XV.

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Elías.

Había pasado una semana desde la última vez que mire a Madeline. Al intentar perseguirla después de aquella clase solo causé que comenzara a correr y así desapareciera más rápido de mi vista. 

Odiaba esto, odiaba sentirme de esta manera, como si fuera mi novia a la que tuviera que darle explicaciones y no solo eso, sino el hecho de que estuviera apoderándose de mi vida pieza por pieza cada segundo más y más; no podía alejarme de ella, ya lo había intentado y me había acostado con mi mejor amiga, ya no podía soportar pensar que estaba en algún lugar  de América, odiándome.

Rachel no me hablaba, caminaba con sus amigas el equipo de porristas y hacía comentarios obscenos e incluso agresivos hacía mí, diciéndoles lo horrible que había sido con ella sentimentalmente y sexualmente. Por alguna extraña razón las chicas se acercaban más de lo normal y se dedicaban a susurrar como colegiadas cuando pasaba.

—¡Hut!—grité mientras pasaba el balón de fútbol americano por en medio de mis piernas y salía corriendo por el campo.

Martín retrocedió unos pasos mientras me buscaba con la mirada y cuando me encontró lanzo el balón por media cancha mientras yo lo saltaba y lo agarraba. Antes de que mis pies tocaran el verde césped a mi cuerpo ya lo habían embestido y había acabado en el suelo.

Gruñí del dolor y solté el balón.

—¡Viejo! ¿Estás bien?—Diego corrió hacia mi ubicación y me extendió la mano para ayudarme a pararme.

Miré a mi atacante, no era nada más y nada menos que Carl. Su sonrisa jactanciosa llenaba su estúpido rostro haciéndolo ver más pedante de lo que ya era.

—¡De nuevo!—gritó el entrenador ordenándonos volver a nuestras posiciones iniciales.

Dejé escapar un suspiro mientras intentaba ordenar mis pensamientos y di la orden.

—¡Hut!

Martín repitió el mismo movimiento pero esta vez en cuanto el balón llegó a mis manos lo lancé hacía Diego. Carl pasó rozando mi hombro para correr detrás de él pero lo alcancé golpeando su cuerpo contra el suelo.

Carl aulló del dolor, me levanté y le sonreí de la misma manera en la que él lo había hecho.

—¡Bien Diego!—chilló Martín corriendo a abrazarlo.

Habíamos ganado la práctica, caminé cojeando a los casilleros mientras me quitaba la camisa del equipo. Parecía trapo mojado, sonreí porque el sudor me inspiraba a seguir trabajando para conseguir y mejorar en lo que me gustaba.

Me di una ducha rápida en los baños y salí mientras restregaba una toalla en mi cabello mojado.

—¡Elías!—gritó Rick, volteé a verlo.—¿Vendrás con nosotros a tomar una cerveza?

—No creo Rick ¡gracias!—me negué recordando la última vez de mi borrachera.

Tenía otros planes en mente. 

Subí a mi Jeep mientra emprendía camino a la casa de Madeline, intenté recordar cada una de las indicaciones que me dio cuando se subió por primera vez a mi camioneta. Después de haberme perdido tres veces llegué a la casa, bajé del carro y salté la reja.

La cordura no estaba en mi vocabulario en este momento, quería verla y no podía esperar a que volviera a la escuela; era un crimen, lo sé, pero no podía evitarlo.

La puerta de la casa se abrió con facilidad, no tenía seguro, mi ceño se frunció mientras entraba.

—¿Madeline?—la madera crujió bajo mis pies y noté que la casa estaba vieja.

Descuidada en los aspectos de pintura, muebles viejos y no tenía ningún retrato. Sin embargo no había ni siquiera una molécula o partícula de polvo. Olía a cloro, pinol y alguna clase de aromatizante. 

Ella había estado aquí recientemente y me mataría se me descubría dentro de su casa, en la sala.

Me armé de valor y subí las escaleras.  Un pasillo se extendía enfrente de mí, al final había una puerta cerrada, caminé hacía ella pero una puerta abierta me llamó la atención. Sin duda era la habitación de Madeline, era de color rosa palo, su cama blanca, un cuarto compuesto de cama, escritorio y closet, sencilla.

Su closet tenía las puertas abiertas, ganchos vacíos colgaban meneándose por el aíre que entraba de la ventana, cajones sin la ropa que tenía que estar ahí. Mi corazón se estrujo ¿Se había ido?

Salí desesperado del cuarto e intenté abrir la puerta del fondo. Estaba con seguro. Ahora cabreado de solo imaginar que Madeline había decidido irse de Boston, pateé la perilla de la puerta logrando abrirla.

La luz cegó mi vista. La habitación estaba totalmente blanca y la luz del día atravesaba el vidrio de la ventana como si fuera el sol mismo a metro de la casa, una cama tendida y un cuarto bien decorado, eso encontré. 

Las yemas de mis dedos recorrieron la sábana blanca hasta llegar a la cómoda que estaba de lado de ella. Un bote de pastillas se encontraba ahí. 

Un color oscuro llamó mi atención, la pared que se encontraba de costado a la puerta se encontraba manchada de un rojo carmesí, caminé hasta ahí e hice el mismo procedimiento con la yema de mis dedos.

¿Era sangre?

Pequeños espacios profundos se encontraban ahí como si hubieran golpeado la pared pero no lo suficiente para ocasionar un agujero. 

Y entonces la vi, un pequeño marco con una fotografía adentro que yacía en el suelo. La figura de una mujer apareció delante de mis ojos, hermosa e incluso rubia. Sonreía con felicidad cargando en brazos una bebé y lo entendí. Estaba en el cuarto de la madre de Madeline. Pero ¿en dónde se encontraban?

Un sonido llamó mi atención, la puerta de la casa cerrándose y todos mis sentidos se activaron, salí del cuarto cerrando la puerta lo mejor que pude ya que había destrozado su manija y bajé.

—¿Y tú quién demonios eres?—un señor de traje me miraba con el ceño fruncido y en posición de defensa.

—¿Quién es usted?—lo miré parándome más derecho ignorando su pregunta.

—El papá de Madeline. 


JELOOOOOOOOOOUU 
Mis chiquitaaaaaaas ♥
Estuve leyendo sus comentarios y también me encantan (if you know what I mean @infiernotriste 7u7)
Aquí está su capítulo, disfruté escribiéndolo así que ustedes ¡disfrúten leyéndolo!
No se apresuren con la vida de los personajes, es una novela de suspenso también poco a poco los personajes irán desenvolviéndose de una manera que lleguen a conocerlos pero mientras tanto, lo que tiene que estar en secreto, estará en secreto.
¡Las quiero!

►Nao fuera



Pedazos®  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora