con su hija, Minato —respondió Sasuke ante las miradas acusatorias — Nadie me obligara a hacerlo.

— Entonces… ¿Por qué razón has venido al compromiso? —siseó molesto.

— Porque… — miró a Hinata — Deseaba ver a mi único amor.

La mirada horrorizada de ella, hizo que soltara una carcajada maléfica.

¿Por qué Sasuke le odiaba tanto?
¿Por qué se empeñaba en hacerla sufrir de esa manera?
¿Creía que era un gorrión al que podía desplumar?

— Todo esto es mentira. ¡Él es un hombre detestable! — gritó prácticamente Hinata que estaba desesperaba, ahogándose con la verdad.

— No pensabas eso mismo cuando me conociste. Decías cosas muy distintas, Hinata —se llevó tranquilo la copa a la boca ignorando a los dos hombres que tenía en frente.

— No es cierto — Hinata estaba al borde de la histeria. No podía creer que fuera tan cínico, después de tanto tiempo aún seguía disfrutando del sufrimiento ajeno.

— Naruto, lleva a Hyuga-san afuera. ¿Sí? — ordenó Minato inquebrantable, tan parecido a Naruto en sus decisiones.

Este asintió en silencio y tomó la mano de Hinata con brusquedad, saliendo  al patio.

No mediaron palabras hasta llegar a la escalera, en donde se escuchaba la cálida música celta del salón.

Los violines, flautas y arpas al son de una noche que se perdía en los jardines.

La espalda de Naruto que había observado en todo el trayecto, se veía distante.

Sus largos hombros brillaban bajo la luz de las lámparas de papel de arroz, que se movían por la brisa fría levantándose por encima de los cabellos de Hinata.

— Naruto… — la voz quebradiza de ella reventó con el silencio de un violín que imitaba el subir de una hoja al cielo impulsada por el viento.

— ¿Qué?

— ¿Estás molesto? –escuchó un fuerte golpe a la baranda blanca, era la mano de él que se había estrellado contra el metal.

Hinata se sobresaltó, aunque había crecido en un ambiente violento, las manifestaciones sentimentales abruptas siempre le costaron asimilar.

— No lo sé —contestó sinceramente él sin mirarla.

Estaba confundido. No sabía que era Sasuke para ella, no sabía porque la había besado y tampoco sabía por qué ella se dejaba besar por él. Sentía celos, lo sabía.

— Estás molesto. Lo sé, pero puedo explicarte todo, absolutamente todo —habló de nuevo ella.

— No quiero escucharte — irrumpió él. Pero luego cambió de decisión — ¿Quién es él? ¿Ah? ¿Por qué le conoces?

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