Memorias

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Olvidar es más sano que recordar.







Las luces de los coches parecían luceros que bailaban en la autopista, ella apoyó su cabeza en el vidrio, deleitándose con las caras que se perdían en los carros que pasaban.

Hinata estaba extremadamente callada desde que salió de casa, se había sumergido en un mundo de pensamientos.

Naruto la miró consecutivamente, parecía que tramaba algo, sus ojos se movían con los autos y su boca entreabierta parecía repetir débilmente una retahíla.

Lo que realmente ella maquinaba era la cara de Sasuke que se le repetía en la cabeza como un monstruo de la niñez, tenía que hacer todo lo posible para escapar de él, se mantendría al lado de Naruto en silencio, no creía que él se atreviera a decir una palabra de su historia.

El auto fue retirado por un valet parking, dando una vuelta en "u" a la redonda y la enorme mansión se alzó tras su espalda, Hinata se detuvo un minuto solo a mirarla.

La mansión Namikaze se alzaba imponente ante sus ojos con columnas griegas bañadas en oscuridad, grandes ventanales llenos de luz y escalinata de granito.

Miró a su acompañante que le aguardaba con la mirada.

No se imaginaba a un Naruto viviendo en esa mansión, un hombre que conocía tan bien, y que a veces se comportaba tan simple, tan normal, viviendo en un castillo de cristal, con la sensación de que si te mueves todo se arruina.

Irreal.

Naruto le esperaba al inició de la escalinata, con la corbata bien arreglada y el traje sin ninguna arruga.

Suspiró tratando de quitarse la sensación de ser minúscula del cuerpo.

Los jardines se perdían en la inmensidad del lugar y las luces de las lámparas hacían brillar sus cristales en los agigantados salones.

Todo estaba en el justo lugar, había flores por doquier; en los jarrones, en la decoración, en las mesas y los estanques.

Solo veía caras que no conocía; que sonreían al aire con simpatía.

Candelabros de bronce que brillaban con la luz de sus velas y muchos guardias con lentes negros impenetrables.

Trató de no ver las diferencias de esa vida con la suya; perdería la perspectiva de lo que ella conocía como él, aquello era demasiado distinto a lo acostumbrado.

Lujo, demasiado lujo.

Comparando como vivía los Namikazes con Naruto su departamento era muy humilde.

Ella reconocía que él solo era un amante de los autos; su pasión, pero muy alejado de la realidad y la magnitud de la riqueza de esa familia: el departamento en el que ahora ella vivía, era solo un lugar para veranear.

En ese instante, no se burlaba cuando Naruto expresaba que no le gustaba regalar dinero como a sus padres.



Naruto sentía lo tensa que ella estaba, no entendía el porqué de sus preocupaciones, pero luego de salir de la casa Hinata no le había dirigido la palabra.

Mientras tanto, él se sentía como un adolescente, delante de todos aquellos conocidos que hacían preguntas de esto y de aquello, que poco le importaban, sólo quería llegar hasta Kushina y presentarle a Hinata Hyuga, quería ver el brillo de sus ojos y asentir con calma.

Una de las cosas que le había rogado su madre es que el día del anunciamiento de la boda de Suiki y el tal Sasuke, le presentara a la mujer que vivía con él.

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