La mente es un laberinto retorcido de ideas sin salidas y sonrisas sin rostros. Una cosa siempre lleva a otra.El viento estaba cargado de un aroma a pino, la estancia era cálida y a veces en el aire bailaban las flores de cerezo, remolinadas por una tormenta de aire.
La grama estaba bien cortada en perfecto estado, de un verdor vivo y absoluto. El cementerio era un lugar encantador. Nunca pensó que diría algo así, pero en ese instante le provocaba quedarse varada entre las lapidas, viviendo de la ausencia.
La mano de Naruto se posó en su hombro, había visto la lágrima escaparse de sus ojos, rodaba majestuosamente por su mejilla y se perdía en el misterio de su mandíbula.
Hinata sintió las terribles ganas de quitarle la mano del hombro, no podía. No lo soportaba, no quería amar a Naruto. ¿Por qué ahora?
Pero solo abrazó fuertemente las flores y suspiró tratando de que su cara no cayera con la mirada perdida.
Necesitaba demasiado a Naruto, empezaba a depender de él. Y eso no era un buen augurio, después del acontecimiento de hacía unas semanas, la estúpida manera que le había pedido que la consolara, la avergonzaba, se retraía de sus actos.
Era mejor mantener la distancia.
No sabía si él había escuchado su declaración silenciosa, tenía miedo que así fuese. Naruto nunca había amado a nadie y la más cercana a ese sentimiento había sido Hinamori. Ella ya había partido hacía mucho tiempo.
Y ahora que lo pensaba, si Hinamori viviera se lo daría, le daría a Naruto sin refuta. Porque sabía que él si podía ser feliz a su lado. No sabía que había pasado, ya que con solo la mención de la susodicha, Naruto sacaba el tema de Shino a colación.
Se dio cuenta de que el padre había terminado de hablar. Hubo un minuto más de silencio, se había puesto una expectativa, no pensar en su madre porque solo eso traería recuerdos dolorosos.
Como su hermosa sonrisa.
Dio un paso hacía la lapida blanca. Y miró por largo minuto a su padre que enfundado en riguroso negro parecía la sombra del hombre que algunas vez había sido, su hermana que tomaba de las manos a sus dos sobrinos que peleaban por un carro de juguete y al espectro de los vecinos, dos viejecillas chillonas y el grupo que se reunía a tomar Sake por las noches.
Todo parecía tan distante. Como si fuera un oasis de emociones.
Nunca debió haberle gritado a su padre, ni a su hermana. Tal vez ella tuviese un poco de culpa, de no enseñarles a pescar, si no darles el alimento, como decía un antiguo dicho Judío. Era muy sabio, ella no podía culparlos, ninguno tenía el espíritu emprendedor, inconformista con el que ella había nacido.
Eran solo almas que vivían el presente. Lo que si le había molestado es que tomaran las cosas con tal calma, la muerte de su madre.
Hanabi ya había organizado que todas las pertenencias de su madre, como el viejo carro y algunos yens guardados en una cajetilla.
Ella no necesitaba nada de eso, ni dinero, ni autos más viejos que su persona. La peineta que había dejado su madre era la único que Hanabi no había ambicionado, solo quería recordar a Hana, en sus momentos más floridos.
Cuando sonreías mamá. Así quiero mantenerte, sonriendo.
Hinata se agachó y miró aquella urna, que resplandecía bajo el opaco cielo.En cualquier momento llovería, ya estaba bien entrada la época húmeda de Japón y las lluvias nunca faltaban.
Pero parecía que el cielo lloraba con ella, como si su madre la acompañara todo el tiempo. Un espejismo de mujer que siempre fue. Sonriendo, trabajando arduamente para pagar las deudas de su marido, las cervezas que se gastaba todas las noches, la comida que los alimentaba y los cuadernos para poder ir al colegio.
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Éxtasis
FanfictionNaruto un típico mujeriego rompe corazones que tiene a cualquier mujer a su alcance, Hinata una bella joven que al conocerlo piensa en no caer en su juego pero ¿será capaz?