Exacto

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A veces las cosas obvias se ocultan por miedo a saberlas.










Hinata se tragó la vergüenza. No podía guardar ese secreto por siempre, las mentiras tenían patas cortas.

Así que trató de que los colores no se le fueran a la cabeza y estudió el rostro de Sendo. Estaba inexpresivo, sin ninguna arruga, con los ojos bien abiertos. Parecía no haber caído en la declaración de Suiki.

Pero en lo que realmente Hinata tenía puesta toda su atención era en los empleados. El silencio había dominado en la oficina, el leve sonido del aire acondicionado era lo único que llenaba la estancia. Algunas miradas curiosas y uno que otro murmullo, un cuchicheo nervioso, se alzó por encima de sus cabezas.

- ¿Hinata Hyuga? –Sendo deletreó el nombre, como si cada silaba fuese una espina para su boca. Hinata tragó saliva, esta situación no era nada agradable.

Suiki no sabía qué hacer. Por una parte tenía ganas de afirmarlo; de gritarle al mundo de que Hinata Hyuga había ganado la pelea, que se había llevado el trofeo anhelado por todos. Pero, por otra parte, le parecía inconveniente decirlo en media oficina, Hinata la mataría.

- ¿Qué está pasando aquí? –preguntó una voz grave. La oficina se lleno de vida como por arte de magía. Las personas que caminaban apresuradas a sus cubículos, gente tipiando, algunos excusándose en la fotocopiadora. Como si nada hubiera ocurrido, todos le temían a la ira de Naruto y por su fruncimiento de seños y la mirada fija en el grupo de mujeres, se sabía que el jefe no estaba de buen humor esta mañana.

- ¡Naruto! –Sendo movió sus caderas y se sujetó del cuello de su novio- Te estaba esperando, pero Suiki, la queridísima Suiki no quería ser una buena cuñada y dejarme pasar a tu oficina directamente.

- Tu no tienes por qué pasar a mi oficina directamente –contestó sin siquiera mirarla, ojeaba sus papeles.

Como siempre lo hace para hacerte saber que no le importas, Hinata resopló. Además de ser un hombre con un muy mal carácter, cruel cuando quería, podía ser hasta cínico.

Oh Vamos Naruto, ella solo vino a verte.

- Pero… yo… -Sendo no podía creérselo. Hinata pudo ver como los ojos se le llenaban  de lágrimas.

No llores Sendo, no lo vale .

Por primera vez en bastante tiempo a Hinata le entraron unas ganas enormes de tomar todo el odio del mundo y lanzárselo encima a Naruto para que lo aplastara. Así sabría como duele su cinismo. En ese instante se dio cuenta de que, de nuevo, estaba amando mal. Iba a cometer la misma idiotez:

Amar sin ser amada.

- Garajuku, tengo muchas cosas que hacer –la miró por el transcurso de un segundo- ¿Podrías retirarte?

Hubo un momento de silencio, toda la oficina tomo aire. Hinata tuvo que retirar el rostro, no podía verlo así.

Por que algún día él le diría algo así, las desecharia con su nuevo juguetito, la despediría y una nueva jovencita ocuparía su puesto.

- Bien –contestó esta débilmente, como si toda la energía que llevaba hacía unos segundos se le hubiera escapado, volando como un globo.

Tomó sus cosas en silencio y caminando rápidamente se internó en el ascensor. Lo que ella dijo en la revista no era mentira, ella de verdad lo creía. Cuando le echó una mirada más, antes de que las puertas se hubieran cerrado por completo, la vio en el suelo, derrumbada.

Cuanto lo siento, Sendo Garajuku.

Se quedo meditando por unos segundos. ¿Qué pasaba si ella no podía vivir sin Naruto pero debía hacerlo?

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